El estigma del fracaso

Desde que inicié mi etapa como empresario dejando atrás la “seguridad” del contrato fijo en un banco uno de mis miedos (mi fantasma interior) era el fracaso empresarial. La sola idea, que a veces aparecía por mi mente, de no poder pagar las nóminas y la posibilidad incluso de tener que cerrar la empresa me causaba preocupación. Como la mayoría de proyectos empresariales mis inicios fueron duros, plagados de obstáculos y con muchas crisis de confianza. Ahora tras más de 10 años de proyecto y con perspectiva he podido entender que parte de ese miedo al fracaso estaba también condicionado por factores culturales.

En España los empresarios que fracasan y cierran sus empresas son unos “apestados”. La fórmula que la ley pone a disposición de los empresarios cuando tienen problemas es el concurso de acreedores del cual y según datos reales el 90% de los concursos concluyen en liquidacion, porcentaje que se incrementa porque el resto de empresas que intentan un convenio con sus proveedores y acreedores no lo consiguen y acaban también liquidando. Todas las empresas que entran en concurso además de sus propietarios y administradores quedan estigmados frente a su comunidad. Es la propia sociedad la que pone la etiqueta de “fracasado” y en definitiva la mayoría de nosotros lo vemos así. Con algo de cultura internacional y fijándote sobre todo en países como EEUU te das cuenta que esto es algo muy español. Estoy convencido de que una parte de ese miedo que me acompañó en la etapa inicial como empresario estaba condicionado por estos factores culturales y sociales.

En este sentido el concurso de acreedores en España no ayuda absolutamente nada al empresario en su objetivo principal de salvar los puestos de trabajo y en segundo lugar preservar su patrimonio. Me crean o no, en la mayoría de ocasiones lo que más teme el empresario es fallar a sus empleados y a sus proveedores antes que preservar su patrimonio.

Por experiencia profesional he podido trabajar en varios concursos de acreedores y puedo decir que tengo claro cómo funcionan, cómo lo viven los empresarios y la empresa y lo más importante el perfil de los administradores concursales. Entrar en un concurso es como jugar a la ruleta rusa y como ya he explicado la estadística ha demostrado que son un mecanismo ineficiente pero lo peor es que son un mecanismo perverso y con un coste personal para el empresario totalmente injusto.

Recientemente los jueces de lo mercantil de Baleares han aprobado el Protocolo Pre-Pack concursal que una vez leído y comentado con varios abogados y administradores concursales abre una ventana de esperanza para que el concurso de acreedores sea una herramienta efectiva para mantener la actividad de la empresa. Lo que más me ha llamado la atención en la redacción del protocolo ha sido la sinceridad con la que los jueces han identificado las principales razones por las que el concurso de acreedores ha sido un auténtico fracaso a pesar de las modificaciones que se han ido proponiendo. Desde ese ejercicio de autocrítica han formulado un nuevo procedimiento ágil y rápido bajo los principios de garantizar la publicidad, transparencia y concurrencia del proceso. Es también notorio que hayan aprobado este protocolo en el momento actual en el que nos encontramos dado que son bien conscientes de la gravedad del estado de las pymes en Baleares independientemente de lo mala o regular que sea nuestra temporada turística. Este protocolo ya ha sido utilizado en otros países como Inglaterra y Holanda y ha sido adoptado anteriormente por los juzgados de lo mercantil en Barcelona por lo que tenemos ya una base previa que nos permite entender que ha funcionado

De forma muy resumida el Pre-Pack concursal permite al empresario apoyarse en un experto independiente designado por el juzgado que será el posterior administrador concursal para trabajar en la venta total o parcial de la empresa de una forma ágil y rápida, consiguiendo que su empresa no pierda valor, sobre todo aquellos activos intangibles como puede ser el fondo de comercio. Todo ello en una fase preliminar del concurso de acreedores de manera que cuando se inicie el concurso el juez ya tenga una propuesta de venta de la empresa (o unidad productiva) con el visto bueno del administrador concursal. Con este nuevo protocolo se busca conseguir mantener los puestos de trabajo y no destruir el tejido empresarial.

Tengo la esperanza de que esta nueva fórmula sea el inicio de un cambio de nuestra mentalidad colectiva dado que necesitamos cambiar nuestra percepción del fracaso empresarial. Un empresario que termine en un concurso debe aprender de lo que ha ocurrido para no volver a repetirlo pero seguir en su vocación de empresario para seguir creando riqueza y empleo.

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