De vez en cuando, y aunque pongamos toda la carne en el asador, tienes uno de esos días que te pasan por encima como un tren de mercancías. El trabajo, los nervios y un conjunto de cosas incontrolables hacen que, en un momento dado, te preguntes muchas cosas…demasiadas cosas…y demasiado importantes. Es en estas ocasiones cuando nos damos cuenta de que no todo es de color de rosa, que no siempre salen las cosas como uno exactamente se propone, que nada es eterno y que, a diferencia de lo que aparece reflejado en nuestras películas favoritas, no siempre ganan los buenos.
Cuando eso pasa, no nos engañemos, cunde el desánimo y nos vemos tentados a bajar los brazos, dejarnos llevar y acabar reconociendo con resignación que así es la vida, que esto es lo que hay, que no se pueden cambiar las cosas y que no merece la pena tanto esfuerzo para acabar exhausto, agotado y tambaleándote cuestionándote a ti mismo. Sí, hoy es uno de esos días.
Pero mira por dónde cuando eso sucede hay que sacar el máximo de los partidos a la situación. Es en los momentos de mayor debilidad, es en esos instantes de flaqueza, cuando de verdad mostramos cómo somos, qué llevamos dentro y qué vamos a ser capaces de dar. Cuando tengo uno de esos días lo primero que hago es preguntarme qué es lo realmente importante en mi vida y por lo que verdaderamente he de preocuparme. Y es justo en ese instante, cuando encontramos la respuesta a esa pregunta (sumamente fácil, no nos engañemos) cuando comenzamos a soltar ese pesado lastre que hemos ido soportando sobre nuestra espalda. Ahí empieza la remontada.
Y a partir de ahí, todo es sumar. No obstante, es innegable que cuando se tambalea uno de esos pilares básicos sobre los que construimos nuestra aventura, no resulta todo tan sencillo. Cuando falta la salud y no acabas de ver la luz al final del túnel, cuando las personas que nos rodean sufren, a veces nos fallan las fuerzas, buscamos respuestas que no llegan y nos hacemos preguntas que no nos atrevemos a contestar. Pero aun en esos casos, debemos ser capaces de marcar la diferencia y dar un paso más cuando el camino parece haber terminado, mirar cuando nadie abre los ojos y, por encima de todo, mostrar todo el cariño y todo lo que queremos a las personas que realmente nos importan, cada día, cada segundo. Porque eso es lo realmente importante en nuestra vida. Y hagámoslo siempre, cueste lo que cueste, en el día más feliz y redondo o…en uno de estos días.