La situación que estamos viviendo actualmente en la sanidad balear, derivada de la auditoría en el Servicio de Traumatología del Hospital de Inca, tiene unas raíces mucho más profundas de lo que muchos creen y para entender gran parte de las cosas que se han dicho en las últimas semanas habría que remontarse varios años atrás, concretamente a la etapa de Joan Gual al frente del Colegio Oficial de Médicos de Baleares (COMIB), porque han sido aquellos polvos colegiales los que han traído estos lodos sanitarios. La etapa de Gual al frente de la institución colegial estuvo marcada desde el principio por la polémica. Su carácter y su forma de actuar han sido puestos en entredicho por varias de las personas que han pasado por el Colegio, algunas de los cuales, como el abogado Antoni Verd o el exgerente Victor Hernández, han optado por llevar el tema a los tribunales y que sea la Justicia la que decida sobre la actuación del expresidente. De hecho, en mayo de 2009, Verd dirigió una carta a todos y cada uno de los miembros de la junta directiva en la que explicaba las razones que le habían motivado a dimitir de su cargo, razones que se centraban básicamente en el modo de actuar del entonces presidente, quien le “faltaba al respeto”, le ponía “dificultades” para desarrollar su actividad en “condiciones de libertad e independencia” y cualquier discrepancia sólo servía para “caer en desgracia”. Gual asumió, como muy bien reflejaba Verd en aquella carta, todo el poder de la institución, lo que se tradujo en decisiones polémicas, denuncias sobre su actividad y un constante trasiego de personal, debido a la tensión continua que se vivía en la sede colegial, ya que provocaba entre los trabajadores “la sensación de estar siempre a los pies de los caballos, pues existe la consciencia entre el personal de que el presidente nunca asume responsabilidades, las busca en sus colaboradores, quedando él siempre al margen, incólume”. Pero, éstas son sólo algunas de las razones que hicieron de aquella etapa una de las mas polémicas de la historia del COMIB, ya que su actuación con la oposición, encabezada por Fernando García Romanos, fue de desprecio total, de “ninguneo” absoluto y de persecución constante. Este clima enrarecido, al que Antoni Bennàsar no es ajeno, porque era el vicepresidente de la institución y por tanto corresponsable de la política de Joan Gual, es el que motivó el enfrentamiento durante las pasadas elecciones, en las que Bennàssar y García Romanos compitieron por la presidencia del Colegio en una campaña de una dureza y una crispación como no se recuerda en Baleares, en la que se descalificó públicamente y se atacó con saña a García Romanos desde un medio sanitario subvencionado por la institución colegial, al mismo tiempo que se implicó al Sindicato Médico de Baleares, que tampoco se libró de los ataques del mismo medio. La situación llegó a ser tan tensa que incluso la organización sindical se vio obligada a cerrar sus foros para poner fin a los insultos y a las descalificaciones. Una vez celebradas las elecciones sindicales, García Romanos decidió acudir a los tribunales por considerar que había una serie de irregularidades que podrían invalidar el proceso, lo que le costó una denuncia ante la Comisión Deontológica de la Organización Médica Colegial, que en un fallo “a la carta”, porque fue preciso un segundo instructor para llegar al veredicto deseado, fue suspendido por un mes de colegiación. Un tema que en estos momentos se encuentra en los tribunales. Este enfrentamiento es el que ha llevado a Antoni Bennàsar a culpar de manera sibilina a García Romanos, actual subdirector de Atención Primaria, de la inspección realizada en el Servicio de Traumatología de Inca, olvidando que este tipo de actuaciones ni son competencia de la Subdirección ni tiene capacidad para ordenarlas, lo que no ha sido óbice para que García Romanos haya sido puesto en la picota pública por los afines a Bennàsar, acusándole de llevar a cabo una vendetta contra el presidente del COMIB, pese a lo cual, en ningún momento, ha pedido la dimisión del director general del Ib-Salut, Juan José Bestard, pese que es la persona sobre la que recae la responsabilidad de ordenar la investigación. Y a partir de aquí la historia, que no ha terminado, es conocida por todos. Una auditoría, un cese, una readmisión, silencio y multitud de rumores sobre lo que está sucediendo en la sanidad balear.





