Baraja nueva

4.000 personas pidiendo a grito pelado la dimisión de Francina Armengol, en plena calle en un día frío de invierno, es un hecho que va más allá de una simple reivindicación económica de un colectivo. Es mucho más. Especialmente por las consecuencias que trajo dicha manifestación, celebrada el pasado martes a pesar de la prohibición expresa de la Delegación del Gobierno en Baleares.

De entrada, es una prueba explícita de la desesperación de la gente de la calle, de la gente normal, tras diez meses de confinamientos, restricciones y cierres a causa de la pandemia. Es un mensaje que Armengol debe tener muy presente a partir de ahora porque demuestra que vivía muy cómoda instalada en su burbuja y acostumbrada a prohibir, prohibir y prohibir como única receta para hacer frente a la pandemia. Es algo más que desafección. Es cabreo generalizado. Y no solo de los hosteleros, porque en la protesta había empresarios y trabajadores del sector pero también empleados de hoteles, ocio, empresas de distribución, gimnasios y otros muchos afectados por la acumulación de restricciones, siempre sin ayudas compensatorias.

Armengol le ha visto por primera vez las orejas al lobo. Seguro que se ha preguntado si hoy volvería a tener la mayoría necesaria para gobernar en unas hipotéticas elecciones. Por primera vez ha dudado y ha pensado que quizás la nota hoy sería un suspenso.

Debe tomar nota porque la recuperación puede que no llegue ni siquiera en este 2021 y la crispación puede ir en aumento en un futuro no muy lejano. Y el ‘caso Hat’ la puede acompañar para siempre.

Quizás por todo ello, su Govern ha abierto la mano y ha aceptado reunirse con los convocantes de la manifestación y a aprobar unas ayudas de 1.500 euros al mes por cada establecimiento cerrado por sus medidas. Respuesta del todo insuficiente, por otro lado.

Pero hay otros que también deben tomar nota de la movilización del pasado martes. Los sindicatos, por ejemplo. Ni convocaron ni participaron de la protesta. Y ahí había básicamente trabajadores. CCOO y UGT han estado desaparecidos durante estos 10 meses de crisis sanitaria, económica y social, justo un escenario en el que se espera de ellos ser el altavoz de los más perjudicados. Sin embargo, se han limitado a ir a reuniones y claudicar con todo. Las subvenciones públicas mandan y no tener en peligro a liberados y delegados sindicales es un alivio que les permite seguir en su zona de confort. Hubo una manifestación empresarial y trabajadora ignorando a unos sindicatos invisibles y que han resultado ser inútiles hasta la fecha.

Y por último están las patronales empresariales. Diez meses formando parte -como los sindicatos- del comité de recuperación con el Govern, pero ni una sola victoria. Es más, el Govern no siempre fue transparente con ellos a la hora de preparar medidas restrictivas. La manifestación se organizó pasándoles por encima. Para completar el ‘jaque’, el Govern accedió a reunirse con los organizadores de la manifestación. ¿Qué peso tienen ahora PIMEM y CAEB-Restauración?. ¿Qué peso tienen para el Govern? ¿Qué peso tienen para el sector?

Baraja nueva. Siguiente partida.

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