Periodista y cronista social

Esteban Mercer: "La felicidad es saber que lo has dado todo aunque no hayas ganado"

Esteban Mercer

El periodismo y la moda han sido y siguen siendo aún las dos más grandes pasiones de Esteban Mercer (Pollença, 1967), quizás porque en ambas profesiones es esencial tener un mundo propio, ponerse en el lugar del otro y saber mirar, tres cualidades que, junto con el saber escuchar, seguramente proceden ya de su infancia. Tal vez por ello, detrás del cronista social siempre elegante, diáfano y sutilmente irónico que todos conocemos, se esconde aún aquel niño que se maravillaba por todas las cosas del mundo y que soñaba con poder compartir algún día ese hermoso sentimiento con los demás. En cierta ocasión, alguien dijo que Mercer era «nuestro propio Cecil Beaton» —reconocido modisto, periodista, fotógrafo y diseñador de vestuario cinematográfico—, y muy posiblemente sea verdad.

¿Qué recuerda de su época como diseñador de moda?

Ha pasado mucho tiempo y sin embargo tengo presentes muchos momentos verdaderamente especiales que tuve la suerte de vivir y disfrutar siendo muy joven. A los veinte años estudiaba, tenía mi propia tienda en el Bulevard Rosa del Paseo de Gracia, diseñaba mi propia colección de ropa interior masculina, viajaba a las ferias de París y Londres, y además hacía de modelo. Mi entorno en Barcelona era muy cultivado, vanguardista y también muy divertido, así que imagínese lo que pude vivir.

Lo imagino, sí...

En París me enamoré y gracias a eso pude conocer a gente extraordinaria, vivir la moda desde lo más alto, no desde un intermedio, que es donde está la mayoría que trabaja en este negocio. Ciertamente fui y soy un privilegiado. De esa época se nutren muchas de mis crónicas, porque muchas de las personas que conozco bien las conocí entonces.

Esteban Mercer 2

¿Podría, por favor, contarme alguna anécdota concreta de aquellos años?

Podría contar anécdotas suculentas, pero me las reservo para un día soltar todo lo que soy, quién soy y por qué soy. Alguien me dijo que ya no era nadie. No me dolió. Ahí me di cuenta de lo importante que es reivindicarse en esta profesión, reinventarse y estar al loro de lo que sucede en la calle. En la calle está la moda, hay que observarla, analizar lo que se ve y crear a partir de eso. Lo mismo sucede con el periodismo; o avanzas o mueres.

¿Cuándo empezó a escribir crónicas de sociedad?

Empecé en 2008 en un diario. Las crónicas de sociedad enfocadas desde el respeto a las personas han existido desde que el hombre sabe expresarse y contar historias. En mi caso, son una especie de relato o de cuento que escribo para que la gente que me lee disfrute con la fantasía que evocan mis historias, aunque sean totalmente reales. Intento llevar a un señor de Muro al baile más elegante del mundo. Mire, cuando hace poco fui invitado a la presentación de las joyas de Louis Vuitton, mi única obsesión era contar al lector el enorme privilegio que estaba viviendo en el Castell de Bellver, para que él también se sintiera privilegiado.

¿Percibe la gratitud de esos lectores?

Hay muchísima gente que me agradece ese intento, porque hay mucha gente que no conoce la envidia, ni siente rencor al ver disfrutar a los demás, por lo que aprendí antes de dedicarme al periodismo, y por la gente que conocí. Gracias a esos amigos que ocupan cargos importantes en empresas que dominan el mundo, he podido conocerlo. La gente que trabaja con pasión es generosa, educada, sólida y construye carreras indestructibles. Esa noche en Bellver pasó casi toda mi vida por delante y lo agradecí a Dios con todas mis fuerzas.

"En la calle está la moda, hay que observarla, analizar lo que se ve y crear a partir de eso. Lo mismo sucede con el periodismo"

Es una reflexión muy hermosa...

Ese sentimiento de transmitir la gran belleza que vivíamos unos privilegiados, que no se contaba, no se compartía y no se conocía, es lo que me impulsó. Sabía que tenía todas las herramientas para hacer un buen trabajo, y me lancé. He tenido que luchar contra muros y puñales que aparecen en tu propia casa, y luchar duro para permanecer en mi sitio, porque me lo he ganado picando mucha piedra desde que era un niño.

¿Los isleños ya no somos tan retraídos como antes?

Los mallorquines somos igual de retraídos, como  siempre. Incluso más, diría yo. Recuerdo la Pollença de mi infancia, en la que la gente se relacionaba en la calle y se hablaba para hacer crónica social, lo que algunos llaman hoy cotilleo. No, era chafardear.

¿Cómo definiría usted lo que es cotillear?

Cotillear es hablar por hablar y con la única finalidad de hacer daño intencionadamente, haciendo correr una mentira que alguien lanza y los demás recogemos y difundimos sin pensar en las consecuencias que nuestra acción puede provocar, no sólo en el individuo que la sufre, sino también en su entorno. Por ello, generalmente lo mejor es callar y dejar pasar el tiempo.

¿Cómo ve la Mallorca de hoy?

Mallorca está cambiando y me asusta lo que creo que está por venir. Nuestra cultura y el tempus que había en la mayoría de casas mallorquinas, ricas o pobres, ha cambiado por un modelo que procede de fuera. En ese contexto, considero que el que viene a vivir con nosotros, a trabajar con nosotros, a formar una familia con nosotros, ha de adaptarse a lo que somos.

Esteban Mercer 1

¿Y cómo somos?

Somos gente luchadora, trabajadora, rarita pero honesta, con una cultura del saber vivir que es la envidia de muchos europeos. De Mallorca se valoraba y se valora aún nuestra discreción, nuestra indiferencia elegante y también nuestra solidaridad. Lo siento, pero me niego a dejar de ser un mallorquín de toda la vida.

"Cotillear es hablar por hablar y con la única finalidad de hacer daño intencionadamente"

Las fiestas de postín parecen siempre muy glamourosas. ¿Es así realmente?

Sí, lo son, y por una razón, porque quienes las organizan se han tomado muchas molestias en crear una fantasía para regalar a sus invitados. Una fiesta elegante, aunque sea en una piscina y los invitados acudan en bañador, esconde una infraestructura que pocos creerían. Esas fiestas sí generan muchos puestos de trabajo y de calidad. Se beneficia muchísima gente, pero cada vez son más difíciles de organizar.

Entiendo, sí...

En casa de Catherine Z. Jones, por ejemplo, no le puedes permitir a un camarero que diga: "Bro, tranquilo, ya le limpio la chaqueta". La educación es la base de todo, sin ella no hay glamour. Hay que dársela a todos y que volvamos a ser una sociedad cohesionada.

¿Me podría decir, por favor, el nombre de algún famoso que recientemente haya estado de incógnito en la isla?

No, porque traicionaría la confianza de esa persona que no quiere que se sepa ni dónde ha estado, ni dónde estará. Hay muchos que están y pasan desapercibidos, aunque gran parte del año estén entre nosotros. La gran fama, la planetaria, exige grandes sacrificios, grandes renuncias, y Mallorca les ofrece un poco de lo que creían perdido para siempre. Aquí nunca hemos contado quién estaba veraneando cerca de nuestra casa. No se hacía ni debe hacerse. Además, acaban siendo objeto de burla, carne de cañón de los que copan las tertulias televisivas sin saber de qué va eso de la fama y el poder.

¿En qué sentido lo dice?

En el sentido de que no puedes hablar de poder si no has convivido con él una buena temporada, ni puedes juzgar a un famoso que rehúye las cámaras sin saber el momento que está viviendo esa persona. No, jamás traicionaré la confianza de esa gente que me ha dado la suya.

¿Se puede ser elegante —en su sentido más amplio— sin tener que ser necesariamente rico?

Conozco a muchos elegantes que lo son sin más, porque ese don no se compra con dinero, ni adquiriendo la ropa más cara del mundo, por bonita que sea. La elegancia va más allá y son muchos los factores que hacen que alguien nos haga girar la cabeza con admiración cuando nos lo cruzamos en una fiesta o en la calle.

"Conozco a muchos elegantes que lo son sin más, porque ese don no se compra con dinero"

Estoy de acuerdo con usted...

Mire, la que fue mi suegra durante 22 años estaba magnífica con unos vaqueros de Massimo Dutti y una camiseta común pero bien elegida. Era su porte, su gesto, su levantar la barbilla en el punto justo y exacto, sentarse sin apoyarse jamás en el respaldo de la silla. Nació y vivió toda su vida —hace poco que falleció— en ese mundo de cuento que imaginan los profanos, entre castillos y palacios, entre príncipes y reyes. Sí, es un mundo de cuento, pero a la mínima que metas la pata el cuento se convierte en pesadilla.

¿Y qué se puede hacer entonces?

Hay que estar muy preparado para sobrevivir, para encajar en ese mundo donde todos están preparadísimos para triunfar en la hoguera de las vanidades. Yo siempre lo he disfrutado muchísimo. Clementina, que así se llamaba, en cuanto conoció a mi abuelo Antonio quedó fascinada con su elegancia y su finura, que en él era innata. El abuelo entraba en una habitación y todos nos girábamos, aunque hubiera veinte personas mirando el fútbol. De repente cambiaba la luz, el ambiente.

¿Su abuelo nació con ese don?

Sí, nació con ese don y nunca le vi actuar con vulgaridad, ni en las situaciones más duras que le tocó vivir. Su señorío era innato y nos lo demostró hasta el fin de sus días. Me temo que estoy hablando demasiado de cosas muy íntimas que quizás no interesen, así que pido disculpas. Pero lo que le cuento es la base del funcionamiento de la sociedad. Hay reglas que son inamovibles y así debe seguir siendo.

¿Se siente usted más cómodo escribiendo en la prensa o presentando un programa en televisión?

La verdad es que disfruto de ambos, y me gusta también la radio, muchísimo. No soy sólo un cronista de sociedad o un presentador de amor y lujo. Gracias a Dios, me interesa todo, incluso lo más ruin del ser humano; como periodista, busco la explicación e intento comprender esa oscuridad que habita en muchos seres humanos. Nunca he sido cotilla, jamás pregunto lo que no se debe preguntar, y de esta manera consigo que mi interlocutor se abra en confianza. He conseguido grandes exclusivas, y ahora por fin me enorgullezco de lo logrado. Me educaron para ser discreto y aunque no lo parezca lo soy.

¿La discreción es esencial?

La discreción, incluso en esta profesión, es fundamental para mantener el equilibrio entre lo que es información, opinión y servicio. Somos vehículos portadores de buenas y malas artes, así que cualquier medio es bueno si lo que te gusta es comunicar. No sé por qué tengo esa necesidad de contar una parte de la vida que he vivido desde dentro o desde muy cerca. El caso es que soy un privilegiado que tuvo la suerte de tener amigas que me protegieron, cuidaron y ayudaron a ser mejor cada día.

"La discreción es fundamental para mantener el equilibrio entre lo que es información, opinión y servicio"

¿Así fue por ejemplo en el caso de Cristina Macaya?

Cristina Macaya hizo lo que nunca había hecho hasta entonces y lo hizo para ayudarme a seguir adelante. También han sido fundamentales en mi evolución profesional Mayte Spínola, Carmen Lomana, Maite Arias, Marina Castaño, Cecci Sandberg, Ágatha Ruiz de la Prada, Sonia Valenzuela, Diana Zaforteza, María de León, Manolo March, los condes de Fontanar, doña Fanny Morell Cotoner y su hermana doña Mariana, los anteriores condes de París, Anne d’Ormesson, Ana Chico de Guzmán y María Zurita. Incluso Michael Douglas me regaló la entrevista de mi vida.

¿Cómo eran o son esas personas que ha nombrado?

Ninguna de esas personas es frívola, ni tonta, ninguna podía sacar provecho de mí y sin embargo me iban abriendo caminos, me dejaban conocer informaciones que no podía compartir pero que me daban y dan la medida justa de la realidad. La infanta Doña Pilar contó anécdotas de su vida familiar que explican muchos de los hechos que hemos vivido en los últimos años. Y no contó nada que fuera un secreto de Estado, era más lista y sensible de lo que puedan imaginar. Con dos pinceladas describió el servicio de España a cambio de nada.

¿Conoce bien a la Familia Real?

No me gusta hablar de la familia de los Reyes, ni tampoco de ellos. Dicen por ahí que soy primo del Rey, pero ni es verdad ni he contado nunca semejante mentira, pues este tipo de historias se pueden cargar una carrera.

Ahora que nadie nos escucha, ¿diría de usted mismo que es quizás a veces un poco frívolo?

Dicen que soy frívolo —sonríe— y respondo que lo justo para no parecer un pedante que se toma la vida demasiado en serio. Tengo una hermana —Àngels Mercer— y un sobrino maravillosos, buenos amigos, fuerza para superar las dificultades, y unas ganas de pasarlo bien, de reírme, de bailar, de ligar y de coquetear que es imposible que lo malo se quede para siempre. Le pido a la gente que sonría, que haga el esfuerzo. Mire, en un baile me fijé en una señora que desprendía soledad y tristeza. Me fijo en todo, soy un escáner, soy periodista.

¿Y qué pasó?

Me acerqué a ella instintivamente y le comenté lo precioso que era su vestido, lo guapa que estaba y un par de halagos más, y la mujer se irguió mientras abría una gran sonrisa que iluminó su rostro al instante. Me miró coqueta y se fue directa a la pista a bailar. Bailó toda la noche, todo el mundo se le acercaba. Un momentazo que me demostró que la tristeza más profunda con amor, con cariño, se cura. O se alivia. Y esto lo puedo hacer desde los tres medios en los que he tenido la fortuna de trabajar. Desde ellos puedo piropear a la humanidad entera para que se sienta un poco más feliz.

"Dicen que soy frívolo y respondo que lo justo para no parecer un pedante que se toma la vida demasiado en serio"

Y ahora mismo está también en IB3 Televisió...

Así es, con el programa Benvinguts a Ca Nostra, que es fruto de más de veinte años de profesión, de haber dado muchas vueltas al mundo, de haber conocido a muchos de los más grandes. Y siempre he sabido valorarlo. Yves Saint Laurent me dijo que la vida no era bonita, pero que había que hacerla cada día mejor y más bella, a costa de lo que fuera. Qué privilegio haber estado con ese señor sabio pero destruido. La belleza lo es todo, en todas sus manifestaciones. Estar cabreado todo el día no ayuda, hay que cambiar el chip ya.

¿Sus principales amigos se encuentran sobre todo en la aristocracia y en la alta burguesía?

Nunca lo he pensado, la verdad, pero le aseguro que mis amigos no pasan por un detector de aristócratas o ricos. En la nobleza tengo muy buenos amigos, que no me han fallado cuando necesitaba su apoyo. En la empresa también tengo amigos, pero le aseguro que mi mundo no se acaba en ese círculo. Al contrario, desde niño he huido de los círculos cerrados, de las sectas, de las pandillas.

¿Cómo elige a sus amigos?

A mí alguien me entra por el ojo por el motivo que sea, pero que me interese, y lo meto en mi vida. No todos se quedan, pero siempre aprendo de esa gente que es capaz de llamar mi atención. Tengo amigos a los que no les gusta nada verme con esa gente que supuestamente no es nadie. Miro para otro lado y sigo mi camino. En nuestra familia, todos hemos sido abiertos a lo nuevo, al conocer, al integrar. Si viera los personajes que se juntaban en nuestra casa de Pollença para cenar de pa amb oli...

Cuente, cuente...

Los París, los de Formentor de siempre, el del bar que jugaba a las cartas con el abuelo, unos franceses recién reclutados, unos ingleses de gran fortuna amigos de la familia desde hace siglos, un fotógrafo de moda, mi amigo megapijo de Madrid y mi amigo porreta que era el más guapo de todos con diferencia, su padre el pintor y la modista que cosía para la abuela. Nunca hubo problemas de ningún tipo, al revés. Ese era uno de los grandes dones de la familia, siempre desde la discreción. Nunca nos ha dado pereza dar fiestas. En cambio, los funerales nos aburren muchísimo.

Me acaba de descolocar con esa reflexión acerca de que los funerales le aburren...

Menos el de mi abuela Francisca, que convocó inesperadamente a la crème de la crème del verano y que estuvo presidido por los condes de París desde unos sitiales colocados en el lado de la epístola. Ese funeral maravilloso resumía muy bien quiénes somos y lo mucho que nos hemos cuidado en demostrarlo.

"En nuestra familia, todos hemos sido abiertos a lo nuevo, al conocer, al integrar"

¿Qué más nos podría decir de aquella época?

Entonces no existía Instagram, por lo que podía venir a cenar Rebecca Horn con los Jakober, o Marieta Salas con sus amigas y nadie se enteraba. En sociedad hay que saber apagar la luz de vez en cuando. Doña Mariana Morell Cotoner me decía en las noches de Can Bosch, su predio pollensí, que la sociedad es muy cruel, que hay que ir con mucho cuidado. Fueron doña Fanny y doña Mariana las que me animaron a escribir crónica social. Me dijeron que hablara bien de todo el mundo y que contara cosas bonitas que agradaran a todos. Como cuando eran unas jovencitas y se publicaban hasta sus viajes a la Península.

¿No ha sentido nunca la tentación de dar de vez en cuando algún palo a alguien, periodísticamente hablando?

He dado muchos palos, de forma sibilina, utilizando el humor y sin dar a conocer el nombre de quien recibía. Hay gente muy pesada, gente que ha sido creada en las crónicas, domingo a domingo, y que se lo cree y exige tratamiento de estrella. Mi trabajo consiste en eso también, en saber aguantar, en ser capaz de hablar de gente que no lo merece pero que es protagonista de la crónica y no se la puede obviar. Una gran boda por ejemplo.

Ah, de acuerdo...

Lo que sí hago es obviar por completo y para siempre a la mala gente que no merece alabanza ninguna. Ahí sí que soy radical. Censuré un reportaje de la gente que más respeto porque consideré que no merecían ser alabados en esa ocasión. No lo habían hecho bien. Del Rey para abajo, todos iguales.

¿Añadiría algo más en ese sentido?

Hablando de reyes, sería muy importante que su labor fuera mejor difundida. Y también la humanidad de muchos de ellos. En cierta ocasión, mientras Beatriz de los Países Bajos repasaba su formación académica tras un almuerzo, exclamó: "Todo esto está muy bien, pero debería haber estudiado Enfermería, para poder cuidar a mi marido como se merece". El príncipe Klaus sufría de fuertes depresiones y la reina más rica del mundo quería cuidarlo, y no sabía cómo hacerlo bien, y se desesperaba.

De todas las naciones y ciudades que ha visitado, ¿cuáles han sido las que más le han fascinado?

Es imposible responder a esa pregunta. Kenia me fascinó, y quizás la sorpresa de descubrir Shanghái, el de hoy, que es una locura arquitectónica que no he visto en otras partes. Lo cierto es que me gusta el mundo, todos sus rincones me fascinan.

¿Se considera una persona feliz?

Lo soy a ratos, como todos los seres humanos. Lo más importante para mí no es la felicidad, es sentirse en paz con uno mismo, saber que lo has dado todo aunque no hayas ganado. Gracias por preguntarlo, es una pregunta muy bonita, la verdad.

 

 

Suscríbase aquí gratis a nuestro boletín diario. Síganos en X, Facebook, Instagram y TikTok.
Toda la actualidad de Mallorca en mallorcadiario.com.
Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más Noticias