La verdad que sí

No suelo hablar mucho de los equipos de categorías inferiores, aunque habría mucha tela que cortar, y menos de los filiales porque soy consciente de que su función primordial es puramente formativa y los resultados tienen una importancia relativa. Pero si por una parte me han sorprendido unas declaraciones de Olaizola, el entrenador del Mallorca B, por la otra parto de la base de que el filial mallorquinista no puede ejercer con éxito su misión cuando desciende al pozo de la tercera división balear y de ahí que, al menos, se le deba exigir la permanencia.

El vasco ha dicho que su equipo progresa adecuadamente y lo ha hecho después de sumar dos de los últimos nueve puntos, tres que se llevó el colista en su primera victoria de la temporada, y dos que volaron ante el Lleida de Siviero, otro de los mal clasificados. Y, por si fuera poco y cumplido el primer tercio de liga, estos chicos entre los que no se adivina ninguna gran promesa de futuro, se hallan en posición de promoción para evitar el descenso y cinco puntos por debajo de su rival de siempre, un Atlético Baleares que, en relación a sus objetivos, tampoco está para tirar cohetes. Bueno, si esto es progreso no sé lo que pasará cuando se produzca la regresión.

He llegado a la conclusión de que es tal la saturación de fútbol en todos los órdenes, que mientras los medios de comunicación hurgan en estadísticas inservibles y reportajes estériles, los profesionales sueltan lo primero que les viene a la cabeza sin pensar ni un segundo lo que dicen, un diccionario de frases hechas que “bueno que, la verdad que si” no responden al sentido común ni resultan mínimamente coherentes.

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