Desde Pimeco llevamos tiempo lanzando un mensaje claro a la ciudadanía, pensar en el pequeño comercio cuando llega el momento de comprar. No lo hacemos por romanticismo ni por costumbre, lo hacemos porque es una cuestión de equilibrio económico, social y urbano, y porque el pequeño comercio es mejor.
El pequeño comercio no compite en igualdad de condiciones. No puede hacerlo. Frente a grandes plataformas digitales y grandes superficies con economías de escala, ventajas fiscales, logística global y márgenes imposibles de replicar, la tienda de barrio y el comercio de pueblo juegan otra liga, donde lo que cuenta es la cercanía, el servicio, la confianza y el compromiso con el entorno, incluso muchas veces también el precio.
Cada compra en una tienda local tiene un impacto que va mucho más allá del producto. Mantiene empleo, sostiene familias, da vida a las calles y aporta seguridad y actividad a barrios y pueblos. Donde hay comercio hay luz, hay movimiento y hay comunidad. Donde desaparece, llegan los locales cerrados, las persianas bajadas y la pérdida de identidad.
Desde PIMECO impulsamos campañas precisamente para recordar esto. Campañas que no solo buscan concienciar, sino también hacer de tractor del consumo local. Comprar en el pequeño comercio es una decisión cotidiana que suma. Es elegir que el dinero se quede en casa, que vuelva en forma de servicios, de empleo y de vida urbana. Es apostar por un modelo de ciudad y de pueblo vivo, frente a uno vacío y dependiente.
El pequeño comercio ofrece algo que ninguna plataforma puede replicar, el trato humano. La persona que te conoce por tu nombre, que te asesora, que responde cuando hay un problema y que está ahí mañana. No hay algoritmo que sustituya la confianza, ni envío exprés que compense la pérdida de tejido local.
Las grandes plataformas no mantienen viva tu ciudad, tu barrio o tu pueblo.
Por eso insistimos. Por eso repetimos el mensaje. Por eso hacemos campañas para que la sociedad entienda que sin comercio local no hay ciudad, no hay pueblo y no hay economía cercana. Defender el pequeño comercio no es ir contra nadie, es estar a favor de todos.
Comprar en tu tienda de barrio, en la tienda de tu pueblo, es una elección sencilla pero poderosa. Es un gesto cotidiano que protege empleo, cohesión social y vida urbana. Es, en definitiva, una forma directa de cuidar lo que somos.
Y eso, hoy más que nunca, importa.





