La situación política de Aina Calvo es agónica y acabará la legislatura de la peor manera posible. Acusada de beneficiarse de los votos comprados por UM, algo que se sabía cuando fue elegida alcaldesa de Palma, está en una situación tan minoritaria que cualquiera en su lugar dimitiría aunque resten pocos meses para las elecciones. La marcha de la edil Joana Maria Borrás al grupo mixto confirma que ni Calvo es tan demócrata como nos intenta vender y que no tiene el menor pudor de seguir en el cargo con apenas diez concejales, a mucha distancia del partido más votado. Calvo no es una demócrata ejemplar por la sencilla razón de que, según Borrás, gobierna en contra de algunos concejales de su gobierno y sin escuchar a los ciudadanos (véase el ejemplo de Blanquerna). El habitual "buenismo" de Calvo ha quedado al descubierto y en estas elecciones sí sabemos perfectamente cómo actúa la alcaldesa de Palma, sectaria, vengativa y sin un proyecto de ciudad que ilusione a los ciudadanos. No le doy demasiada vida política a Calvo, aunque todavía estoy a la espera de conocer las propuestas políticas del candidato del PP, Mateu Isern.
