Ante las elecciones al parlamento europeo que se celebrarán dentro de un mes, muchos ciudadanos vuelven a hacerse la pregunta que viene reapareciendo desde hace ya muchas convocatorias: ¿para qué sirve la eurocámara?. Y junto a ella, otras preguntas y reflexiones que también se van perpetuando sin apariencia de cambio o mejora, que convergen todas en dos paradigmas: el parlamento no controla las decisiones que toman los gobiernos de los estados miembros y el déficit democrático de la UE.
Es un hecho constatado por las encuestas que una mayoría de ciudadanos europeos considera que las decisiones importantes se toman en los despachos de los gobiernos de los países con más peso en la UE, se ratifican en las reuniones del Consejo Europeo y se implementan por la Comisión Europea y su oscuro ejército de eurofuncionarios, y si es necesaria una aprobación legislativa en el parlamento, los grupos de los grandes partidos europeos, controlados por sus países, cocinan los acuerdos necesarios para que salgan adelante sin problemas.
Con ello se ha creado la impresión de que se impone a los ciudadanos todo el conjunto de leyes y normas europeas que no han pasado por un filtro democrático suficiente y que el europarlamento es poco más que un elemento decorativo de la arquitectura organizativa de la UE, esencialmente inútil, muy caro y que, además, sirve para dotar de una pátina de procedimiento democrático al funcionamiento de las instituciones europeas, que en realidad no existe, hurtándose a los ciudadanos el derecho de controlar, por medio de sus representantes elegidos, la acción de sus gobernantes, que es la base de la democracia parlamentaria representativa.
Este estado de opinión ha tenido dos consecuencias importantes en el comportamiento de los ciudadanos en las elecciones europeas: baja participación, mucho más baja que en las elecciones nacionales, y voto a opciones minoritarias, de los extremos del abanico ideológico, contraculturales, antisistema o pintorescas. Suelen conseguir representación en el parlamento europeo partidos de extrema derecha, euroescépticos, antieuropeos y rarezas diversas. Un ejemplo paradigmático fue hace unos años la elección en España de dos diputados de la lista de Ruiz Mateos, un baldón que pesará para siempre sobre la conciencia democrática de los ciudadanos españoles.
Y sin embargo, no es cierto que el parlamento europeo sea un organismo inútil y que se limita jugar un papel de convidado de piedra que dice amén a todo lo que se le imponga desde la comisión o desde el consejo. Aunque el déficit democrático existe, es mucho menor ahora que hace dos décadas. Muchos eurodiputados han hecho a lo largo de las sucesivas legislaturas un trabajo arduo e ingente para dignificar la función del parlamento al que han conseguido dotar de autonomía, de respeto y de competencias. Se ha logrado que los grupos parlamentarios, consitutidos por afinidad y coherencia ideológica, funcionen como tales y no por la procedencia estatal de los diputados. Han desterrado al grupo de no inscritos a los diputados de partidos de extrema derecha, neofascistas y antidemocráticos y los partidos euroescépticos y antieuropeos también han tenido que formar sus grupos parlamentarios, para no verse en tan desagradable compañía.
Han conseguido que el Consejo y la Comisión Europeos aceptaran dotar al Parlamento de toda una serie de competencias y capacidades que tienen una importante repercusión en el funcionamiento de la UE y, por tanto, en la vida diaria de sus ciudadanos. El europarlamento es ya un contrapeso significativo a la comisión y al consejo y su aprobación es necesaria para la mayoría de las decisiones, con lo que su misión de control democrático es cada vez más evidente. Un ejemplo lo tenemos en el último proyecto aprobado en esta legislatura, la semana pasada, el de la unión bancaria europea. Después de que el gobierno alemán recortara drásticamente el proyecto inicial, así como retrasara su aplicación, el parlamento europeo, después de largas y duras negociaciones, ha conseguido mejorar sustancialmente el recorte alemán, tanto en competencias como en la fecha de aplicación.
Además, por primera vez, el nuevo europarlamento elegirá al presidente de la Comisión Europea. Algunos de los partidos europeos ya han dado a conocer sus candidatos al respecto. Además, el papel del parlamento en esta próxima legislatura, de acuerdo con sus nuevos poderes y competencias, será más importante que nunca antes y será uno de los actores activos en la toma de decisiones.
Así pues, los ciudadanos deberemos considerar si participamos o no en las elecciones europeas, así como a quien votamos, como siempre, pero esta vez no valen las excusas de la inutilidad del europarlamento o del déficit democrático.





