Guillem Balboa se ha convertido en el primer alcalde negro de Balears y el tercero de España, junto a Juan Antonio de la Morena, alcalde de Villamantilla (Madrid) y Oma N’Komi, alcalde de Pampliega (Burgos). El municipio de Alaró celebró el sábado en el salón de plenos el relevo de su primer edil. Aina Munar (PSIB) entregó la vara de mando a Balboa (Més per Mallorca), quien hasta ahora era regidor de Urbanismo. Ambas formaciones políticas pactaron repartirse la alcaldía dos años para cada uno y transcurrido el ecuador del mandato, Guillem Balboa hace historia y se convierte en alcalde.
Se trata de un hecho relevante y noticioso que no debiera serlo, porque el color de la piel de alguien, así como su género, religión, creencia u orientación sexual, son circunstancias adjetivas que no debieran tener ninguna trascendencia ni ser motivo de extrañeza. Y sin embargo, aún lo son.
En el caso de Guillem Balboa es especialmente significativo su nivel de integración en la sociedad mallorquina y alaronera, lo cual demuestra que puede conseguirse y que es cuestión esencialmente de voluntad y determinación. Así, su figura ha de servir de ejemplo y acicate para aquellas personas venidas de fuera, que verán en Balboa el ejemplo de alguien que ha logrado ser alcalde de su pueblo por más que sus orígenes familiares son de otro continente.
Pero aunque algunos aprovechen para sacar pecho con orgullo de una circunstancia que, como decimos, no debiera ser noticiosa, también hay que atemperar sus ánimos señalando que en otros países de nuestro entorno van mucho más adelantados que nosotros y hace mucho tiempo que el color de la piel o el lugar de procedencia no son aspectos determinantes en la carrera de un político. Si acaso, para bien.