Hipócritas de campeonato

Ya dije una vez que el fútbol es algo demasiado serio como para tratarlo en estos irrelevantes artículos que semanalmente perpetro. Pero por desgracia hoy vengo a hablar de algo relacionado con el fútbol pero que no es el fútbol.

Vengo a hablar de la panda de hipócritas y sinvergüenzas que orbitan a su alrededor. “Tendrá para una enciclopedia”, me increparán algunos; cierto, pero solo hablaré brevemente de los últimos acontecimientos relacionados con la violencia en los campos y fuera de ellos.

Resulta que una panda de salvajes queda con otra panda de salvajes y se matan literalmente a golpes con la excusa de un partido a media mañana. Que la verdad ya son ganas de pegarse, y más a esas horas. Y en eso que un hombre de 43 años y padre de familia es asesinado por los salvajes rivales.

Y ahora anda todo el mundo tomando medidas contra la violencia en los campos, porque no puede ser hombre ya con tanta brutalidad. Todos andan muy serios haciendo listas de medidas de choque, decálogos y compromisos, que ahora vamos muy en serio y ni te lo cuento. Mano dura y tentetieso y el que no ayude, a segunda que se va. Que parece increíble a dónde hemos llegado, ¡habrase visto!

Yo, la verdad, me pellizco para comprobar que no estoy soñando. Porque estos mismos señores que ahora se rasgan las vestiduras por la muerte de un seguidor del Deportivo a manos de otros seguidores del Atleti, esos mismos dirigentes de la Federación y de los clubes, son los que desde hace décadas saben y conocen perfectamente quiénes son estos extremistas, cómo se organizan, quién les financia y a lo que se dedican.

No solo eso. Buena parte de ellos les ha ayudado a financiarse, les ha comido de la mano cuando no, directamente, se ha bajado los pantalones ante ellos con risa boba y gesto genuflexo.

¿Qué pasa, que nadie se acuerda de Ramón Mendoza bailando con los ultrassur al son del hit “es polaco el que no bote”? De eso hará al menos 25 años.

¿Nadie se acuerda tampoco del holandés Guus Hiddink negándose a salir al campo, a su campo, cuando era entrenador del Valencia, si no retiraban una esvástica que presidía uno de los fondos?

¿Nos hemos olvidado de las centenares de agresiones y delitos que han cometido los angelitos del Frente Atlético, de los Boixos, de los Ultrassur, de la peña Ligallo, de los Yomus, de los Biris, de las Brigadas Blanquiazules, de los Indar Gorri, de Herri Norte…? ¿Nos hemos olvidado de los muertos que avergüenzan al fútbol desde hace lustros?

Mercedes Milá, mucho antes de su rollo de Gran Hermano, reunió en la tele a varios de estos grupos. De esto habrán pasado treinta años. La cosa acabó como tenía que acabar. Fatal.

Y ahora, tras tantos muertos, tantas palizas, tantos saludos nazis, esvásticas, estética violenta y asesina, tras convertir el fútbol en una aventura de riesgo y no en un deporte para disfrutar en familia, nos quieren convencer de su compromiso con el fin de la violencia.

Llegan tarde y llegan mal. Como siempre.

Muchos presidentes han utilizado a esta gentuza para hacerse fuertes en el cargo. Porque el cargo acarrea muchas posibilidades de negocio, y a los sicarios hay que mantenerlos contentos. Así, les damos local en el campo a los nazis y a los violentos, y entradas para que se financien y puedan seguir comprando bates de béisbol, botas con punta de hierro, navajas y alguna que otra bandera. Que le pregunten a Florentino por las entradas para la reventa que tenían semana tras semana los Ultrassur.

Los presidentes, las directivas, los dirigentes de la Federación y las administraciones han permitido en algunos casos y alentado en otros esta especie de hidra de incontables cabezas rapadas. Tanto es así que estas agrupaciones de salvajes tienen más fuerza fuera de los campos que dentro de ellos.

Los que se enfrentaron a ellos (Laporta el primero, Florentino ahora) reciben amenazas de muerte y requieren de protección. No creo que sea por no poder ir a ver al Granada o al Eibar. ¿Será, quizás, que disolviendo estos grupos estropean el negocio de algunos? No tengan ninguna duda.

Yo espero que ahora sea de verdad. Y que la Federación y los clubes tengan la valentía de convertir los campos de fútbol en un entorno pacífico al que puedas llevar a tus hijos pequeños. Porque el futuro de este deporte, como de cualquier otro, pasa por que la gente disfrute y vibre, pero que no tenga miedo.

Me convencerán de que se lo toman en serio cuando al próximo incidente el club o los clubs implicados en la protección, aliento o promoción de esta basura (siempre dándoles derecho a defenderse y a alegar) se vean abocados directamente a la Segunda B. Sea cual sea el club.

Me temo que cuando las aguas vuelvan a su cauce, los violentos volverán a su grada. Al tiempo.

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