Algunas reflexiones

Yo no he sido. Tengo un amigo que en su X (antiguo twitter), utiliza esta tarjeta de presentación: Yo no he sido o yo no tengo la culpa. Con un par, sí señor. Admitirlo ya es reconocer la culpa, aunque atufe a narcisismo. Significa que ya uno tiene cierta elaboración cognitiva de la culpa y que el lóbulo frontal no funciona como el de un adolescente ávido de sensaciones, en pleno desmadre hormonal y con una sinfonía límbica estridente y desafinada. Ya sabe “Convengamos que entre los seudo líderes políticos que a la sazón nos están complicando la vida (si ya saben, la rutina ordinaria), la estrategia que sobresale es “nosotros no hemos sido”. Nunca se sienten culpables ni responsables cuando les pillas en el renuncio, más flagrante.  Y últimamente tenemos sobredosis Lo cual es intrínseco a la caracteropatia que les hace sobresalir. No son psicópatas pero sí que se les puede catalogar como caracteropatas. La caracteropatia les ayuda a sobresalir y eso es muy adaptativo en la contienda política actual. Son expertos en alimentar la polarización, gozan con ella, están en continuo onanismo compulsivo, que nunca les sacia. No aprenden de las crisis, ni por supuesto cambian, pasan por su lado y no sólo no aprenden de ellas sino que se vuelven más rígidos. Pero ya venían de serie así. Los dados ya estaban echados. Predisposición genética, ambioma familiar complejo, carencias yoicas importantes y escaso podaje neuronal en la pubertad. Estos son los ingredientes. Los caracterópatas se imponen por sobre los demás; tienen rasgos inflexibles de personalidad, que los lleva a creerse dueños de la verdad absoluta y tienen poca o nula capacidad para reírse de sí mismos. Mucho menos aceptan que otros lo hagan. De allí que lleven tan mal el chiste político. Ahí los cazas, porque la tensión masetera y la mirada miedosa y resentida les delata.  Pero no hay que olvidarse que un caracteropata se empodera con la sumisión del grupo, que le sigue, cuál bautista de Hamelin y al que acaba tiranizando y fagocitando. Nada nuevo bajo el cielo, viejos perros con nuevos collares. Ni siquiera es original.

Sobre la banalización del consumo de marihuana

Está probadísimo que la marihuana genera daño cerebral, produce estragos en el cerebro de muchos adolescentes, con graves consecuencias vitales y gran sufrimiento familiar.  El mensaje científico debe de sustituir y prevalecer sobre el marketing desfasado, anacrónico pero eficaz de los” banalizadores popes cannábicos .Conviene aquí recordar a Bob Marley. El sufrió cuatro cánceres primarios a raíz del consumo de marihuana. Resulta paradójico que el famoso ídolo, que era un genio -y no por la marihuana, sino a pesar de ella- y que decía que estaba todo bien fumándola, haya muerto joven precisamente por las complicaciones que le produjo ese consumo.

Hoy están demostrados los efectos neurotóxicos a corto, medio y largo plazo de ambas drogas. El cannabis es un factor de riesgo para desarrollar de forma precoz la esquizofrenia y otros trastornos psicóticos, así como cuadros de apatía, desmotivación y depresión. Los psiquiatras y los médicos expertos en conductas adictivas, vemos cada vez más pacientes que padecen patología mental grave y que consumen drogas, lo que evidentemente aumenta el mal pronóstico y el deterioro (más de la mitad de esquizofrénicos y bipolares). En la adolescencia hay un intensivo” podaje” neuronal, que determina  que el adolescente  tenga  comportamientos y cambios  de una “lógica” particular, que tanto nos estresan a los padres y donde el efecto Asch (miedo al rechazo y mucha debilidad ante la presión grupal),es muy intenso , y donde la búsqueda  del  “calor del establo” es una gran necesidad .En esta búsqueda de la entactogenesis , (el abrazo, el sentirse mejor con los otros,, el buen rollo, lo colectivo sobre lo individual), muchos adolescentes aficionados al éxtasis y otras drogas, ignoran que inician una excursión, desgraciadamente  y con frecuencia sin retorno. Es preciso reinventar el vínculo educativo y delimitar nuestro posicionamiento ante   las adicciones tóxicas y psicológicas en auge. No existe la adolescencia, existe el adolescente, que además interactúa en un contexto determinado en una sociedad compleja y cambiante. El adolescente convoca a ejercer la función educativa. Por cierto aprovecho aquí para agradecer la labor y la gran tarea de las excelentes unidades de Conductas adictivas y el Proyecto hombre, cuya labor incansable ha supuesto un faro de luz y un camino de esperanza para muchos enfermos y sus familias.

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