Como cabalista me sigo formando continuamente y este mes he comenzado un curso sobre el dinero y el merecimiento. Y es curioso: cada día parece más necesario, más omnipresente… hasta el punto de que no se habla de otra cosa.
Incluso los niños lo tienen en la cabeza. Hace poco un preadolescente de 12 años me dijo:—“Si estudio y lo que hago no me da dinero, ¿para qué me servirá?”
Me sorprendió profundamente. En mi generación jamás se nos habría ocurrido pensar así. Entonces estudiábamos aquello que nos hacía felices, soñábamos con dedicarnos a lo que amábamos. Hoy, en cambio, los jóvenes crecen viendo vídeos en YouTube donde se les recuerda constantemente que lo importante es ser ricos y famosos.
¿En qué tipo de sociedad estamos convirtiéndonos, cuando un niño apenas salido de la infancia ya cree que lo esencial es tener dinero, un Ferrari y la vida fácil de un “influencer”? Desde mi mirada cabalista, esto es aterrador. Porque cuando olvidamos el Ser, nos quedamos atrapados en la mentira de las apariencias.
No se trata de demonizar el dinero. El dinero es importante y necesario. Con él compramos gran parte de las cosas que hacen la vida más cómoda, y nos ayuda a crecer y a crear. Pero el dinero nunca podrá comprar una amistad verdadera, ni el amor que eriza la piel, ni la plenitud de sentirse sano, ni el abrazo de una madre después de mucho tiempo.
Por eso, nuestro deber es enseñar que el dinero es un instrumento, no un fin. Que debemos aprender a generarlo para cubrir lo básico, sí, pero recordando siempre que la verdadera riqueza se mide en amor, en presencia, en esos momentos que dan sentido a la existencia.
El dinero importa. Pero lo que realmente sostiene la vida, lo que perdura tras el frío invierno y los avatares de la existencia, es el Amor incondicional.
¡Dotemos a la vida de sentido!
