Estoy pasando unos días de descanso en El Muntanyà, cerca de Vic, gracias a la hospitalidad de mi hija y su pareja. Desde su casa disfruto de unas extraordinarias y relajantes vistas de las montañas circundantes, cubiertas de bosques de pinos carrascos, encinas, robles y pinos piñoneros. Esta zona es un paraíso para excursionistas, senderistas, ciclistas, practicantes de bicicleta de montaña y también, en las respectivas temporadas, para buscadores de setas y cazadores, tanto de caza menor como mayor, especialmente la caza del jabalí. Como no es temporada de setas y nunca he sido cazador, me conformo con una limitada actividad caminante, limitada porque hace mucho frío, especialmente para quienes estamos acostumbrados al clima benigno de Palma, frío acompañado estos días por fuertes rachas de viento, que lo hacen aun más desapacible, y el resto del tiempo lo dedico a leer y a holgar en el sentido del italiano "dolce far niente". Contemplando desde el ventanal del salón los bosques y acompañado de un vaso de un buen Islay single malt, me llegan desde el televisor noticias de los rifirrafes judiciales de la imputación de la infanta Cristina, que me producen un intenso malhumor y casi me estropean el descanso vacacional. Como ciudadano de a pie, la insistencia de la fiscalía en exculpar, en exonerar, a la infanta de cualquier responsabilidad en el caso por el que está siendo investigada, me causa desasosiego intelectual. En su discurso de Navidad de 2012 el rey dijo que todos debíamos ser iguales ante la ley, aunque se le olvidó añadir que a excepción de él, que es inimputable. Sin embargo, parece que la ciudadana Cristina de Borbón es un poco más igual que los demás, ya que goza del privilegio de tener una defensa gratuita, pagada por todos los ciudadanos, en la figura del fiscal. He leído que algunos fiscales han intentado explicar el comportamiento de su compañero en este caso diciendo que no es extraordinario que la fiscalía interponga recursos contra autos de imputación de un juez, pero amigos abogados y fiscales me han dicho todo lo contrario, esto es, que sí que es extraordinario e inhabitual. Además, esa es también la impresión que se extrae del seguimiento de la información judicial. Hay casos sangrantes de personas imputadas durante años con motivos muy débiles, o incluso con evidencias de que no hay razón para su imputación y no se conoce que la fiscalía se oponga a su mantenimiento y, mucho menos, que solicite el levantamiento de la misma, antes de que el juez finalice todas las actuaciones que considere oportunas. Y no hablo a humo de pajas sino por experiencia propia. Yo estuve más de tres años imputado en un sumario que finalmente se archivó, y en ningún momento el fiscal, de cuya actuación no tengo queja, se opuso a mi imputación. Dejó, como es lógico, que mi defensa la llevara mi abogado. En cualquier caso, si el gobierno, la fiscalía, la prensa monárquica o la casa real piensan que todo esto va en beneficio de la imagen de la infanta y de la monarquía están bien equivocados. Los mismos argumentos exculpatorios del fiscal, expuestos por los abogados defensores, que es su trabajo, habrían tenido un efecto mucho más positivo de cara a la opinión pública. Ahora mismo, el convencimiento que muchos tenemos de que la infanta está recibiendo un trato de privilegio por parte de algunas instancias del estado, incluso aunque no fuera cierto, es difícilmente reversible. Afortunadamente en esta zona del corazón de Catalunya el buen comer es una religión. Nada mejor para acabar con el mal humor que un buen pa de pagès con tomate y un aceite de oliva virgen extra, el compañero de mi hija me ha descubierto uno extraordinario de aceitunas de la variedad Farga procedente de olivos milenarios del Baix Maestrat, acompañado de los magníficos embutidos de la zona, "llonganisses, fuets, somalles i secallones, bulls, blanc, negre i de llengua, botifarres, blanca, negra i d'ou" y de los impresionantes quesos artesanos de leche de oveja y de cabra de las comarcas vecinas de La Garrotxa, El Ripollés, El Berguedà y La Cerdanya y todo bien regado con un buen vino, como los tintos de las D.O. Montsant y Terra Alta, donde manda la garnacha de cepas viejas, potentes y bien vinificados, al nivel de los Priorat y a precios mucho más asequibles. Y de postre un matò artesano con miel de la zona, de brezo, de castaño o de bosque, mieles espesas, oscuras, con un punto amargo, deliciosas.
