Una vacuna casi lista y un gobierno que rectifica y ahora sí accede a exigir PCR negativa a los viajeros que entren en las islas. Dos noticias que van a marcar el futuro turístico y económico del archipiélago. Ahora es el momento de fijar la nueva realidad sin euforias inútiles y aprendiendo de los errores del pasado verano.
La vacuna y los PCR en puertos y aeropuertos son las nuevas y muy importantes herramientas con las que ya en noviembre podemos empezar a otear la temporada turística de 2021 tras el fiasco de la de este año.
Ninguna de ellas lo resolverá todo, pero ambas clarifican el panorama, si ningún político descerebrado lo vuelve a estropear todo.
Empezando por la vacuna de Pfizer, parece que para la próxima Semana Santa podemos tener en Baleares 200.000 personas inmunizadas.
Sumémosle a esta cifra un 10% más de población, ya inmunizado porque pasó con éxito el covid 19. No será enero como dicen algunos pero muy probablemente será antes de Semana Santa. Con 300.000 residentes inmunizados alcanzamos el 30% de la población. La cifra queda a mitad de camino de la ‘inmunidad de rebaño’ (60%) que necesitamos para dejar atrás la tragedia que nos acompaña desde hace 9 meses. Pero ya se cortará mucho la transmisión.
En este sentido, no habría que olvidar que en los países emisores de turistas el porcentaje de inmunes será similar; o lo que es lo mismo, mucho más ánimo de viajar que el que hubo este año porque mucha gente quedará fuera de la sospecha de transmisión una vez vacunados.
Respecto a la vacuna, no hay que perder de vista que Pfizer ha sido la primera pero que hay otros proyectos en la misma fase, fase 3, que de aquí a la primavera pueden hacer anuncios similares al de la farmacéutica norteamericana. Más vacunas para 2021.
Con la inmunidad, sin ser resolutivo, el escenario será mucho mejor. Falta también que de una vez Baleares consiga bajar la incidencia de transmisión que sigue siendo demasiado alta a pesar de estar entre las CCAA con mejores datos. Sin bajar la curva, ni Alemania ni el Reino Unido abrirán puertas.
Las pruebas PCR obligatorias en puertos y aeropuertos son la otra gran novedad. Seis meses ha tardado el gobierno de Pedro Sánchez en darse cuenta de su importancia. Sanitaria y económica. ¿Qué da miedo de la medida que entrará en vigor el próximo 23 de noviembre?. Pues que, siendo obligatorio presentar la PCR negativa, España sólo realizará controles aleatorios para verificar su cumplimiento. Mal asunto. Tomen nota de este ejemplo: los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado siempre han reconocido que sólo incautan en las fronteras el 10% de la droga que entra en España. Ahora trasladen esto a los controles ‘aleatorios’ de PCR.
Pueden producirse fugas. Eso hay que tenerlo resuelto antes de febrero, igual que hay que tener asegurado para entonces que la obligación de presentar el PCR negativo debe ampliarse a los visitantes de la península, algo que ahora no está conseguido. Veremos. Se trata de presentarnos al mundo como un destino seguro, tan seguro como lo hemos sido siempre. Y para hacerlo hay que empezar a cambiar mentalidades que no suman, como la de Fernando Simón quien esta semana ha dicho que no es partidario de los PCR en aeropuertos porque “no compensa el esfuerzo”. Este hombre no ha entendido nada. Hay que hacer el esfuerzo, sí o sí, aunque solo sea para transmitir seguridad.
Seguridad como destino = futuro para las islas y su economía.
Con todo, hay nuevas herramientas y tiempo suficiente para dejar atrás planes ‘piloto’ frustrados y ponerse a trabajar en una temporada turística que, salvo sorpresas, puede ser de mínimos aceptables para la cadena de valor.
Para ello, llegará el momento en que al Govern de Armengol y Negueruela le tocará ponerse a trabajar de una vez. Habrá que regular qué actividades pueden abrir y en qué condiciones. Los hoteleros están preparados. La restauración también. El ocio, por su puesto. Dos veranos sin ocio nocturno serían difíciles de digerir y de justificar.
A ver como lo hacen.