Los trabajadores queremos que, cuando tenemos una disputa con las empresas en las que estamos contratados, alguien fiable nos asista; todos necesitamos que representantes nuestros estén vigilantes en la defensa de nuestros derechos, de una retribución justa y de nuestros puestos de trabajo y, por supuesto, que no estén compinchados con la otra parte. Por eso, la gran mayoría defiende la existencia de unos sindicatos que funcionen, nos escuchen y nos representen. Sin embargo, cualquiera ha podido ver estos días que las críticas contra ellos se han multiplicado exponencialmente, sobre todo cuando el Govern Balear ha dicho que les iba recortar ayudas y subvenciones. Esta semana que acaba se anunció que iban a perder unos 800 mil euros anuales que se les pagaba por “asistir a las diversas mesas de negociación”, por sus sedes y por su operación. Poco antes se habían recortado otros 200 mil euros anuales y se había obligado a unos 80 sindicalistas a volver a sus puestos de trabajo. Naturalmente, los derechos de los sindicalistas reconocidos en el Estatuto de los Trabajadores, que son de ámbito nacional, se mantienen intocados. DOS FORMAS DE DEFENSA Con motivo de estas dos decisiones del Govern, los sindicatos han puesto el grito en el cielo aduciendo que se trata de un ataque a su propia existencia. Otros, como yo, por el contrario pensamos que quitarles esta subvención es una ayuda para que recuperen el contacto con sus bases, con los trabajadores y para que no pierdan su razón de ser. Digamos que son dos formas de defender la propia existencia de los sindicatos, más que un ataque, como podría ser interpretado. Veamos, por ejemplo, la ayuda de 200 mil euros para ejercer su función de representación en la Administración. Si yo fuera funcionario y mi sindicato cobra dinero del Govern ante el cual me tiene que representar, yo tendría dudas. ¿Cómo no se me va a cruzar por la cabeza la idea de que mi representante anteponga sus subvenciones a mis intereses, sobre todo cuando entre una cosa y otra hablamos de un millón de euros al año, por diversos conceptos? Los sindicalistas nos asegurarán que antes morirían que sucumbir a las tentaciones de ese milloncete, pero supongo que comprenderán que no todos los representados sean tan cándidos; hay mucha gente mal pensada. Peor pensados aún si recordaran que en marzo de 2006, cuando se llegó al acuerdo de crear una de estas dos subvenciones, los sindicatos y el Govern, que casi convocan una rueda de prensa al día, “olvidaron” contar esto a la opinión pública. El 3 de marzo de 2006 hicieron pública una nota de prensa en la que decían que el Govern les daba un local, se permitiría la creación de secciones en la Administración, y fondos para su acción. Sin mencionar ni la cantidad ni los 90 liberados. Tan sosa era la nota que sólo Ultima Hora la publicó y bastante escondida. LA SOMBRA DE LA DUDA Tampoco nadie informó con luz y taquígrafos de las ayudas de 800 mil euros por operar, por las sedes y por los gastos de asistencia a las mesas de negociación y de diálogo. Ni tampoco los sindicatos recordaron denunciar que las patronales, con todo el poder al que representan, también iban a recibir estas ayudas. Pudo ser un olvido, pero hay mucha gente mal pensada. Algunos trabajadores, si hubieran sabido todo esto, tal vez le hubieran dado una interpretación diferente a las palabras de Lorenzo Bravo, el secretario general de la UGT, cuando, en plena campaña electoral de 2007, dijo que “el PSOE necesita tener un mensaje claro”, mientras añadía que “las dos organizaciones más fuertes, cohesionadas y que mejor funcionan en las islas son el PP y la UGT. Hay un lince, el que menea todo y no le están apreciando, que es José María Rodríguez [secretario general del PP de Baleares]. Es lo que le falta un poco al PSOE, dar el salto en la afiliación e implicación. El PP está metido en muchos estamentos de la sociedad, más de los que podemos imaginar. Aquí mismo [en la sede ugetista] tenemos militantes del PP”. Quienes conocen a Bravo saben que si dijo esto es porque lo pensaba. Pero él y todos entederán que este y cualquier otro posicionamiento si no hay relaciones económicas es mucho más creíble y verosímil. La ausencia de vínculos financieros con el poder fortalece al sindicato. Así que hoy, tras este recorte, yo creo que hemos dado un paso positivo para el futuro sindical, para que estas organizaciones subsistan y se consoliden. Los sindicatos deberían agradecer a Bauzá este empujón, esta clarificación. Los trabajadores necesitan a los sindicatos y necesitan creer en ellos, fiarse de ellos, sobre todo en tiempos difíciles. Hoy muchas personas opinan que los sindicatos no estaban cumpliendo sus objetivos ni sus obligaciones; muchos se preguntan, albergando una sombra de duda, cómo es que fueron tan débiles en sus protestas cuando se retrasó la edad de jubilación, cuando se bajaron los salarios de los funcionarios, cuando se modificaron los contratos eventuales o cuando se redujeron las indemnizaciones por despido; estoy seguro que dentro de unos años, cuando desaparezcan todas las ayudas, criticaremos o alabaremos a los sindicatos, pero no dudaremos de que representen a los trabajadores y sólo a los trabajadores.