El cesaropapismo ha llegado a Més per Mallorca. Tras la dimisión de Biel Barceló —luego voy con él—, no le ha faltado tiempo a Bel Busquets para autocoronarse consellera de Turismo y vicepresidenta del Gobierno balear. Como hicieran Napoleón en 1804 y el tarado de Bokassa en 1976, se ha calzado la corona para convertirse en la emperatriz Sandía —verde por fuera, roja por dentro— del ejecutivo de Armengol, que ha visto cómo el funeral de Barceló se ha convertido en el bautizo de la que quiere ser la primera dama de la primera dama porque sí, «porque lo valgo, porque cuando nos repartimos la tarta a mí me tocó un trozo y me lo voy a comer sin pedirte permiso por muy presidenta que seas». Busquets lo merece todo porque estudió Filología Catalana y fue profesora de ese pedacito de Euskal Herria que es el colegio Mata de Jonc, y eso en Més es cosa de pedigrí que valdría tanto para Turismo como para la Dirección General de Física Cuántica, que con toda probabilidad existiría en el caso de que algún iluminado descubriera que protones y neutrones bailan en la lengua de Pompeu Fabra.
Busquets no es una necia, desde luego, pero no creo que entienda de turismo mucho más que yo. Mis conocimientos al respecto se limitan a ponerme ciego de todo en el bufet libre de los hoteles, lo que no supone un gran esfuerzo cognitivo. Y lo del turismo en Baleares es serio. No diré que la emperatriz Sandía sea incapaz de algo más que ocupar su cargo de diputada, ni que no sea lícito que aspire a mayores responsabilidades. Con toda sinceridad y sin inquina a Busquets —que dicho sea de paso, me cae bastante bien— creo que la cartera de Turismo debería recaer en alguien con, al menos, cierta experiencia empresarial. Para la vicepresidencia, considero que le falta recorrido político.
No sé si Busquets y Armengol han jugado a lo de que el que se fue a Sevilla perdió su silla o a la gallinita ciega, o si una jugaba al pingpong y la otra al tetris, o si han sido un par de viejas apostándose los cuartos en los cartones del bingo. Creo que ni ellas mismas lo saben. Esto no es un gobierno, ni siquiera una tómbola o una rifa. Esto es una riña barriobajera a navajazos de dos yonquis disputándose la última papelina del día. Se supone que son socias y que se hablan, pero cada una ha ido por su lado y el espectáculo resultante no puede más que considerarse de farsa o, en el mejor de los casos, de ridícula performance progre. No esperarán que nos creamos que el Gobierno está unido… Se constata que el tercer Pacto de Retroceso es un Titanic de compartimentos y comportamientos estancos como los dos anteriores. Aquí todo el mundo va a su puta bola.
Todo esto viene porque Biel Barceló más que ir a su puta bola, se ha ido a Punta Cana. Barceló ha visto como le dinamitaban la consellería de Turismo y se cargaban a sus colaboradores Pere Muñoz y Pilar Carbonell. Él intentaba llevar Turismo —y la verdad es que no lo ha hecho del todo mal— mientras los suyos le ponían cepos para cazar osos en el cuarto de baño, que el pobre hombre no podía ni ir a mear tranquilo. El problema es que Més está lleno de comanches que creen que el turismo es cosa mala de capitalistas y hoteleros derechones y que hay que acabar con él. Son los mamelucos que creen que aquí se vivía de fábula plantando patatas y alcaparras antes de que vinieran las suecas, que todo el mundo sabe que las subieron a un avión a punta de pistola en Estocolmo porque al malvado Fraga Iribarne se le fue la olla después de bañarse en Palomares y tuvo el sueño radioactivo de un país de tíos peludos con boina seduciendo a valquirias nórdicas.
Puede ser —se lo he oído a varias personas en los últimos días— que tras el truño de la ley Frankenstein del alquiler turístico y de las perrerías que le han hecho, que cansado de recibir palos mientras Armengol está fresca como una lechuga y de que los perroflautas se hayan hecho con su partido, se sintiera más más fuerta que dentro. Quién sabe si la paella que se comió en Punta Cana no ha sido una especie de harakiri caribeño. Pudiendo ser ser cierta o no esta inmolación, creo que Barceló tenía ganas de dejarlo. Tal vez pensara: «me voy con los colegas al Caribe; si me pillan y me echan, bien; si no me pillan, pues me quedo». Con apellido de familia hotelera y de ron, no se iba a ir a Cuenca a pasar el fin de semana…
El jari organizado entorno a sus vacaciones pagadas era previsible. He trabajado en Canal 4 y conozco a la casa y a Juan Antonio Bauzá —el director del programa deportivo Fora de Joc— y les digo que nada turbio hay en el viaje. Otra cosa es la inconveniencia del mismo. Duele que el vicepresidente del Gobierno balear estuviera de mojitos cuando en el Parlamento se aprobaba la modificación de la Ley de Policías Locales que va a dejar en la puta calle a 600 agentes interinos, algunos con años de carrera. Con la marcha de Barceló el PSM exhala su último aliento devorado por Més. Y lo irónico es que el mayor logro político de Barceló ha sido cargarse su propio partido al entregarlo a los que llegaron de fuera y que nada tenían que ver con el espíritu de lo que fue una formación ilustrada y progresista.
Y mientras acontecía la merienda de negros, Armengol aún tuvo tiempo de darse un saltito a Barcelona para apoyar a Miquel Iceta en la campaña electoral del 21 D en un mitin en Rubí. Por norma general no se deben esperar grandes —ni pequeños— mensajes de calado político o intelectual de un político en un acto de campaña. Un mitin es como un anuncio de detergente de televisión, pero en pobre, en plano fijo y con una leonada de convencidos que aplauden. La presienta no perdió la oportunidad de darle a la matraca de siempre, como si no existieran más que Baleares, Valencia y Cataluña. Y le salió la vena federal… Aseguró que necesitamos a Iceta «para hacer entender que España ha de ser federal o no será». Lo que yo me pregunto —y me pregunto cómo nadie se lo ha preguntado a su regreso— es qué cojones quiere decir con lo de «no será». Sabemos que ella quiere un estado federal. Vale, ¿pero y de lo otro? ¿Insinúa que si España no es federal ella está dispuesta a cargársela o a permitir que otros lo hagan? Un país es o no es, y ello no depende de cómo se gobierne, del sistema político de turno, ni del modelo territorial elegido. España es España hoy como monarquía parlamentaria, como lo fue antes bajo la dictadura de Franco o en la II República e incluso en tiempos del mendrugo de Fernando VII. El país siempre ha sido el mismo, por mucho que Armengol haga afirmaciones de marido maltratador en plan «si no eres mía, no serás de nadie». Y no cuela que repita su cansino mantra de «diàleg, diàleg, diàleg».
Luego pasa lo que pasa, que tenemos una presidenta incapaz de gobernar en su propia casa y los consellers se le desmandan. Vuelve a pasearse por esta columna de opinión Fanny Tur, nuestra consellera de Cultura. Fanny está desatada. Después de enviar a las universidades de Alemania a unos tíos para que le enseñaran a los krauts como se hace tecno en catalán, ahora contrataca por Navidad. Como somos unos provincianos, Fanny ha importado una campaña de la Generalitat de Cataluña para identificar a los comercios que venden juegos y juguetes en catalán porque son muy guays. Y lo cojonudo —no es coña, de verdad— es que si los niños escriben la carta a los Reyes Magos en catalán desde la web habilitada para la campaña entran en un sorteo para dos personas ¡a Punta Cana!, como Biel Barceló. Acojonante la negra ironía. A uno lo echan por irse al Caribe y a otros los premian.
Cada año tenemos la misma tontería: que si incitamos al consumismo con los regalos, que si los juguetes son sexistas, que si los niños tienen que jugar en catalán… Vale ya, dejemos a los críos que hagan lo que quieran, que son personitas y saben lo que quieren, no necesitan a los adultos para que les digamos cómo tienen que jugar. Les puedo asegurar que a mi hija, que va a cumplir cinco años, jamás le he dicho lo que debe gustarle. Y ella que es una mujercita, y como la cabra tira al monte, flipa con las muñecas. Le gustan las barbies, las cabezonas de Pinypon y los bebés. Me ha pedido uno que come, llora y hace pipí, eso sí: «el del vestido rosa». Y yo le contesto: «come, llora y hace pipí. ¿Para qué lo quieres, si hace lo mismo que tú?». Y ella sonríe y me mira con cara de decir «qué tonto eres, papi». Es la misma cara que me pone David Abril. Y sí, lo quiere todo rosa o de Frozen, y toneladas de muñecas. Y sin que yo le diga nada juega con coches, hace carreras, se pirra por los muscle cars, y flipa con los aviones. Le apasionan los puzles, y tiene cuentos en español y en catalán. Y cuando engancha la tablet ve videos en inglés. Ella solita sabe lo que le gusta y juega con lo que le da la real gana.
A todo esto, no imagino cómo se tomará Aligi Molina, nuestro maravilloso regidor podemita de Cort, que celebremos la Navidad. Debe ser duro ver que la gente se emociona al recordar el nacimiento de un niño judío en Belén, en la palestina Cisjordania. Supongo que, en su versión de los hechos, San José y la Virgen María eran unos malvados colonos judíos que se habían establecido en Palestina y que los Reyes Magos que acudieron a su rescate eran en realidad el Capitalismo, el Heteropatriarcado y el Gran Satán de Estados Unidos a lomos de tres explotados camellos contratados por una empresa de trabajo temporal. Seguro que San José se cargó un huerto urbano para montar el pesebre, que no era pesebre, sino un chaletazo de esos de Engels & Völkers que ya no vende Silvia Charro.
La semana ha dado para mucho, y no es cuestión de comentarlo todo, pues ni yo podría escribirlo ni ustedes querrían leerlo. Lo bueno de estos días es que por fin me he hecho con una copia de Los poderes de la Oscuridad, la versión alternativa de Drácula que escribió el propio Bram Stoker y que hasta ahora sólo existía en las traducciones suecas e islandesas. Material de alto octanaje, oigan. Pídanselo a los Reyes, aunque no me consta que aún haya sido traducido al catalán. Me gustaría hablarles de la perversidad y negrura que impregna cada página del libro, pero esa es otra historia…





