La práctica aclamación por unanimidad de Alberto Núñez Feijóo como presidente del Partido Popular -un 98 por ciento- supone el final de la crisis que estalló hace poco más de un mes en el seno del principal partido de la oposición y que culminó con la salida de Pablo Casado de la cúpula popular y su abandono de la actividad política.
Feijóo llega a la presidencia del PP con un discurso moderado e integrador con el que pretende ampliar la base electoral del partido y tener opciones de gobernar tras las próximas elecciones generales. De él se ha destacado el talante sosegado y la experiencia acumulada tras su paso por el gobierno central y, sobre todo, tras las cuatro mayorías absolutas conseguidas para presidir la Xunta de Galicia.
Para su desembarco en Génova, Núñez Feijóo se ha rodeado de un núcleo duro donde gana peso el PP andaluz, así como las personas de su máxima confianza en Galicia y la que fuera portavoz parlamentaria con Casado, Cuca Gamarra, que se convierte en la número dos del partido como secretaria general y marca un punto de no ruptura radical con la anterior dirección. Feijóo ya ha anunciado que no quiere tensiones internas y procurará garantizar la unidad del partido de cara a los futuros retos que se le presentan.
Entre estos retos, el gallego deberá afrontar la relación del PP con Vox, la ampliación de la base del partido con electores procedentes de Ciudadanos y del propio PSOE -aquellos más críticos con Podemos y con los socios más radicales-, así como el establecimiento de una relación con Moncloa que permita alcanzar acuerdos de Estado en materias fundamentales para el país.
En su bagaje, Núñez Feijóo lleva también el cartel de periférico, lo que le debería permitir interpretar la realidad desde un punto menos centralista; no todo lo que ocurre en España pasa por la medida que se aplica desde Madrid. Esta visión periférica debería ser útil para comprender mejor, también, problemas como los que afectan a Baleares.
En todo caso, la condición previa para dar respuesta a todos estos problemas es llegar a Moncloa y aún queda un año largo hasta que se convoquen elecciones generales. Un periodo en el que Feijóo deberá no sólo capitalizar el desgaste sufrido por el Gobierno de Sánchez a cuenta de la tremenda crisis que azota el país, sino demostrar que puede ofrecer soluciones solventes a los problemas de los españoles. La oportunidad la tiene y su llegada a la confrontación nacional parece contar con el viento a favor, ya que para muchos Feijóo es el líder que esperaba desde hace tiempo el centro-derecha de este país.
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