El chimpancé Eva ha muerto en Mallorca. El suceso ha levantado muchas voces en contra de los zoológicos, las reservas de animales y el trato, a veces, vejatorio que padecen. Los zoológicos y reservas de animales son una atracción turística. Los hay de todo tipo y de toda condición. En los 90, un conseller de Turismo propuso montar un zoológico y de aquella idea nacieron algunas de las atracciones con animales reales, peces y moluscos y animales de cartón piedra que hay en Mallorca. La reserva, el zoo, de Sant Llorenç des Cardessar, ha pasado por diferentes etapas en las que, con mucho ingenio, se ha mantenido el safari y el zoo. Ahora, los movimientos sociales en contra del maltrato animal piden su cierre. Lo triste es la muerte del/la chimpancé Eva, que deja a su pareja Adán sin compañía. Pero eso es lo que provoca una mala gestión de animales que están obligados a vivir en cautiverio. Cuando se escapan, se convierten en una amenaza real para el resto de los animales humanos, y los protocolos de seguridad aconsejan la inmovilización del animal y si fuera necesario su sacrificio. Lo que pasa es que todos tenemos el recuerdo de Chita, la monea de Tarzán. Y de Tarzán quería hablar, al filo de esta triste noticia, porque los más veteranos se acordarán de Johnny Weissmüller y sus estancias en Mallorca. Sí, el Tarzán más clásico y famoso de todos era un habitual de la isla. Corrían los primeros años 70 y Tarzán se escapaba de la selva hollywoodense para esconderse en la isla de la calma. Llegó a Mallorca invitado por otro mítico actor Errol Flyn. Se hospedaba en Cala Ratjada que, en aquellos años, si que era el paraíso olvidado que describían las películas que interpretó con aquella bella Maurren O´Sullivan. Aun se acuerdan de él en sa Pobla y los que eran amigos del promotor Hans Hasse, que compartía con Johnny la pasión por el boxeo. Tarzán, el del grito, el de los elefantes, el del África misteriosa, el de las moneas, ese, seguramente se opondría hoy a que los animales estén enjaulados y sean utilizados como negocio. Pero, no les mentiré y reconoceré que cada vez que regreso a Berlín, tengo que visitar a los grandes simios que están allí en cautiverio. Algunas veces, yo que soy muy sentimental, noto como me caen unas lagrimillas. Pero si no fuera por el zoológico, nunca habría sentido el amor, el respeto y la admiración por los animales con quienes comparto nuestro planeta.
