¡Uf!

La verdad, no tenía ni idea de cómo titular este papel y, finalmente, me he entregado a la onomatopeya pura y dura, que para eso está. La ola de calor que está arrasando el mediterraneo me impide concentrarme mínimamente y elaborar un artículo como Dios manda. “Lo que no puede ser no puede ser; y además es imposible”: así reza una de las más brillantes frases que jamás mente humana haya sido capaz de crear (Andalucía en estado transparente y con una excelencia soberbia).

A lo que íbamos: el puto bochorno que reblandece mi cerebelo y me hincha la crueldad desconcierta a mis contadas neuronas y las desperdiga por el aire quemador, ese ambiente de cerrazón, de mundo maloliente, podrido, carroñero. Esto es un asco: así no hay país que no sucumba a la vagancia y al desprecio por las cosas bien hechas, finas y comedidas.

En los territorios “frescos” el pensamiento fluye ligero y las acciones que se derivan de su ejercicio suelen ser sólidas, bien argumentadas. No creo que en ningún ayuntamiento de Dinamarca – para poner un ejemplo de país civilizado y marcadamente construido- se permitan dos alcaldes, rotatoriamente, en una sola legislatura (Cort de Palma); eso sólo sucede en parajes tórridos. Tampoco imagino a una alcaldesa ordenando a su policía que no señalice una zona de seguridad – en una plaza masificada- durante su toma de posesión del cargo, permitiendo que la plebe insulte, cara a cara, al resto de concejales con todo el peligro y la falta de respeto que ello conlleva (Barcelona: ciudad de fiestas y congresos).

En los paises donde el aire fresco circula por las arterias de sus ciudadanos, la lógica impera y la generalidad de sus actuaciones se rige por la cordura y el sentido común. En estas latitudes en que nos ha tocado pacer y morir da la impresión que todavía no se han inventado las neveras y así, la carne, los pescados, las verduras, los huevos y la leche se descomponen a una velocidad sin límite. Disfrutamos, eso sí, de unos paisajes idílicos (algunos, muchos, torturados por el mal turismo) pero nuestros cerebros conviven bajo el monstruo del sol y de sus temperaturas salvajes. Por eso opino, formalmente, que se deberían inventar unas neveras que cubriesen el craneo (por lo menos el de los dirigentes políticos). Ya veo que sería del todo imposible que sus “excelencias” tuvieran que pasar sus jornadas laborales con su cerebro en la nevera, pero a lo mejor –como con los telefónos móviles- podrían dejar en frío sus ocurrencias durante el período nocturno; al día siguiente, sus actitudes serían (por lo menos durante las primeras horas) más brillantes, más constructivas, más serenas y menos agilipolladas.

¿Lo probamos?

Suscríbase aquí gratis a nuestro boletín diario. Síganos en X, Facebook, Instagram y TikTok.
Toda la actualidad de Mallorca en mallorcadiario.com.
Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más Noticias