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Durante lo que ahora se viene en llamar como ‘primera ola’ de la gravísima pandemia causada por el virus Covid 19, la propia inexperiencia, la sorpresa y el pasmo por su aparición ocultaron, de alguna manera, los sentimientos íntimos de los ciudadanos, potenciales víctimas de las malas artes del bicho
Conozco al artista y productor Josep María Mainat desde hace, aproximadamente, la friolera cifra de cincuenta años. Le conozco bien; muy bien. Allá por el año del Señor 1970, asistí a la presentación del nuevo grupo musical bautizado como “La Trinca”. Actuaron de teloneros de un recital de Joan Manuel
Lo cierto es que -a medida que voy cumpliendo, religiosamente o no, años y más años- me voy dando cuenta del distanciamiento que me separa del resto de la sociedad. Creo que no he alcanzado todavía la categoría de asocial (que no “antisocial”) pero, vamos, el recorrido hasta la meta
Vengo, de serie, con una visión netamente optimista sobre el mundo y su entorno. Ya, de nacimiento, me adherí firmemente a la célebre frase acuñada por el gran poeta asturiano Ramón María de las Mercedes Pérez de Campoamor y Campoosorio que reza: “Y es que en el mundo traidor/nada hay
Lo que está pasando en la capital española en los últimos tiempos es, realmente, muy fuerte. Incluso me atrevería a escribir (y así lo hago) que están sucediendo cosas inauditas. Vale aquello del viejo castellano: cosas veredes. Nota: aunque casi todo el mundo cree que estas dos palabras provienen del
Este país, al que solemos llamar España, está atravesando un momento sumamente delicado. De la noche a la mañana, aparece entre nosotros un virus que lo pone todo, o casi todo, patas arriba. Debo pensar -me obligo a ello- que este allanamiento de morada, de moradas todas, vamos, producido por
He disfrutado del inmenso placer de degustar Segovia durante toda una semana. Solo -por aquello de que vale mas solo que mal acompañado- he disfrutado de siete días, siete (en puro léxico taurino) en esta magnífica ciudad castellana, cuna de tanta cultura y estandarte de una civilización que perdura en
Hubo un tiempo, ya lejano, en el que llegué a creer en la humanidad. Bueno, en realidad, no sabía exactamente lo que significaba esta palabra; de hecho, abarca una tal inmensidad que uno cae en una confusión tremenda y pierde todo contacto con la realidad. Y por si esto fuera
Yo no se, queridos lectores, si a ustedes les ocurre lo mismo que a mi o no. Desde luego, no me estoy refiriendo a nada trascendente que pueda cambiarles su prefijada mentalidad. Se trata, sólo, de una percepción que invade mi mente y que, indolora, se pasea por mi cerebro
De entrada, debo confesar que no soy especialmente aficionado al fútbol. De hecho, de entre casi todos los deportes existentes sólo me interesa el tenis; primero, por haberlo jugado durante muchos años y, en segundo lugar, porque me parece vistoso y emocionante cuando lo veo en televisión. Lo que decía:
Soy de aquellas personas que tienden a compensar sus alegrías y sus disgustos. Uno, como casi todo los mortales, padece bajones y disfruta los subidones y, como buen diabético crónico necesita vigilar sus azúcares, tanto en lo que concierne a la excesiva subida como en lo que se refiere a
Ustedes me perdonarán por si me meto donde no me llaman, cosa que suelo realizar de manera harto habitual en mi vida cotidiana. Ni soy abogado, ni he cursado estudios de derecho, ni tengo pajolera idea de jurisprudencia, ni nada de nada. Me tengo por un simple espectador de la