Gracias, Bernat

El pasado martes se produjo el relevo de Bernat Alemany (Es Secar de la Real, 1956) al frente de la patronal Escola Catòlica, la más representativa de la enseñanza privada concertada. Se trataba, simplemente, de dar cumplimiento a la obligación estatutaria que limita a dos los mandatos del presidente. Por tanto, son ocho los años que ha estado Bernat comandando una de las organizaciones empresariales más singulares. La peculiaridad de esta patronal radica, obviamente, en el carácter confesional de sus miembros y en que su finalidad, al contrario de lo que ocurre, con toda lógica, en la inmensa mayoría de las empresas, no es el lucro de su titular, sino servir a la Iglesia desde el apostolado docente, es decir, mediante la transmisión de los valores evangélicos a los niños y jóvenes de nuestra sociedad, sean o no creyentes o incluso aunque profesen un distinto credo.

Bernat había recogido el testigo en 2009 de Marta Monfort, religiosa de la Pureza que había permanecido más de 17 años al frente de la entidad y que había logrado, entre otros muchos hitos, situarla entre las organizaciones patronales más activas de nuestra comunidad.

El mes entrante hará veinticinco años que comencé a desarrollar mi función como asesor jurídico de Escola Catòlica y, por tanto, puedo afirmar que he tenido la fortuna de poder trabajar junto a dos gigantes de la diplomacia, la mesura, la claridad de ideas, la radical independencia política y el espíritu de servicio, como han sido Marta Monfort y Bernat Alemany.

Sin embargo, debo confesar que los últimos cinco o seis años han sido especialmente intensos, en todos los sentidos, para nuestra escuela, con situaciones que han servido para constatar la talla del liderazgo y competencia del ya expresidente.

Sé que me voy a dejar por el camino muchos logros y metas consolidadas, pero siempre recordaré el arrojo y valentía de Bernat, y en gran medida su cruel soledad, para enfrentarse al aparato de José Ramón Bauzá cuando éste y sus lacayos pretendían usar la escuela concertada como contrapunto ideológico en materia de modelo lingüístico. Bernat defendió en ese momento el ADN de Escola Catòlica, la independencia, generadora de un enorme respeto en todo el espectro educativo.

De Bernat surgió el impulso necesario para involucrar a la organización en la negociación de un imprescindible pacto educativo, que fructificó años después, tras muchísimas horas de trabajo compartidas y larguísimos debates, en el documento de la plataforma Illes per un Pacte, que hoy conforma el armazón de una futura ley educativa de nuestra comunidad si es que los políticos logran estar a la altura que les exige la sociedad civil.

Con Bernat en la presidencia nació el Congreso bienal de la escuela católica balear, que acumula dos exitosas ediciones, y se consolidó la Plataforma de l'Ensenyament Concertat, junto con las restantes patronales, asociaciones de padres y sindicatos del sector, para la defensa de los intereses comunes de nuestro modelo de enseñanza.

Son muchos, pues, los agradecimientos que el mundo educativo puede dirigir a Bernat Alemany.

Sin embargo, me quedo con lo personal, con lo humano. He tenido la dicha de compartir muchas horas de trabajo, y también algunas de ocio, con un personaje que rezumaba humanidad, sentido del humor y optimismo por todos sus poros. Bernat fue, de niño, blavet de Lluc, y esta condición imprime sin duda un especial carácter que algunos podemos reconocer. Luego, fue, durante 14 años, un joven misionero, trabajando con los más desfavorecidos, entre otros lugares, en la remota región de Río Negro, en la República Argentina, en contacto permanente con las comunidades de indios mapuches, de los que aprendió, obviamente, un distinto sentido de la vida, pero también algo esencial: a hacer un buen asado, arte del que ha creado escuela.

Y, finalmente, regresó a su Mallorca natal, donde imparte docencia y ha dirigido centros educativos de la Congregación de Misioneros de los Sagrados Corazones, actividad a la que regresa de pleno.

Espero que sus muchas ocupaciones a partir de ahora no le impidan, de vez en cuando, que nos tomemos juntos una copa de Malbec argentino en el lugar que él y yo bien conocemos.

Soy muy malo para transmitir sentimientos, lo sé. Por eso solo alcanzo a decirte: gràcies, Bernat.

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