Aunque se diga frecuentemente, la envidia nunca es sana. En todo caso el anhelo de parecerse a personas, entidades, instituciones o empresas ejemplares se justifica en si mismo. ¿Por qué no imitar lo bueno y separar el grano de la paja, sobre todo cuando esta última se hace tan evidente?.
Si, me ha impresionado leer textualmente que “Lopera y Oliver ya son historia y el Betis, al fin, volverá a los béticos”. López Catalán fue tajante al afirmar: “Los béticos van a tener la capacidad de ser los dueños de su club”. Y, claro, inmediatamente me he preguntado cuándo los mallorquinistas logarán algo parecido y si los balearicos algún dia serán los propietarios no solo del Estadio Balear.
Esta sociedad es muy rara. Con un nivel de vida elevadísimo y bajas cotas de paro, con una industria turística que permite ambas cosas, siempre por el momento, ha dejado morir sus instituciones más representativas. Si, ríanse pero ni siquiera los partidos políticos al uso son capaces de reunir la cantidad ya no de seguidores, que son muchos más, sino de abonados. Un patrimonio propio que ha sido regalado a empresarios extranjeros de diverso pelaje como si nos diera asco. Vivirlo para creerlo, porque si solo se cuenta nadie daría crédito a la historia.
Qué diferencia de los dos clubs palmesanos con aquellos que reunieron en sus despachos a personas de raigambre social y prestigio. En este sentido Jaume Cladera habrá sido el último mohicano, traicionado vilmente por otros mallorquines avaros, ambiciosos y mediocres. Antonio Asensio al menos se rodeó de gente con cara y ojos, un ejemplo que los actuales accionistas tanto de Son Moix como de la Vía de Cintura no han sabido seguir. Y, lo peor, ni siquiera les ha interesado.