Cuidado… La de hoy es columna casi monotemática. No era mi intención, pero me ha salido así. Hay otros temas de actualidad, si bien no puedo abstraerme en casi la totalidad del texto de la cuestión catalana y de sus ecos en nuestras tierras. Que se independice Cataluña es un parto imposible: si nace el niño, muere la madre. Un dilema así no lo arregla ni Agustí Buades.
La cosa comienza con un momentazo de cine. En el año 2002 Liliana Cavani rodó El juego de Ripley, adaptación de la novela homónima también conocida como El amigo americano, una de las entregas de la saga del amoral Tom Ripley surgida de la retorcida mente de Patricia Highsmith. En el inicio de la película —que les recomiendo con entusiasmo cinéfilo— Tom Ripley intenta colocar unos cuadros falsos a un marchante de arte que se pispa del engaño y le dice: “ya me advirtieron de que no hiciera negocios con gentuza como usted». Siempre he dicho, y reitero, que mis amigos independentistas deberían abstenerse de tratar con gentuza.
La semana comenzó el lunes —sí, como todas las semanas— con la autodenominada «expedición» de Més per Mallorca a la «Diada del sí», que no Diada de Cataluña, porque allí lo que se montó fue un contubernio indepe al grito de No tinc por para escarnio de los muertos de Barcelona y Cambrils, que le están dando un rédito fenomenal a Puigdemont y compañía. Parte de la plana mayor de Més per Mallorca se desplazó a Barcelona, emocionadísimos y ufanos, ellos, de formar parte de eso del «derecho a decidir». Es lo que tiene ser catalán de Mallorca, que los demás somos chusma charnega, dóciles nouvinguts o, con suerte, mallorquines a secas. Una fotografía que no podemos considerar más que brutal ha rulado por las redes sociales. Allí están el conseller de Medio Ambiente y Agricultura del Gobierno balear, Vicenç Vidal, la portavoz parlamentaria Bel Busquets, el presidente del Consell de Mallorca, Miquel Ensenyat y algunos meseros más, sonrientes con su ofrenda floral, y justo detrás de ellos la comitiva batasuna con Arnaldo Otegui en plan Jesucristo Superstar. Otegui también portaba flores, aunque sospecho que el nuevo mejor amigo de Cataluña no las llevaba para los muertos de Hipercor, ni para Ernest Lluch. Con tanta independencia a una parte de los catalanes se les ha borrado la memoria histórica. Es normal. Recordemos que el pasado mes de noviembre, Josep Garganté, regidor de la CUP en el Ayuntamiento de Barcelona, dijo que a Ernest Lluch le metieron dos balazos en la cabeza porque «era del PSC-PSOE, que no eran, por cierto, las monjas de la caridad». A Garganté, como a los terroristas, tal vez le molestó que fuera Lluch el que asegurara —como después se confirmó— que la primera víctima mortal de ETA fue Begoña Urroz, una niña de 22 meses achicharrada en la explosión de una bomba colocada en la estación de Mara, Guipúzcoa, en 1960. Está feo que te recuerden que tu gloriosa revolución comenzó cargándote a una niña.
¿Lo ven? No hay que hacer negocios con gentuza. Mezclar la independencia —de la que yo estoy total y radicalmente en contra, pero que entiendo que pueden pedirla si quieren— con semejantes elementos no puede acabar bien. Los de Més per Mallorca sonríen y Otegui les va a la zaga. ¡Vaya fotografía! A mí me ponen a Otegui en la retaguardia y se me cierra el culete. Recuerden que sus colegas se dedicaban a abrirle agujeros en la nuca a inocentes. Prefiero que por detrás se me acerque Falete —que es buena persona, cierto, pero reconozcamos que no es un riesgo menor—a Otegui, que un agujero en el culete sana y uno en la nuca te lleva al cementerio. Mejor hombría herida que vida perdida.
Cierro el capítulo del chou barcelonés con unas palabras de Bel Busquets repescadas de su cuenta de Twitter en la que asegura que han ido a la Ciudad Condal para apoyar la «resistencia activa contra la opresión del Estado». No sé qué entiende Busquets por opresión cuando no pasa hambre, presumo que vive más o menos bien, puede moverse con libertad allá donde le plazca, leer los libros que quiera, ser atea o profesar la religión que le dé la gana, encamarse con quién le venga en gana, votar y ser votada, ser diputada y cobrar dinero público por ello, e incluso ciscarse en España y hacerse una foto con Otegui detrás. Si esto es opresión, no sé cómo calificar lo de la Unión Soviética. Tengo a Bel Busquets por alguien inteligente capaz de buscar argumentos más sólidos para defender sus ideas. Supongo que un mal día lo tiene cualquiera. En la senda de la esquizofrenia indepe da la impresión de que alguien se ha esnifado las rayas de la estelada. Irónico, ¿verdad? El Estado que te oprime es el mismo que te paga la nómina.
Llegado el martes nos encontramos con la «No-Diada de Mallorca». El día grande de Mallorca ya no es el 12 de septiembre porque así lo decidió el Consell. No entiendo la ojeriza que le tienen los catalufos a Jaume II, tanta que prefieren celebrar la Diada el 31 de diciembre, fecha que coincide con la Festa de l’Estendard de Palma. No sé, a lo mejor lo de Jaume I entrando a lo bestia en Ciutat —ahí, cortando cabezas de moros y esas cosas de buen gusto tan propias de la Edad Media— resulta que es cosa progresista y de republicanos, aunque el prota de la película fuera un monarca. No sé qué pensarán en la Part Forana de que el día de Mallorca se celebre en Palma, ni que opinan los palmesanos de que los del Consell les roben su fiesta, que, por cierto, toda la puta vida fue castrense, aunque ahora los militronchos no van, cansados de que los abucheen. Somos tan lerdos que conmemoramos una victoria militar sin la presencia de militares.
El miércoles los de la CUP enviaron unos simpáticos emisarios para explicarnos que los mallorquines somos catalanes y que molaría que tuviéramos nuestro propio referéndum. Por aquello de aclarar conceptos y dejar las cosas claras, se montaron un multitudinario acto frente al monolito de Sa Feixina, que ya me dirán que tiene una cosa que ver con la otra. En Barcelona igual parten la pana, pero me da que aquí se han comido un torrao. Después de revisar las imágenes y las fotografías del acto he contado a trece personas: los dos de la CUP; el barbas de Palma per qui l’habita —otro al que le voy a poner sección propia en la columna de opinión—; una chica con el flequillo cortado de un hachazo; una pelirroja; un perroflauta; una mujer chiquitina vestida con un pantalón de peto y pelo-casquete, que parece un electroduende; unos cuantos más un poco desharrapados; y el del tamborino, que nunca puede faltar. Al de prensa de la CUP no lo cuento porque iba para hacer bulto.
Esta semana también nos hemos enterado de que unos salvajes arrojaron un cordero al patio de la casa del alcalde de Alaró, Guillem Balboa. El primer edil estaba de vacaciones y al regresar advirtió el hedor que emanaba del animalillo en descomposición. Hay que ser muy cabrón para hacerle eso a un cabrito. Por cabrito me refiero al cordero, no al alcalde, que quede claro. Lo que le han hecho a Willy es una canallada. Eso por no hablar de lo del cordero, que parece que recibió un castigo severo antes de morir. El hecho de que el cordero fuera negro como el alcalde —que la verdad, Guillem es negro como el tizón, tan negro como yo soy blanco lechoso— despertó la suspicacia y hubo quien lo tildó de amenaza racista. En tan deleznable hecho no hace falta añadir el epíteto para que sea condenable. No lo sé, no sé si la cosa conlleva racismo o no. Aunque no fuera así, no deja de ser condenable. El alcalde no merece algo así. Justo es estar con él. El porcentaje de tarados en nuestra sociedad crece de forma alarmante.
Otra cosa de la que nos hemos enterado estos días es de que la Unión Europea aprobará un plan de contención de la chilella en Baleares, lo que evitará la tala masiva de árboles. Por el bien de todos espero que la cosa funcione. Lo anunció el conceller Vicenç Vidal que… No, un momento. Lo anunció el presidente del Partido Popular, Biel Company. Muy mal, Biel, muy mal. Estas cosas oficiales las tienen que anunciar los que gobiernan, no la oposición. Da la impresión de que te has querido anotar el tanto cuando no has marcado el gol. Es más, no creo que nadie de tu equipo ni del de Armengol pinte nada para marcar un golazo en Bruselas. Más bien se trata de un logro común, y en estos casos hay que respetar el protocolo parlamentario. Una machada así no compensa que durante todo el verano el PP se haya dedicado a hacerse fotos chachipirulis de sus vacaciones para colgarlas en Facebook en lugar de hacer oposición. Mira que os lo están poniendo fácil, y ni por esas.
El cabreo de la semana lo ha ofrecido Joan Font, diputado de El PI en el Parlamento balear. Ni quiero ni pretendo joderme de él, mas lo cierto es que los enfados ajenos —cuando no son por cosa de vida o muerte— resultan graciosos. Estaba Font hablando desde su escaño cuando alguien de Podemos siseó algo desde la bancada que le molestó. Y Joan saltó y se puso como una moto: «los que tenéis paga fija lo que tenéis que hacer es respetar a los que no la tenemos y vivimos del turismo». Como imaginan la cosa iba de turismofobia. A mí —y puedo estar equivocado— me sonó a «pelanas, que sois unos pelanas, buscaos un curro de verdad». Lo mejor fue cuando Font imprecaba un «ya está bien de Podemos…» y le cortaron el micrófono. Siempre nos dejan con la miel en los labios.
Bueno, va siendo hora de acabar por hoy. Si se preguntan cómo acaba la venta de cuadros ful de Tom Ripley de la que hablaba al principio, les vuelvo a recomendar que vean la película. Solo les digo que Ripley mata a un tipo con el atizador de una chimenea, y se lleva la pasta y los cuadros, pero no es el final, quedan mucha película y más inmoralidades. Pero esa es otra película, otro libro, otra historia…





