Según la última encuesta del CIS dada a conocer esta semana, el PP se mantiene como primera fuerza a diez puntos de ventaja del PSOE; Unidos Podemos, al que da un somero varapalo, se deja nada más y nada menos que cerca de dos puntos respecto al resultado obtenido el 26 de junio de 2016 y Ciudadanos pierde poco más de un punto y, por lo tanto, de celebrarse unas terceras elecciones el resultado sería muy similar al que arrojaron las urnas el pasado 26-J. Esto es, no solucionarían el bloqueo político en el que se encuentra el país; según los resultados, los socialistas no estarían siendo penalizados por la ciudadanía, por su negativa a apoyar un Gobierno del PP (serían los únicos que aumentarían su número de votos), ayudados por el fracaso del anunciado a bombo y platillo sorpasso que no se consumó.
El barómetro, el primero tras las elecciones del 26 de junio, apunta a que existe un estado de evidente enfado (cabreo, más bien) ciudadano con sus representantes: el 80% de los españoles desaprueba la situación política. La cifra es 13,2 puntos superior a la que había en mayo de 2011 (66,8%), cuando estalló el movimiento 15-M y el malestar con la política crece ahora que también forman parte de ella los partidos que en un principio capitalizaron aquel descontento: Podemos y Ciudadanos, sobre todo Podemos.
Hay una pregunta en el viento (is blowing in the wind), si estamos en niveles superiores de descontento a los que provocaron el movimiento de los indignados, ¿cómo se explica que la movilización social actual sea tan baja?, porque los datos revelan una caída brusca de la protesta social en 2015 que han caído un 27% en relación con 2014 y un 54% con relación al año 2013, año con el mayor número de protestas sociales.
¿Qué ha ocurrido para que el enfado se mantenga o incluso crezca a pesar de la irrupción de los nuevos partidos?, ha ocurrido que la aparición de una nueva oferta política, Podemos, ha servido para canalizar dentro de las instituciones ese descontento, aupando a muchos de los descontentos y de los indignados a los sillones de su tan denostada casta, donde se han asentado tan plácidamente olvidando de golpe y porrazo todas sus ofertas electorales que les han proporcionado tan pingües beneficios.
Ha ocurrido que Pablo Manuel Iglesias, el omnipotente secretario general de Podemos que ha reivindicado siempre a su formación como “el movimiento heredero” del 15-M, del que se cumplen ya más de cinco años y su “mejor expresión política”, ha logrado con sus mentiras, cambios de rumbo político, su egolatría y egocentrismo reconvertir el movimiento social de protesta y a la opinión pública más revolucionaria, rompedora y radical en unos reformistas más que moderados, acomodados y además silenciados por el sistema, (al que antes anatemizaban) dirigidos por los nuevos pastores de la verdad política a los que hay que idolatrar y que han adormecido al pueblo con su falaz dialéctica de pijo universitario.
Como ya escribí el pasado día tres de febrero: “Podemos, más que un partido, es una fábrica de eslóganes para entusiasmar, para engatusar y de crear respuestas para epatar y además con una prepotencia y una soberbia tal, que ni siquiera se preocupan de guardar las formas, careciendo de una clara autoridad moral que les permita erigirse en garantes de la más que necesaria higiene democrática patria, como pretenden en cada una de sus apariciones públicas”.
Recordemos de la mano de quién empezó a destacar Podemos, lo hizo de la mano de las televisiones privadas que están a las órdenes de las empresas del Ibex 35, había que contrarrestar y quitarle votos al PSOE, no fuera a ser que saltara de nuevo la liebre y el PP se cayera del paraíso monetario que les subvenciona a manos abiertas con nuestro dinero y que mejor que subvencionar a un grupo de piji progres, de hippies con visa oro, a esos tipos que se llenan la boca con “el obrero esto, los derechos del obrero o el obrero y su vida y milagros” y resulta que son niños de papa que no han currado en su vida, universitarios de chufla, pijos snobs que van de okupas y tienen dinero a espuertas o friki-perroflautas de esos metidos en todos los rollos sindicales mientras su papa tiene una empresa y contrata inmigrantes para explotarlos, a un grupo de desocupados (que no parados) con labia, con conocimientos suficientes para adormecer a los más radicales.
The answer, my friend, is blowing in the wind: Podemos ha domesticado a los radicales.




