La peor noticia para el consumidor en esta imparable tendencia al alza de los precios es que este desbocamiento de la inflación no afecta, precisamente, a los artículos de lujo o que, de alguna manera, resultan prescindibles, sino, principalmente, a los denominados productos de primera necesidad, es decir, aquellos que forman parte de la cadena de subsistencia de cualquier persona o familia.
De hecho, de los cerca de 240 productos que se incluyen generalmente en la cesta de la compra básica, la espiral hacia arriba en las tarifas comparadas en relación a los precios del pasado año (de octubre a octubre) repercute en el 95 por ciento de los artículos.
A partir de estos datos, y según certifica un estudio divulgado por la organización de consumidores OCU, un hogar medio en España habrá tenido que desembolsar un sobrecoste de 830 euros este año en relación a 2021. Y eso si se contabilizan únicamente las compras efectuadas en los establecimientos o las secciones de alimentación de pequeños comercios y grandes superficies.
PRODUCTOS BÁSICOS
Pero, vayamos por partes. Si diseccionamos, uno por uno, los diferentes componentes de la cesta de la compra nos encontramos, por ejemplo, con que el precio que se paga por un litro de aceite de girasol es, hoy en día, un 118 por ciento más caro que hace un año. De todos los artículos de adquisición habitual, este es, sin duda, el que ha registrado una escalada más pronunciada.
Sin embargo, hay, por desgracia, otros muchos casos de comportamiento ascendente. Por ejemplo, las magdalenas y la margarina, cuyos costes se han incrementado un 75 por ciento; o la pasta y la harina, que se han disparado un 50 por ciento. Este último porcentaje es idéntico al que presentan los plátanos y el aceite de oliva.
Los alimentos constituyen, de hecho, el segundo grupo de artículos que más han encarecido su precio, solo por detrás de la tarifa eléctrica. En España, el dato es, además, claramente superior al que se refleja en la zona euro: un 22 por ciento de aumento frente al 17 por ciento.
ESCENARIO INFLACIONISTA
No obstante, estaríamos incurriendo en un error si pensáramos que este escenario inflacionista es exclusivo de nuestro país. Ni mucho menos es así. De hecho, Europa en su conjunto se halla inmersa en una acuciante escalada de precios que no se conocía desde hace décadas, y que repercute especialmente en el coste de la cesta de la compra.
En algunos países, la tendencia es incluso más acusada que en España. Este es el caso de Alemania, la locomotora económica europea, donde los precios de venta se han incrementado el 16,4 por ciento, como media general, este último año. En este contexto, la inflación en la eurozona repercute en productos tan esenciales como los huevos, que han experimentado una subida del 19,9 por ciento.
En España, por cierto, este incremento es incluso superior, y alcanza el 22,5 por ciento, que, en cualquier caso, se sitúa muy por debajo de la tasa que presenta Portugal, con nada menos que un 32,6 por ciento. Es el registro más elevado de la Unión Europea, si bien, si nos atenemos al precio medio absoluto, el récord está en manos de Francia, donde la compra de una docena de huevos exige desembolsar la cantidad de 3,10 euros.
PAN Y CARNE
También el pan está sobrepasando límites históricos. Si en 2021 este producto, indispensable en cualquier tipo de cocina por diversos que puedan ser el resto de ingredientes, incrementó su precio apenas en un tres por ciento, este año lo ha hecho en un 18 por ciento. La situación resulta especialmente acuciante en Hungría, donde el coste del pan ha escalado hasta un espectacular 65 por ciento. En cuanto a España, la subida ha sido del 15,2 por ciento, por debajo de Alemania (17,5 por ciento), pero por encima de Portugal (15 por ciento), Italia (13,5) o Francia (8,2).
Hablemos ahora de la carne. Un producto tradicionalmente tan barato como el pollo se está poniendo literalmente por las nubes, con una subida, en el conjunto de la Unión Europea, del 21,8 por ciento en comparación a 12 meses atrás. Portugal y Alemania encabezan el ránking, con un incremento del 33,5 y el 29,7 por ciento, respectivamente. En España, el pollo es un 17,6 por ciento más caro que hace un año. En menor medida ha escalado este precio en Italia (15,8 por ciento) y Francia (15,2).
Ante la contundencia de estos datos, no resulta en absoluto extraño que cada vez sean más las familias con dificultades para llegar a final de mes afrontando con una mínima holgura sus gastos cotidianos.
CONSUMIDORES VULNERABLES
Si esta situación de precariedad afectaba, en 2021, a un ocho por ciento de la población española, la previsión, según la entidad OCU, es que, cuando se pase balance del presente año, este dato se verá inevitablemente corregido al alza. En este sentido, tal como ha puesto de manifiesto esta asociación de consumidores, los principales damnificados serán los grupos demográficos calificados como vulnerables.
A este respecto, la OCU ha realizado algunas propuestas para proteger con mayor eficacia al sector de consumidores más empobrecidos o con menos recursos, como la suspensión temporal de todos los impuestos vinculados al uso de bienes energéticos, o el aumento de las ayudas económicas, arbitrando incluso cheques u otras fórmulas destinadas al abaratamiento de las compras más básicas.
Ahora bien, ¿qué causas explican esta coyuntura inflacionista? Todos los expertos vinculan esta escalada de precios a la guerra en Ucrania, que ha conllevado, a su vez, duras sanciones económicas contra Rusia que implican severas restricciones a la compra de artículos procedentes del país invasor. Lógicamente, estos castigos suponen un decrecimiento de la oferta y, en consecuencia, un alza de los precios que, por el momento, se ha mantenido imparable desde el inicio del conflicto bélico.
COSTES DE PRODUCCIÓN
Al mismo tiempo, han aumentado de forma más que destacable los costes de producción, especialmente en los casos en que las empresas precisan de la utilización de combustibles o energía para la elaboración de sus artículos. A raíz de ello, el fabricante o distribuidor ha visto disminuir peligrosamente sus márgenes de beneficio, y, en determinados casos, las ganancias han desaparecido de un plumazo. La respuesta ha sido, y parece que continuará siendo, al menos, en los próximos meses, el aumento de los precios que se aplican al consumidor.
NUEVO AUMENTO DEL IPC
El índice de Precios de Consumo (IPC) ha bajado una décima en noviembre en relación al mes anterior y ha recortado medio punto su tasa interanual, hasta el 6,8 por ciento, su cifra más baja desde enero, justo antes de declararse la guerra en Ucrania, cuando el IPC se situó en el 6,1 por ciento, según los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE).
El dato de noviembre, que deberá ser confirmado por Estadística a mediados de diciembre, es cuatro puntos inferior al pico alcanzado el pasado mes de julio, cuando la inflación escaló hasta el 10,8 por ciento, su nivel más alto desde septiembre de 1984, es decir, 36 años atrás.
Con la moderación registrada en noviembre, la inflación suma cuatro meses consecutivos de descensos en su tasa interanual después de que en agosto bajara tres décimas, hasta el 10,5 por ciento; en septiembre disminuyera 1,6 puntos, hasta el 8,9 por ciento, y en octubre se redujera 1,6 puntos, hasta el 7,3 por ciento.
CARBURANTES Y ELECTRICIDAD
Según el INE, la moderación del IPC interanual hasta el 6,8 por ciento en noviembre se debe, principalmente, a la reducción de los precios de los carburantes y de la electricidad.
También influye en el aligeramiento de la inflación el hecho de que los precios de vestido y calzado, por la nueva temporada de invierno, han subido menos en noviembre de este año de lo que lo hicieron en el mismo mes de 2021.
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