Uno de los hachazos más demoledores a nuestra fantasía es el saber que los Reyes Magos no existen, tal como nos los habían relatado nuestros padres. De repente una creencia tan profundamente arraigada se confronta con la realidad y salta hecha añicos. Creo que es una de las frustraciones más “frustrantes” de nuestro aprendizaje socializador. Y además para colmo, suele ocurrir en Navidad. Hay muchas maneras de enterarse de la falacia de los Reyes Magos y de la inexistencia del hombre rojo del trineo. Si uno pudiera elegir , todos nos abstendríamos de enterarnos “en el cole”, cuando uno de los compas resentido (“el ya lo sabe”), denuncia el engaño paterno. Eso si que es bullying. Y no digamos cuando un grupito lo sabe y se dedica a burlarse y reírse sádicamente del pobre iluso que todavía vive en el mundo de Yupi. Todos preferimos que la verdad vaya aderezada de cierta anestesia emocional. Todos queremos desahogarnos emocionalmente y marcarnos una de rabia, llanto y pataleo ante los embajadores de la realidad que son nuestros padres. Es un segundo destete. Con razón dice el sabio “que la familia nunca estuvo llena de gente conocida; solo fue el lugar en el que comenzamos a conocer gente”. Es un mojón de la ambivalencia, que nos acompañara mientras vivamos. Descubrimos que hacia nuestros padres podemos tener un menú de sentimientos y emociones y algunos de ellos no son precisamente de cariño. Pero que duda cabe, que pasar el trago, es mejor hacerlo en casa. ¿Porque que me dirán del ritual de consuelo que despliegan nuestros progenitores?! Como nos arrullan con la mirada cariñosa que es como un bálsamo en la herida producida ¡.! Como escuchan nuestra quejorrea! ¡Como nos estrujan! Muchos no creen que sus papas les hayan mentido durante 8 o 9 años. ¿Como es posible? Algunos niños quieren exiliarse de la familia. Otros piensan que solo si son adoptados se puede comprender tal traición paternal. Otros en pleno subidon cañero proclama “no os lo perdonare, esto es un antes y después en nuestras relaciones”. Otros guasapean frenéticamente con los amigos trasmitiéndoles la afrenta sufrida. Y otros consultan con el google-terapeuta buscando información o alguna asociación de damnificados por “el síndrome de los reyes Magos y análogos”. Bien no es sino otro mojón desidealizador y desmitificador que se incluye en el proceso de “hacernos mayores”. Esto nos convoca a un nuevo mapa mental que nos permita adaptarnos a la nueva realidad. Cuando uno descubre que a sus amigos también les ha pasado, uno puede ser más indulgente con los padres. Y cuando los abuelos les cuentan que a sus padres pasaron por idéntico trago, la serenidad les invade. Ahora bien, todo puede empeorar. Por ejemplo si eres el hermano mayor y te dicen “a tu hermana pequeña chitón, no le quites la ilusión”. Eso si que es una puñalada trapera. Esto redobla transitoriamente la bronca hacia los farsantes de tus padres. Los niños esperan sugerencias para tratar los obstáculos que surgen durante la vida y avanzar así hacia la madurez. Cuándo la resaca emocional ya ha pasado, es cuando hay que reflexionar y deliberar ,sobre las ventajas adquiridas: que bien que sean los padres ya que están mas cerca de nosotros, son mas conocidos y nos suenan mas, nos garantiza que seguirán haciéndonos regalos y nos dan un control sobre la selección de regalos futuros. Es bueno recordarles que los regalos que han tenido hasta ahora, los padres los elegían para ellos. Por otra parte hay que hacerles ver que los Reyes Magos no jugarían con ellos y los papis siempre están disponibles. Esto hace emerger su agradecimiento. Hay que dejar de ser niños, luego dejar de ser hijos para poder convertirnos en padres y luego en abuelos. A menudo, los adultos conservamos nuestra infancia como una idealización, con amnesia, vacíos y recuerdos encubridores. Frente a eso, los niños están sanos cuando desean hacerse mayores y separarse de esa época en la dependen de otros. Los cuentos son una buena escuela de adultos para relativizar ese paraíso dorado que los mayores creen que fue su niñez. Aprendemos una gran lección: todos podemos ser magos sin ser reyes. Todos podemos trasmitir la ilusión de la magia. Y como dice Deepak Chopra “un mago puede convertir el temor en alegría, la frustración en realización, lo temporal en eterno y puede llevarnos mas allá de nuestras limitaciones hacia lo ilimitado”.





