En la tarde de ayer se escenificó ante Catalá, Sánchez y Puig el nuevo cambio de color en la decoración del Consolat, porque en la Lonja no había sitio. Es la voluntad inequívoca de la gente que, por sexta vez consecutiva, ha relevado el gobierno autonómico y cuyo último resultado empezará a notarse hoy mismo, aunque sea con carácter simbólico. El discurso de la nueva inquilina estuvo pletórico de referencias familiares e históricas, aplausos y críticas a su predecesor. Después llegarán las reformas de calado o superficiales, algunos gestos y las previsibles tensiones, pero hasta el epílogo estará presente el léxico de siempre, con empaquetado nuevo, que promueve el inestable flanco izquierdo del cuatripartito, si nos atenemos al número de grupos parlamentarios que lo componen.
Élites, oligarquías, desigualdad, transparencia, clases oprimidas, pueblo, justicia, castas, caciquismo, corrupción, dignidad, imperialismo, libertad, rescate social y toda clase de derechos que se arrogan las izquierdas serán vocablos que nos acostumbraremos a escuchar como un mantra, pero con preeminencia para las tres palabras que se llevarán el liderazgo del nuevo diccionario político siniestro: “público”, “consenso” y “calidad”.
A partir de ahora, sabremos cómo los nuevos empleos que se crearán, y aquellos que se han promovido por culpa de la nefasta política popular, van a ser puestos de trabajo dignos y de calidad. También la enseñanza será incomparable con todo lo que nos han impuesto desde la más recalcitrante y sectaria visión conservadora, por lo que nuestros hijos van a adquirir competencias en comunicación lingüística, sin que mermen sus otras áreas del conocimiento y, sobre todo, sin la segregación que supone el riesgo de la educación diferenciada o aquella que por concierto (ante la falta de oferta real) pueda dejar en evidencia la funcionarial vocación docente; además, logrando el concierto absoluto de la comunidad educativa, que necesita poco esfuerzo para ponerse de acuerdo, si el que gobierna adopta sus criterios. Tampoco la medicina quedará libre del enrasamiento de la estrategia marxista y pondremos un cinturón sanitario a las infraestructuras privadas, para que nadie pueda hacer comparaciones odiosas. No olvidemos a la oprobiosa banca, porque si no ceden su patrimonio para que los desahuciados tengan vivienda o los ciudadanos se resisten a pagar porque la hucha de su vida no tiene un inquilino solvente, la administración imprimirá billetes del Monopoly para que los constructores vendan lo que nadie les quiera comprar.
No se confundan: el paradigma, lo que será profesional, público y apenas nos costará será la televisión autonómica: por fin un canal plural, independiente, hablado en catalán normalizado y de CALIDAD. IB3 (ràdio y televisió – aún les falta la prensa-), tendrá el respaldo mayoritario de la sociedad y los partidos del arco parlamentario no cederán a la tentación de controlar el ente público. Esta vez sí, todos nuestros representantes lograrán el consenso, distanciamiento y respeto necesarios para hacerlo posible. Tan quimérico como encontrar un Sindic de Greuges que lo apoye una mayoría reforzada de la Cámara.
Les prometo que éste será mi último artículo agnóstico hasta que se cumplan los cien días de carencia para el nuevo ejecutivo. Puedo asegurarles que seré un entusiasta del nuevo régimen si consiguen que, además de grandilocuentes vocablos y algún gesto vacuo, logran que sepamos qué es lo que consideran válido y si coincide con lo que interpreta la gente, su pueblo. Entretanto, y hasta la apertura del tercer sobre (les hablaré de ellos más adelante), centraremos nuestra crítica hacia el jacobino centralismo, viendo en el gobierno de España el diablo con cuernos y el motivo de nuestra miseria, porque no nos dan lo que es nuestro.
Hasta el día de Sant Donís, no volveré a romper mi prudente respeto, pero mucho me temo que las dos Españas seguirán viendo después el vaso medio lleno o medio vació dependiendo del punto de vista mutuo y que mantendremos otra legislatura la tendencia a sentirnos insatisfechos por los resultados obtenidos. No solo porque distan mucho de ser lo que nos merecemos, sino porque apenas se parecerán a lo que nos prometieron.






