El 15 de noviembre pasado, Pablo Iglesias Turrión fue elegido por los "simpatizantes" de Podemos como su nuevo Secretario General, sentando la bases de la estructura de este nuevo comunismo populista que acapara nuestra atención desde hace unos meses. Por cierto, no pretendo llamar comunistas a los miembros de este movimiento de forma despectiva, es que su líder se define repetidamente así.
Y digo que fue elegido, pero quizás debiera decir más bien ungido, porque su designación y sus dotes mesiánicas obedecen mejor a un esquema profeta-discípulo que al clásico líder-militante. Y si no, basta ver el discurso de consignas y dogmas en conserva con que el nos martirizan los representantes de este club de la comedia político.
Para empezar a situarnos, resulta que los españoles nacidos antes del advenimiento de Iglesias padecemos imbecilidad y oligofrenia profunda, porque hemos sido incapaces de interpretar en casi cuatro décadas todo lo que pasaba a nuestro alrededor. Para que se enteren ustedes de las verdades reveladas por nuestro Bolívar del siglo XXI, la transición no existió, fue una representación amañada por el Borbón, Adolfo Suárez, Gutiérrez Mellado, Felipe González, Santiago Carrillo, Tierno Galván, Manuel Fraga, Tarradellas, Dolores Ibárruri y otros muchos que, los muy bobos, no se daban cuenta de que estaban siendo a su vez manejados por poderes ocultos para crear un régimen que pareciera democrático sin serlo. La efervescencia política del momento, el que la gente saliera a la calle en enormes manifestaciones y se celebraran mítines pidiendo libertades, estatutos de autonomía, derechos para las mujeres, etc. era algo absolutamente calculado por esos poderes que, por lo visto, fueron y son algo así como la Spectra de las pelis de 007. Es decir, malos, malísimos y los demás (nosotros), tontos, tontísimos.
La providencia -laica por supuesto- quiso que el 15 de noviembre de 1978, justo antes de sancionarse la actual Constitución, naciera en Madrid aquél que nos ha de salvar del infierno en que vivimos, antelación suficiente para deducir a tan temprana edad que todo aquello era un montaje de la CIA, el Vaticano, El Opus Dei, la banca, la familia Franco, los traficantes de armas, los cárteles de la droga, la industria farmacéutica, la Coca-Cola, el FMI, la OTAN e Israel –no sé si me dejo a alguien- para esclavizar a los españoles.
El pequeño detalle es que a muchos no nos tienen que contar lo que pasó, porque lo vivimos. Sin embargo, el profeta Iglesias -apellido que le va al pelo a un tipo que confiesa públicamente ser ateo- juega con ventaja, porque más de 22 millones de españoles han nacido desde la muerte de Franco o tenían entonces menos de cinco años, lo que, unido a las carencias de nuestro sistema educativo, provoca que salga un fulano con dotes oratorias como las que adornan a nuestro futuro caudillo bolivariano y haga creer a la masa cabreada que la Mare de Déu nom Joana.
Hombre, ciertamente, tras treinta y cinco años de vigencia, nuestro régimen constitucional presenta fisuras que sin duda requieren reformas, pero para ser justos y equilibrados diremos que, por ejemplo, el régimen comunista alemán de la RDA tuvo que cerrar las fronteras y levantar un muro que impidiera la huida masiva de sus felices ciudadanos a los doce años de su nacimiento. Y eso que era un paraíso del proletariado (Es lebe die Deutsche Demokratische Republik unser Sozialistisches Vaterland!), de los que tanto seducen a don Pablo. La gente se mataba por vivir allí, igualito que pasa hoy en Cuba, Corea del Norte o la Venezuela del cretino en chándal.
Iglesias es, desde luego, un demagogo y un sofista, pero también es un sujeto sumamente peligroso. En términos económicos, su emergencia ya está teniendo resultados negativos, porque el capital –ese cúmulo de maldades dirigido por el Dr. No- es de natural cobardica y tiende a no arriesgarse en países en los que existe el peligro de que un zumbado radical acabe teniendo capacidad de decidir ciertas cosas. Por tanto, no hace falta que Podemos llegue al poder, porque con toda probabilidad en este momento ya se están retrayendo importantes inversiones en España a la espera del resultado de los próximos comicios. (continuará)...



