La viuda negra y los pagafantas

Aunque la elección del título es extraña (proporciona de entrada muchas pistas, así que supongo que asumen que todo el mundo conoce el caso real) La viuda negra engancha al espectador. No inmediatamente, pero inexorablemente. Y eso que Carmen Machi, habitualmente eficaz, tampoco es una buena elección (no es muy creíble como inspectora). En cambio Ivana Baquero está muy bien, y Tristán Ulloa, pagafantas hasta sus últimas consecuencias, sensacional. Aunque en la película Ivana Baquero cultiva ambas especies, conviene no confundir al pagafantas con la «pareja de repuesto». ¿Qué es esto? Me alegro de que me lo pregunten.

Nuestros ancestros cazadores-recolectores vivían en un entorno mucho menos seguro que el nuestro, y no era raro que un macho acabara la jornada laboral entre las fauces de un tigre dientes de sable. Para la hembra, que dependía de la capacidad del finado para proveer seguridad y manutención para ella y su prole, esta contingencia era sencillamente catastrófica. Habría resultado sorprendente, entonces, que la evolución no hubiera favorecido estrategias de aseguramiento, y así ha sido. David Buss y Joshua Dauntley descubrieron que, incluso en relaciones estables perfectamente felices, las mujeres mantienen rutinariamente parejas de repuesto. No quiere decir que sean infieles, pero las mantienen cerca por si acaso.

Estas parejas de repuesto se mantienen generalmente de forma inconsciente y, como dice el profesor Navarth, son la rueda de repuesto que permite continuar sin problemas el viaje tras un súbito pinchazo (por ejemplo, la ingesta del cónyuge por un depredador). Y aquí es inútil buscar simetrías entre sexos: afecta mucho más a mujeres. Por eso las mujeres se enfadan el doble que los hombres cuando ese amigo íntimo de toda la vida se enamora de otra mujer, y se cabrean como monas cuando ese mismo amigo se embarca en una relación a largo plazo con otra. El motivo del cabreo no lo entienden ni ellas, pero es porque de repente les han cancelado la póliza de seguro.

¿Y el pagafantas? Pues su origen también está relacionado con lo valorado que era un macho que proporcionara recursos. Veámoslo en otra especie. El macho de la araña Pisaura Mirabilis descubrió hace mucho que entregar regalitos a las hembras (normalmente restos de artrópodos, qué le vamos a hacer) aumenta notablemente sus posibilidades de cópula. Este acercamiento es, además de eficaz, prudente, porque la hembra es bastante más grande que el macho y puede convertirlo a él en alimento. Pero con el tiempo la hembra hizo a su vez un descubrimiento esencial: podía zamparse rápidamente el regalito y reservar la cópula para un macho más atractivo, y así nació el pagafantismo.

Desde el punto de vista de Darwin la estrategia de la hembra es impecable: el macho feúcho proporciona los recursos y el guapo los genes. Obviamente la cosa no terminó ahí, porque en las guerras de sexos se produce una escalada de estrategias y contra estrategias. Ahora el macho ha aprendido a envolver el regalito para proceder a la cópula mientras la hembra se entretiene desenvolviéndolo. Y así están, en una especie de carrera armamentística darwiniana. En fin, en los humanos la cosa ha seguido un camino parecido, y por eso verán que en la película Tristán Ulloa accede a varios beneficios menores (inferiores, quizás sería más correcto) a cambio de aportar algo mucho más costoso que una Fanta o un artrópodo.

Y sin embargo no era de esto de lo que quería hablar, y casi he llegado al final de la columna. El caso es que la película está muy bien, y los personajes están bien definidos pero, sin duda insatisfecho con la explicación darwiniana de la situación, el director ha decidido echar la culpa a la religión. Y por eso, sin venir a cuento, sugiere que el problema de la (ejem) inconstancia de la Vaquero es que proviene de una familia católica y por tanto represora. Saber detectar las exigencias de la moda ayuda mucho cuando quieres que tu película se emita en Netflix, y por eso el director de Adolescencia echó la culpa de la psicopatía de un adolescente al «machismo estructural». 

En fin, esto de atacar a la religión (cristiana, que atacar a las otras conlleva riesgos que no se suelen asumir alegremente) es muy importante para adquirir el marchamo de progresista y acceder por tanto a un estatus moral superior. Por eso la periodista Marta Nebot hizo recientemente el ridículo en antena al acusar a un escritor de fomentar el cristianismo en un libro que ella no se había molestado en leer. De nuevo la explicación evolutiva es más interesante: según Joseph Henrich, los occidentales somos como somos actualmente gracias al cristianismo. Sin querer. Fueron los cambios introducidos en la políticas matrimoniales y familiares los que, con el tiempo, propiciaron los cambios psicológicos peculiares de los occidentales, incluida Marta Nebot. Esta también es una historia de la que podremos hablar en este verano que comienza.

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