Queridos y queridas biznietos y biznietas, colegas todos y todas:
Cuando leáis esta carta en vuestro iPhone 723, estaréis viviendo allá por los años 2067 del Señor (¿que de qué señor? Coño, troncos, de Nuestro Señor Jesucristo; ¿de quien va a ser? ¡Ya os lo cuento otro día!). En vuestra escuela “15 de Mayo” os van a explicar Historia Premoderna y seguro que os cuentan los hechos más relevantes de los últimos cincuenta años. Os relatarán cómo a partir del año 2016 -cuando os escribo estas notas- las presidencias de Estados Unidos se fueron alternando entre las esposas de los expresidentes; así, Hillary Clinton, Michelle Obama, Melania Trump y otras tantas; os harán saber que Fidel Castro no murió con las botas puestas sino con sus zapatillas deportivas y su viejo chándal (así fue enterrado; de esta guisa); que hubo una especie de agrupación vecinal -después disuelta- que se llamaba Comunidad Europea (los británicos fueron los primeros que abandonaron el barco; los catalanes, los segundos). ¿Que quiénes fueron los catalanes? ¡Joder, tíos, qué nivel tan bajo que exhibís! Vale, os lo resumo: se trata de los antiguos habitantes del nordeste del Reino de España que -después de celebrar su 50º referéndum de autodeterminación (siempre en 9 de noviembre)- fueron disueltos y dispersados por la Guardia Civil (¡no, ahora no! La Guardia Civil la explico en otra carta, por favor) y tuvieron que emigrar a otros puntos del planeta donde se les acogió como refugiados, junto a los sirianos que, como sabréis, deben de seguir huyendo de la guerra que todavía atenaza a su país. Por su parte, España, más unida y más indisoluble que nunca, siguió con el ritmo marcado desde 2015: los años pares, gobierno en minoría y los años nones gobiernos en funciones. Ahora mismo -y eso lo debéis de saber mejor vosotros- sólo conoceréis a Felipe González (¡ya estamos otra vez! Sí, hombre, os sonará: el marido de Susanita Díaz, una andaluza de armas tomar que, una vez retirada de la política, dedicó su tiempo al Sálvame de Tele5 y a los documentales de la 2).
Bueno, rapaces, así funciona la Historia. Pero no era esto lo que os quería contar. El acontecimiento histórico más relevante de todo el siglo XXI (¡Anda ya, que os zurzan! Pedid a vuestros maestros que os enseñen los números romanos) fue lo ocurrido en Madrid un primero de octubre (Día del Caudillo) en la calle de Ferraz -entre Conde Duque y el Parque del Oeste, en pleno Argüelles- justo en un edificio que era la sede de uno de los bipartidos más importantes desde la Transición (acción y efecto de pasar de un modo de ser o estar a otro distinto; o sea, el cambio del régimen franquista a la democracia; es decir, un ejemplo para aquellos que vociferan continuamente que las leyes son para cumplirlas y que no se pueden saltar a la torera (modo de trabajo de unos hombres que se enfentaban a unos animales muy grandes, negruzcos y cornudos, ellos) la legislación vigente que, en aquel momento se denominaba “Principios Fundamentales del Movimiento” (no, no se trata de que el movimiento se demuestre andando, pero casi); pues sí, niñatos, se pasaron las leyes por el forro y aquí paz y después gloria). Lamento advertiros que ya casi no me queda tinta en la pluma (artilugio que... ¡venga, leche, que ando escaso de tinta) y, por lo tanto, no tengo ni tiempo ni espacio para poderos dar detalles de lo sucedido en la calle de Valentín Ferraz, exalcalde de Madrid. Fue espectacular, os lo juro por mi madre, que Dios la tenga en su gloria.
¡El motín de Esquilache, pura tontería! Hubo -como en todas las contiendas fratricidas que se precien- dos bandos: los buenos y los malos. Los buenos eran mediocres; los malos, también, pero jugaban con más putería. Los buenos estaban capitaneados por un pobre bonachón -guapo, eso sí- que jugó mal sus cartas, aunque quedó como un señor con su coherencia a cuestas; el lema de su enseña proclamaba “no es no”. A los otros, a los malos, se les tachó de traición y alevosía; dieron un golpe marrullero, tramposo, taimado y truhan: todo zorro, muy zorro. Su comandante en jefe era un anciano, un vejestorio político senil, caduco y carrozón y su dama de honor una lozana andaluza frondosa ella y rozagante a tope. En su emblema lucía la palabra “abstención o muerte”. Ya lo estudiaréis cuando lleguéis a esta lección pero, ya puestos, os adelanto que ganaron los malos, como en las películas; y sólo se despeinaron un poquito, lo justo.
Queridos mozos y mozas:
Desde mi nicho celestial os deseo lo mejor. Sed buenos y haced caso de vuestros ancestros. No os metáis en política, por si acaso. Ahora bien, si entráis, una vez dentro, no salgáis. Amparaos en la vieja tradición española de antes morir que dimitir; y si conseguís un escaño leed obligatoriamente las memorias de una tal Rita Barberá, una crack de mucho cuidado. Las memorias se titulan Una vida chupi guay y están editadas por la COPE. (¿Otra vez? ¿que qué es la COPE?).
¡Sed felices, queridísimos y queridísimas biznietos y biznietas!
Besos.