Las declaraciones del ministro de Turismo, Álvaro Nadal, en la feria turística de Berlín, la ITB, hablando de la “turismofobia” que hay en Balears y Catalunya, han generado una agria polémica y causado una natural indignación. Lo primero que cabe exigir a un ministro del gobierno de España es mucha prudencia en sus declaraciones, sobre todo si se hacen en una feria turística, donde todo se amplifica y a la que justamente se acude para mostrar la mejor cara al mercado demandante de la oferta que se ofrece. Desde este punto de vista, Nadal no estuvo acertado ni prudente.
Sin embargo, algunos de los que tras oír esas declaraciones se han mesado los cabellos y rasgado las vestiduras, son quienes jalean un discurso contrario a la industria turística y aún más contra el sector hotelero. No se comprende poner en duda que algunos azuzan un discurso contra los turistas, hasta el punto de considerar el turismo el origen de todos los males, lo que ha hecho que incluso haya quien se atreva a pintar grafitis ofensivos contra quienes nos visitan en el centro de Palma. ¿O es que ya nos hemos olvidado de eso?
No hay más que recordar que la portavoz parlamentaria de Podem, Laura Camargo, se manifestó en contra de la desestacionalización y del aumento de turistas en temporada media y baja. Por tanto, el discurso de determinados colectivos y organizaciones contra el turismo está ahí y es absurdo negarlo. Así es Balears. ¿Cabe pensar en algún partido crítico contra la industria minera en Asturias? ¿O contra la industria pesquera en Galicia? Es ridículo solo plantearlo. Sin embargo, en Balears hay quien critica con saña la industria turística.
Es por ello que la prudencia que cabe exigir al ministro Nadal cuando se refiera a Balears, es trasladable a muchos otros políticos y representantes sociales que, queriendo o sin querer, causan un daño enorme cada vez que lanzan críticas públicas hacia la industria turística o hacia quienes nos visitan.





