Decenas de cargos de la izquierda balear se rasgan las vestiduras con la confirmación, por parte del Tribunal Supremo, de la condena a prisión que la Audiencia Nacional impuso al rapero mallorquín conocido 'artísticamente' como Valtonyc.
De primeras, pienso que a cualquiera con un mínimo de sentido común y espríritu democrático debe producirle náuseas la apelación al derecho fundamental a la libertad de expresión para tratar de amparar las barbaridades con que semejante personaje aderezaba los versos de su 'arte'. Y les reconozco que hablo de oído, precisamente porque me he entretenido en buscar y escuchar sus creaciones, algunas de ellas difundidas en el afamado programa La Tuerka, del insigne Pablo Iglesias, precisamente otro de los indignados por el hecho de que, en España, se haga cumplir la ley.
Pero, no se engañen, esta izquierda no defiende ninguna libertad de expresión, en realidad en los países donde hace décadas que gobierna, la lbertad de expresión no ha existido jamás. Nuestro renovado frente popular tan solo está reaccionando contra el incalificable 'ataque' de los jueces del Supremo, al considerar al Sr. Josep Miquel Arenas uno de los suyos, uno de sus jóvenes gudaris o, cuando menos, uno de sus chicos descarriados, cuyo 'arte' puede ser criticable, pero que, en el fondo, es un buen chaval y tal.
Y, claro, 'uno de los nuestros', indiscutiblemente ha de poseer la prerrogativa de amenazar de muerte a quienes nos caen mal, de ultrajar a las víctimas del terrorismo de ETA y los GRAPO, o de buscar circunstancias personales en la biografía de Juan Carlos de Borbón para tratar de dañar no ya su dignidad como el jefe del estado que fue, sino, simplemente, como el ser humano que todavía es. Y, si no se puede, es obvio que estamos en un estado policial, fascista, franquista, neoliberal, pepero, reaccionario, falangista (¿me dejo alguna?).
Cuando Podem, Més y el PSIB invocan la libertad de expresión para tratar de cobijar al cachorro rebelde, consciente o inconscientemente -quiero pensar que lo segundo- se hacen solidarios de sus amenazas de muerte a quienes no piensan como él por simple divergencia ideológica, y se convierten en colegas de sus 'alegres' celebraciones por la muerte de guardias civiles reventados por el amonal etarra (206 adultos, más algunos de sus hijos), y en partícipes de su mofa del secuestro de Publio Cordón, y comprensivos de su infame calumnia hacia la persona del exmonarca, insinuando con alevoso escarnio que, siendo un adolescente, asesinó a su hermano Alfonso.
¿Libertad de expresión? En la Alemania nazi también existía esta clase de 'libertad' de expresión. Porque si tu objetivo era un judío, obviamente podías insultarle, escupirle, arruinarle, destrozarle la hacienda, y no sigo más, porque ustedes ya saben cómo terminó la historia.
Les propongo que hagan la prueba de la 'libertad' de expresión. Recopilen en las redes las letras que han llevado a Valtonyc a prisión y lleven a cabo este ejercicio: En cada estrofa, allá donde ponga 'Jorge Campos', 'el Borbón', 'Carrero Blanco', 'guardias civiles', 'Montoro', 'Publio Cordón', 'Bauzá', etc..., coloquen ustedes el nombre de un ser querido, de un miembro de su familia fallecido tempranamente, de sus padres, de sus hijos, de un amigo ausente de quien les cueste especialmente hablar sin un nudo en la garganta o sin contener el llanto. Y luego me cuentan qué tanto les ha gustado esa experiencia de la 'libertad' de expresión que cacarea una parte oportunista, sectaria e hipócrita de nuestra izquierda.
Que los bolivarianos de Podemos y su franquicia balear, o que grupúsculos estalinistas como Arran defiendan esta basura es comprensible, porque forma parte de su ADN ideológico y, sinceramente, no esperaba nada distinto. En cambio, que Més se solidarize con Valtonyc, que sus cargos se fotografíen con este delincuente, o que utilicen las instituciones para montar numeritos en su apoyo solo demuestra el gigantesco desnortamiento de los econacionalistas, otrora con vitola de cultos y moderados.
Pero, sobre todo, que haya cargos del PSIB, de nuestro histórico PSOE, brillante coprotagonista de nuestra transición democrática, que viste de luto los muros de sus sedes con el recuerdo de 11 militantes socialistas cobardemente asesinados por ETA, que se muestren comprensivos con el 'artista' responsable de tanta violencia verbal y tanto dolor en los corazones de sus víctimas, provoca tristeza, una inmensa tristeza.