La Inteligencia Artificial ya no es el futuro de las empresas. Es su presente. Cualquier organización, hoy mismo, puede multiplicar —o al menos ampliar— sus capacidades gracias a ella. Las empresas tenemos un desafío muy urgente: aprender a surfear esta ola antes de que nos arrolle.
Según diversos informes recientes, en 2024 alrededor de una de cada diez empresas españolas incorporó soluciones de IA en sus operaciones. En 2025, esa cifra ha aumentado a cuatro de cada diez empresas. Incluso, el impacto es todavía mayor en áreas como Marketing o Ventas, donde la adopción supera ya el 70%. La tecnología avanza, y nuestras empresas evolucionan a su ritmo, adaptando sus procesos a las herramientas disponibles.
La IA no llega para reemplazarlo todo, sino para encargarse de lo que no aporta gran valor estratégico: correos electrónicos repetitivos, actualizaciones de tareas, registros de incidencias… Y esto aplica tanto a un despacho de abogados como a un hotel que automatiza sus comunicaciones con los huéspedes o su gestión de reservas.
Esa IA que no era como imaginamos
La IA que transforma hoy el trabajo de las empresas no tiene forma física. Está integrada en sistemas de gestión, trabajo colaborativo y atención al cliente. No es un sustituto de las personas, sino un asistente invisible que actúa en segundo plano, aliviando las tareas más rutinarias y dejando espacio para que los equipos se centren en lo que realmente importa.
Lo que antes consumía horas de trabajo administrativo, ahora se resuelve en minutos o directamente no requiere intervención humana. Según un informe de Atlassian, los empleados que usan IA en su día a día han experimentado un ahorro de 20 horas mensuales.
Y lo más interesante: esta transformación no es exclusiva de las grandes multinacionales. Las pymes, los despachos profesionales, los comercios, los hoteles o las agencias de viaje también están encontrando en la IA una palanca de eficiencia que antes solo podían soñar. Un motor turístico puede optimizar sus rutas, un resort puede personalizar su oferta según los perfiles de los visitantes, y un operador puede prever la demanda analizando millones de datos en segundos.
La primera etapa: IA generativa
ChatGPT, Claude o Atlassian Rovo facilitaron desde un primer lugar la vida a las empresas ayudándoles con tareas rutinarias y aburridas: corregir texto, resumir contenido o buscar información. Empresas hábiles, como Atlassian, se buscaron la vida para dotar a su software de una capa de datos que permitiera a estas inteligencias «acceder a toda la información». Y sí, uno ahorra mucho tiempo buscando documentación o información en bases de datos si se la puede preguntar a un chat.
En un hotel, por ejemplo, esta capacidad permite generar respuestas automáticas a solicitudes frecuentes de los clientes, personalizar recomendaciones según el historial de visitas o incluso adaptar ofertas en tiempo real en función de la demanda prevista.
La segunda etapa: agentes IA
De repente, la inteligencia artificial dejó de ser ese ayudante ocasional —útil para corregir un texto o resumir un informe— y empezó a instalarse de forma permanente en los engranajes diarios de las empresas. Así nacieron los llamados agentes inteligentes.
A diferencia de los modelos generativos que todos conocemos, estos agentes no improvisan respuestas generales. Su trabajo es mucho más específico y, precisamente por eso, tremendamente valioso: revisan presupuestos, actualizan sistemas de tickets, resumen reuniones interminables, generan informes de seguimiento o vigilan que las incidencias no se acumulen. Entienden lo que les pedimos y hacen el trabajo.
En el sector turístico, esto ya se traduce en agentes que actualizan automáticamente la disponibilidad de habitaciones en múltiples canales de venta, ajustan precios según el comportamiento de búsqueda o generan informes de ocupación diaria casi en tiempo real.
Gracias a ellos, los equipos pueden dedicar el tiempo —ese bien escaso— a lo que realmente importa: pensar, analizar, decidir.
La tercera etapa: vivir conectados con MCP
Primero vino la ayuda asistida. Después llegaron los agentes que se incrustan en nuestros sistemas para «estar siempre ahí». Ahora, y desde hace poco, ha llegado la unificación de toda la información.
Una empresa que disponga de Atlassian para organizar sus proyectos, Claude para generar contenido y otras herramientas para Finanzas, Legal y RRHH, ahora podrá tener toda su información conectada en un espacio etéreo gracias a una pasarela. Gracias a un protocolo: Model Context Protocol.
El MCP viene precisamente a tender puentes entre esas islas. Permite que diferentes modelos de IA, aunque vengan de proveedores distintos, trabajen con un lenguaje común y compartan información de forma orquestada.
En turismo, la interoperabilidad entre sistemas es fundamental: que el motor de reservas dialogue con el CRM de clientes, la plataforma de pagos, el sistema de reputación online y el channel manager. El MCP ofrece una arquitectura que puede hacer que esta integración sea mucho más sencilla, robusta y segura.
El resultado es una toma de decisiones mucho más rápida, certera y —por qué no decirlo— con bastante menos dolor de cabeza.
Sentar las bases de la tecnología
Si bien como sociedad debemos abrir foros para debatir cuestiones tan importantes como el futuro de nuestras generaciones después de estas revoluciones tecnológicas, esto no es excusa para no incorporar las mejoras de la IA en nuestras empresas. Aquí se ha ofrecido una visión general de la IA y de cómo las empresas pueden beneficiarse de ella. Ahora hay que incorporarla de manera ligera y sostenible.
Guillermo Montoya. CEO de Deiser