En cierta ocasión un periodista con título pero sin alma ni cuerpo que le avalara, se plantó ante Serra Ferrer en un aeropuerto y le espetó “pero tú ¿por qué eres tan de derechas?”. Como es obvio, un argumento tan falaz como los que se utilizaron para forzar su salida del Mallorca en torno a ominosas complicidades y facturas generadas por otros que él no quiso pagar al precio de que le consideraran o no profeta en su tierra.
Soy amigo de Llorenç, si, y saben por qué, pues porque siempre supimos separar la relación personal de la profesional. Jamás me dio una primicia, ni siquiera ayer cuando a las cuatro de la tarde hablábamos por teléfono y no me soltó prenda sobre su acuerdo con el Real Betis. Yo, al contrario, nunca escatimé una crítica cuando la mereció ya fuera como entrenador, pocas veces, o como directivo, algunas más. Entender algo tan simple y tan difícil a la vez, me granjeó su amistad y la de Miquel Contestí, Vicente Engonga, Juan Luis Riado, Antonio Oviedo y otros muchos que siempre tuvieron claro cuál era su deber y cuál era el mío.
Si, somos amigos; ¿pasa algo?. Podría extenderme en lo que me enseñóa en el transcurso de largas charlas de hotel explicándome cómo iba a plantear cada partido, lo que me permitía después analizarlo con conocimiento de causa. Lo aprendió de Forneris y yo también. Pero el tiempo pone a cada cual en su sitio. Hoy el pobler es la máxima autoridad deportiva de un club histórico de primera división y sus detractores andan uno por Singapur, otro en un club de tercera o de chupatintas en un despacho federativo de segundo nivel por mil euros al mes. Sus cómplices, juntando letras a la espera de su día libre semanal o las vacaciones de verano.
Y si, soy su amigo. ¿Vale?







