Vuelta al cole con obras

No tengo hijos ni nietos en edad escolar en Palma, tengo dos en Barcelona, pero vivo en la zona del Pueblo Español, en Son Cotoneret, así que padezco, como todos los vecinos, la invasión de nuestras calles dos veces al día por las hordas de vehículos en los que padres o madres acompañan o recogen a sus vástagos de las escuelas cercanas. Esta ocupación masiva, que se realiza con total desprecio hacia los residentes, en la que señoras y señores que, con toda probabilidad, son en su inmensa mayoría personas educadas, razonables y equilibradas, se convierten en energúmenos que aparcan en doble y triple fila, realizan maniobras prohibidas, interrumpen el tráfico con tertulias de coche a coche, y consienten que sus hijos, a veces ellos mismos, dejen las calles llenas de residuos de envoltorios de bollería industrial, chucherías, chicles o similares, nos hace recordar con “cariño” a las preclaras mentes de urbanistas y políticos que concibieron y perpetraron el monumental desatino de concentrar en una sola zona de la ciudad ocho o diez colegios y, con ellos, miles de alumnos y algunos cientos de profesores.

Este curso el inicio va a ser aun más complicado porque en Son Espanyolet y Son Cotoneret estamos de obras, con muchas calles levantadas y cortadas para sustituir las cañerías del agua potable. A cuatro días del comienzo de la invasión, perdón, del curso escolar, el viernes once, parece que han acabado las obras en la avenida Picasso, dejando, por supuesto, el asfalto hecho unos zorros, que ya se verá como resiste cuando lleguen las lluvias, pero la calle Son Espanyolet y la cuesta de la clínica Juaneda siguen de obras y cortadas en sentido descendente. Ignoro si las obras se acabarán y la calle se abrirá antes del viernes. Pero incluso si es así, muchas calles secundarias continuarán cerradas, de modo que no es imposible que nos encontremos con el follón circulatorio habitual transmutado en pandemónium.  Menos mal que la previsión meteorológica, de momento, no espera lluvia para el viernes once, porque de coincidir el inicio de curso, además de con las obras, con precipitaciones, la situación podría degenerar en dantesca.

En fin, yo el viernes por la mañana pienso salir hacia el hospital media hora antes y, por la tarde, atrincherarme en casa hasta las ocho, a fin de evitar la turbamulta, especialmente peligrosa el primer día, cuando el reencuentro después de dos meses largos conlleva saludos, coloquios y corrillos más numerosos y prolongados de lo que será habitual a medida que el curso avance.

 

 

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