Cada paso que trasciende desde el hermetismo en que se ha instalado la comunicación del Mallorca, tan alejada de la realidad como de su propia afición, confirma los peores presagios acerca de su gestión.
Los fichajes que suenan más ilusionantes –Limones, Golobart, Fran Pérez, Galart, etc- huyen de la oferta que se les traslada como si la recibieran del mismísimo infierno, nada nuevo bajo el sol de los lectores de este “Cristal”. Aquí no quiere venir ni el tato. Mientras la mayoría de profesionales de la plantilla salen hacia otros destinos, en los que algunos incluso destacarán como ya ha sucedido antes con otros de sus antiguos compañeros, las cinco incorporaciones anunciadas no ilusionan a nadie. Siempre futbolistas con la carta de libertad en el bolsillo, condición sine qua non por encima de sus cualidades. Por si faltara la guinda, Son Moix solamente abrirá la mitad de su aforo, -y aún sobra-, como un regreso a la realidad negada durante todo el año pese al gentil obsequio de localidades en los últimos partidos del calendario.
En tales circunstancias, ¿qué se espera vender al poco mallorquinismo que va quedando?. Por mucho que prometiera el nuevo entrenador, Vicente Moreno, las vigentes decisiones encajan más en el concepto de competir emitido por Maheta Molango que en el de ascender. Eso si, por otros sueldos y embajadores que no quede. Y como reza la publicidad de cierto establecimiento comercial: “yo no soy tonto”
