Me han bastado un curso académico y el primer trimestre de éste para darme cuenta que los alumnos actuales han cambiado considerablemente con los de hace dos décadas, incluso con los que hace una. Las demandas de los estudiantes han evolucionado a ritmos agigantados. En muchas ocasiones, ni tan siquiera el cambio metodológico para enfocar la asignatura es suficiente para captar su atención y motivación.
Ésta es una de las causas del abandono escolar y de las tan nefastas cifras de éxito escolar o rendimiento académico. Los alumnos demandan otro tipo de sistema. Un sistema más adaptado a la realidad y más practicista. Muchos jóvenes perciben parte de las etapas educativas muy academicistas. Es por ello que es imprescindible adaptar el sistema, hacerlo más maleable e ir insertando otras maneras de que los alumnos puedan desarrollarse académicamente hablando como mínimo hasta la etapa obligatoria.
La LOMCE ya abrió el camino a esta flexibilidad. Ahora es el momento de seguir avanzando en ese camino ya que la actual flexibilizxación es insuficiente a pesar de que en los últimos cursos de secundaria hay opciones de elección en función de los estudios que quieras continuar.
En el Bachillerato ocurre lo mismo, los alumnos pueden escoger modalidad, asignaturas de opción, de libre elección. A esta flexibilidad la podríamos denominar extrínseca o formal; es la que viene determinada por el sistema. Pero es a partir de ahora que tenemos que trabajar en el diseño de la flexibilidad intrínseca. Ahí es donde creo que va a residir el éxito de que los alumnos prosigan un camino académico y la mejora de las estadísticas en educación postobligatoria.
Por eso, las nuevas reformas en la normativa educativa que quiere impulsar este gobierno autonómico con la ley autonómica de educación deberían contemplar medidas de este tipo. La elaboración de una ley tiene que servir para mejorar el sistema que pretende legislar. No se puede concebir una ley como un mero escaparate político. Precisamente en la elaboración, el consenso y la aprobación de la ley de educación tiene que primar el interés del alumno por encima de cualquier otro.