El 30 de julio de 2009 había amanecido en Calvià como cualquier otro día de verano en la costa mallorquina. Era jueves. Los turistas más madrugadores se dirigían a las playas del municipio, algunas familias compraban en el súper o tomaban un refresco y los trabajadores de la hostelería o del pequeño comercio laboraban como cada jornada.
En los diarios y en los informativos, una de las noticias más destacadas aquella mañana era que el día anterior ETA había atentado contra la casa cuartel de la Guardia Civil en Burgos. Sin previo aviso, la banda terrorista había intentado provocar una masacre, haciendo explotar una furgoneta bomba a las cuatro de la madrugada ante el citado edificio. En el momento de la explosión, pernoctaban en la casa cuartel 117 personas, entre ellas 41 niños. Hubo más de sesenta personas heridas, pero milagrosamente ningún fallecido.
Nada hacía presagiar entonces que el delirio criminal de ETA volvería a hacerse presente a las pocas horas, en este caso ante las dependencias de la Guardia Civil en la calle Na Boira de Palmanova, con un atentado mortal consumado. Las víctimas serían los agentes Carlos Sáenz de Tejada García y Diego Salvá Lezaun, de 28 y 27 años de edad, que murieron minutos antes de las dos del mediodía tras explotar la bomba lapa con temporizador que un comando etarra había adosado previamente en su coche patrulla.
Las primeras llamadas anónimas que se recibieron en las redacciones y en las emisoras hablaban de manera genérica de que había habido una explosión en la calle Na Boira, pero aún no se sabía si se trataba de un atentado o no. En dicha calle se encontraban desde hacía ya algún tiempo unas dependencias provisionales de la Guardia Civil, aunque el cuartel principal u originario, ubicado en la calle Miquel dels Sants Oliver, aún seguía parcialmente en funcionamiento, a la espera de que se construyera el nuevo edificio previsto para la Benemérita en el Polígono de Son Bugadelles.
Minutos después de la explosión, todos los medios confirmaron ya que se trataba de un atentado de ETA y que habían muerto dos agentes. De inmediato, se puso en marcha una 'operación jaula', para controlar los accesos a Palma y para intentar impedir que los terroristas que habían actuado en Palmanova pudieran escapar por vía marítima o aérea en caso de encontrarse aún en Mallorca. Dicha operación concluiría horas después sin la localización del comando etarra que se había estado buscando por numerosos enclaves.
PLANIFICACIÓN HOMICIDA
Hoy se cree que ese comando debió de abandonar la isla un día antes del atentado, tras haber preparado varias cargas explosivas con temporizador. También se cree que era un comando legal de ETA, es decir, compuesto por miembros no fichados por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Transcurridos quince años desde entonces, nunca se ha dejado de investigar lo ocurrido en Palmanova, pero a día de hoy aún se desconoce quiénes fueron los autores materiales de este atentado, cómo entraron y salieron de Mallorca —seguramente con un barco— o si contaron o no con apoyo operativo en la isla.
El dolor provocado por la muerte de Diego y de Carlos podría haber sido aún mayor aquel mismo día, ya que ETA había colocado una segunda bomba lapa en Palmanova, en un coche patrulla estacionado enfrente del viejo edificio de la Benemérita en la calle Miquel dels Sants Oliver. Un hecho que desconocían los etarras cuando colocaron esa bomba era que dicho coche estaba averiado. Esta circunstancia evitó que uno o más agentes se subieran al vehículo y que se produjeran nuevas muertes.
Unas horas después, a media tarde, los especialistas que inspeccionaban toda la zona descubrieron en los bajos de este coche el citado artefacto explosivo. El siguiente paso fue desalojar el sector y contactar con los técnicos especialistas en desactivación de artefactos explosivos —tédax— de la Guardia Civil, que explosionaron de forma controlada la mencionada bomba lapa.
Hasta aquel día, había existido la creencia de que por razones operativas era prácticamente imposible que ETA eligiera la isla para actuar. Cabe recordar, sin embargo, que casi dos décadas antes la banda terrorista había actuado ya en Mallorca. Así, el 30 de julio de 1991 cometió dos atentados con explosivos contra sendas viviendas militares ubicadas en Palma. A causa de ambas acciones, hubo varios heridos leves.
Posteriormente, en agosto de 1995 y luego en abril de 2004, ETA intentó atentar en la isla contra Don Juan Carlos utilizando en ambos casos un francotirador. En el primer caso, la Policía consiguió localizar y detener al comando desplazado a Mallorca antes de que actuase, mientras que en el segundo caso el etarra que había venido desde Francia para cometer el magnicidio no recibió a tiempo el rifle que tenía previsto emplear, por lo que recibió la orden de regresar a Francia. Un lustro después, ETA se haría de nuevo presente en Mallorca, pero esta vez logrando su objetivo de sembrar de dolor y muerte nuestra isla, con el asesinato de Carlos y de Diego.
TESTIMONIOS PERSONALES
El padre de Carlos, José Antonio Sáenz, recibió a primera hora de la tarde del 30 de julio de 2009 una llamada de un sobrino de la familia, que le dijo que había habido un atentado en Mallorca. "Ponemos la televisión y vemos que el atentado es en Calvià, que es el sitio donde estaba destinado Carlos", recordaba José Antonio en el documental 'ETA en Mallorca', realizado por el canal autonómico IB3. Automáticamente, cogió el teléfono móvil y empezó a llamar una y otra vez a su hijo.
Las llamadas daban señal de que el móvil estaba comunicando o se cortaban. "Hasta que, de repente, no se cortó una vez, y una voz me preguntó: ¿Es usted su padre?", proseguía explicando José Antonio. En aquel momento, se dio cuenta de que había perdido a su hijo por culpa de "una banda de desalmados".
Carlos era natural de Burgos y llevaba un año en Palmanova, que fue su primer destino como guardia civil. Previamente, había sido soldado profesional, hasta que en julio de 2008 opositó para entrar en la Benemérita. "Cuando Carlos se marcha a Mallorca, estamos pensando que era su mejor destino, en tanto en cuanto que allí no había habido ningún atentado grave ni con víctimas, pero bueno, desgraciadamente, las cosas no son como tú quieres", reconocía José Antonio. De la personalidad de su hijo, destacaba que desde niño era una persona buena y muy alegre.
El citado documental también ofrecía el testimonio de Antonio Salvá, padre de Diego. A las tres y diez de la tarde, le llamó el médico de la Comandancia de la Guardia Civil en Baleares, que es un gran amigo suyo. "Me llama y me dice: Oye, es tu hijo", rememoraba Antonio, para añadir: "A partir de ahí, mi vida cambió completamente".
Diego había nacido en Pamplona, pero se había criado en Mallorca. Seguidor del Osasuna, llegó a jugar en los infantiles del Real Mallorca. Sus dos grandes pasiones eran los deportes y las motos. "Cuando él decidió que quería ser guardia civil, ETA asesinaba. Y yo un día hablé con él de esto. Y me dijo: Hombre, la probabilidad de que me toque es muy baja. Y yo le dije: Sí, es muy baja, pero existe", concretaba.
El ingreso de Diego en la Guardia Civil se había producido en febrero de 2009. Un mes después, sufrió un grave accidente de moto, por el que estuvo 23 días en coma inducido. "Yo creo que se recuperó en gran parte gracias a sus hermanos", valoraba su padre. Tras recuperarse por completo de sus lesiones, Diego se reincorporó al servicio el 30 de julio. A última hora de la mañana, salió del cuartel con Carlos para ir a realizar una tarea a un taller mecánico. Ambos se subieron entonces a un coche patrulla que aquella mañana había sido utilizado ya por otros agentes, por lo que nada hacía prever la terrible tragedia que ocurriría unos segundos después.
DUELO Y UNIDAD
La capilla ardiente de Carlos y de Diego fue instalada el 31 de julio en el Palacio de la Almudaina. A las doce del mediodía, hubo cinco minutos de silencio en memoria de ambos a las puertas de las principales instituciones de Baleares. En Palmanova, miles de personas se concentraron para condenar el atentado, en un acto que finalizó con la lectura de un manifiesto por parte del alcalde de Calvià, Carlos Delgado.
Poco antes de la una del mediodía, los féretros de los dos guardias civiles fueron trasladados desde la Almudaina hasta la Catedral a hombros de sus compañeros. En el exterior, cientos de personas daban vivas a la Guardia Civil y aplaudían con emoción. Los aplausos se reprodujeron con la misma intensidad ya en el interior del templo. La misa sería oficiada por el arzobispo castrense, monseñor Juan del Río, y el obispo de Mallorca, Jesús Murgui.
El funeral de Estado en la Seu contó con la asistencia de los entonces Príncipes —Don Felipe y Doña Letizia—, las infantas Elena y Cristina, el presidente del Gobierno en aquel momento, José Luis Rodríguez Zapatero; el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba; el líder de la oposición, Mariano Rajoy, o el lehendakari vasco, Patxi López, entre otras autoridades. También estuvieron presentes en el oficio religioso el presidente del Govern, Francesc Antich; la presidenta del Parlament, Maria Antònia Munar; la alcaldesa de Palma, Aina Calvo, o el delegado del Gobierno, Ramon Socías, así como también las principales autoridades militares y eclesiásticas de Baleares.
Los momentos de mayor emotividad aquel viernes seguramente se vivieron en la citada capilla ardiente. En primer lugar, cuando los familiares de Carlos y de Diego rezaron en soledad ante sus féretros. Seguidamente, cuando la madre de Carlos, Esther María García, habló unos minutos con el presidente del Gobierno, a quien reprochó que el lugar donde se cometió el atentado careciera de herramientas específicas de protección, como por ejemplo cámaras de seguridad y sistemas de vigilancia complementarios.
Las dependencias de la Guardia Civil en la calle Na Boira y el cuartel originario de la Benemérita en la calle Miquel dels Sants Oliver no disponían, efectivamente, de cámaras de seguridad. Dichas cámaras sí estaban previstas, en cambio, en el nuevo cuartel que tenía que levantarse en el Polígono de Son Bugadelles, pero ese inmueble aún tardaría unos años en ser construido, siendo inaugurado finalmente el 12 de junio de 2013. El recuerdo de Diego y de Carlos estuvo muy presente aquel día en todas las personas que asistieron a la inauguración, pero sin duda no sólo aquel día, pues Calvià dedicaría sendas calles a ambos jóvenes y además cada 30 de julio lleva a cabo un acto de homenaje en su memoria.
EL FINAL DE ETA
ETA no reivindicó los atentados de Burgos y de Palmanova hasta el domingo 9 de agosto. Ese mismo día, la banda terrorista volvió a actuar en Mallorca, en concreto en Palma, en donde a partir de las doce del mediodía y hasta las seis de la tarde explotaron de manera sucesiva cuatro artefactos de escasa potencia en los lavabos de otros tantos locales. En ninguno de esos atentados en la capital balear se registrarían heridos.
Tal como había ocurrido ya el 30 de julio, el 9 de agosto se puso también en marcha una 'operación jaula', que culminó igualmente sin resultados positivos. Aun así, el hecho de que esas cuatro bombas llevasen temporizador y el descubrimiento de otros indicios, permitieron llegar a la conclusión de que quienes colocaron esos artefactos en Palma formaban parte del mismo comando que había actuado diez días antes en Palmanova.
Cuando hoy se analiza cuál fue la principal razón por la que en 2009 ETA decidió dejar su huella asesina en Mallorca, se suele incidir acertadamente en que la banda terrorista intentó demostrar en aquel momento una supuesta fortaleza operativa, que, en realidad, ya no tenía. No hay que olvidar que las actuaciones policiales conjuntas de España y Francia, los sucesivos descabezamientos de la cúpula de ETA y la plena vigencia del Pacto Antiterrorista suscrito por el PP y el PSOE habían conseguido debilitar hasta el extremo a los etarras.
De hecho, el atentado mortal en Palmanova sería el último que ETA realizaría en suelo español. Ya no habría más atentados etarras en la isla ni tampoco en el resto de España. Sí habría un asesinato más, pero fue en Francia. Ocurrió el 16 de marzo de 2010, en la localidad de Dammarie-lès-Lys, cuando un gendarme murió en el transcurso de un tiroteo con miembros de un comando etarra. Un año después, el 20 de octubre de 2011, la banda terrorista anunció el "cese definitivo" de la actividad armada. Ya en 2017, ETA dio a conocer en marzo que su desarme se produciría el 8 de abril de ese año. Por último, anunció su desaparición el 4 de mayo de 2018.
El balance criminal de ETA durante sus sesenta años de existencia fue, según recordó recientemente ABC, de 3.500 atentados, 853 asesinados —22 de ellos niños—, 2.632 heridos y 86 secuestrados. Además, todavía hay en la actualidad 377 crímenes sin resolver, entre ellos el de Carlos y el de Diego.
El pasado 30 de julio se cumplieron quince años de la muerte de Carlos y de Diego a manos de ETA. En el acto de homenaje celebrado aquel día, el alcalde de Calvià, Juan Antonio Amengual, resumió con sus palabras el sentir de miles de mallorquines. "Diego Salvá Lezaun y Carlos Sáenz de Tejada dieron hoy hace 15 años su vida por nuestra seguridad, por nuestra democracia, para que pudiéramos vivir en paz. Reconozcamos el alto precio que ellos pagaron por todos nosotros. Diego, Carlos, estamos en deuda eterna con vosotros", afirmó Amengual. Esas certeras y ajustadas palabras son y serán siempre verdad.
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