Autodestrucción

El proceso degenerativo que vive el Mallorca, lejos de conocer límite, ha entrado de lleno en el vestuario. El ruido de las balas que llega de las oficinas se ha colado en el santuario de los futbolistas y eso ha viciado tanto el ambiente que empieza a resultar irrespirable. Jugadores con ganas de salir del club, otros superados por los acontecimientos, algunos pensando en que venza cuanto antes su cesión… Los hay simplemente a los que su calidad no les alcanza para jugar a este nivel. Así, el mapa del Mallorca está lleno de trazas sin sentido alguno. Podrán vociferar que tratan de aislarse de lo que se negocia en la planta noble, pero eso es absolutamente incierto. ¿Acaso no notaron que durante los primeros minutos el campo parecía un cementerio? ¿Dónde estaban los que animaban? ¿Qué hacía el míster metido en un Consejo de Administración? Puestos a ser algo apocalípticos, a esta entidad apenas le quedan dos salidas: ascender o desaparecer. Es evidente que el actual escenario es el peor para recuperar la categoría y muy propicio para que el club se vaya al garete, por más que unos y otros se empeñen en vender normalidad. La primera vuelta se ha cerrado en lo deportivo con sombras negras y en lo institucional con la sensación de que lo peor está por llegar. Y ahora ya ni siquiera le podremos echar la culpa de todo a Geromel.

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