He sido y sigo siendo un gran partidario de la alegría. Creo, sinceramente, que el concepto en el que se basa el sentimiento de la alegría es altamente positivo. Ustedes me dirán: “oiga usted, colega, esto que acaba de escribir es una chorrada más elevada que la negación de la existencia de una trama civil en el fallido golpe de estado del 23F”. Pués, la verdad, sí, es una chorrada inmensa, enorme, colosal, pero no por esto deja de ser una evidencia; y ya está bien de prohibir a las evidencias ser parte de la realidad.
La alegría, por definición, es alegre. Y ustedes, nuevamente se quejarán por tamaña redundancia. Un servidor está absolutamente harto del hecho de que en la definición de un vocablo nunca, jamás, se debe permitir que aparezca la palabra definida, es decir, el objeto de dicha definición; esta norma – y ya es hora de que empecemos a cuestionar las normas (y por extensión las leyes)- no tiene, actualmente, ninguna validez. ¿Por qué motivo no está bien visto expresar la palabra definida en una definición cuando, en realidad, es la mejor opción que existe para nuestro entendimiento humano?
La alegría es un estado de ánimo normalmente contrapuesto a la tristeza. Me parece que con esto ya está todo dicho. Hay personas que confunden alegría con risas, jolgorio, botellón de Playa de Palma, e incluso con el famoso mamading o las abobinables fiestas sorpresa; pues no, la verdad. La alegría suele ser sutil, delicada, extremadamente sensible, fruto de un instante en el que un individuo recrea, momentaneamente, una ligera convulsión de orden satisfactorio; he dicho satisfactorio, no placentero. Este sentimiento es, siempre, individual. No existe la alegria colectiva, no es compartible. Cuando uno copula (o copulaba, vamos) no siente alegría; siente placer y, sobre todo eso que ahora llaman empatía.
¿Es la sonrisa la forma externa, la manifestación abierta de la alegría? No sabría responder a esta inteligente pregunta. En todo caso si no lo es se le acerca bastante. Es cierto que, en las situaciones en las que la persona advierte una clara ausencia de dolor, no necesariamente va por el mundo sonriendo. Desde mi punto de vista, la sonrisa es algo muy personal y, en cantidad de ocasiones, refleja una posición de cinismo difícil de advertir para el resto de los humanos. La alegría es neutra y eso que dicen algunos de que se contagia es radicalmente falso. Se contagia la risa, así como los bostezos y las ganas de decir gilipolleces, pero la alegría se concentra en el interior del alma y se mantiene plácida y sensorialmente atenuada.
Puede, lo admito, que esta serie de reflexiones hayan sido pensadas bajo el amenazante clima de calor que estamos sufriendo los ciudadanos de bien; así y todo, en nuestro mundo mediterráneo – tan dado a las explosiones de júbilo innecesarias y a la estupidez normativa- creo que le convendría, de vez en cuando, realizar prospecciones mentales que nos ayuden a cultivar un cierto grado de civilización, si pudiera ser, luterana.
¡Que ustedes lo pasen bien!
Autor: mallorcadiario.com