Rafa Nadal ya entrena con Carlos Moyá. No sé dónde empieza la labor de su nuevo entrenador ni si además de ejercitarse en pista tendrá voz y voto en la toma de decisiones. La primera impresión, confirmada por su ausencia en Abu Dabi apunta a un mayor esponjamiento de su calendario, una necesidad a la que ya hace algunas temporadas se aplica con sentido común el incombustible e inconmensurable Roger Federer.
Bajo la dirección del tio Toni el actual líder del ranking ATP -posición que en julio de 2015 no parecía que pudiera recuperar de nuevo- aprendió mucho como ser humano, pero sin perder las facultades físicas y mentales que le han proporcionado sus mayores triunfos, por encima incluso de su técnica. Y esto tiene que cambiar porque la relativa frecuencia de sus lesiones crónicas es probable que tuviera relación directa con una temprana sobrecarga de su actividad profesional.
El año que está a punto de terminar ha sido uno de los más brillantes de su carrera, sino el que más. Pero tampoco podemos pasar por alto que las sucesivas bajas de Murray, Djokovic, Cilic y ocasionalmente otros rivales, ha allanado un camino que cada vez se hace más duro para todos. Y Rafa ya no necesita inscribirse en todo cuanto torneo se organice, salvo por cuestiones sentimentales, caso del Godó, ya que no económicas.
Tampoco creo que se sienta presionado por los puntos que se verá obligado a defender en pos de mantenerse el primer clasificado. Su fama ya ha sido librada y nadie le bajará de su escalón en el olimpo del tenis. Pero si, son distintas cuestiones a considerar y de ahí la pregunta inicial de este “Cristal”. La estrategia y la planificación piden paso.







