Como padre de dos hijos en edad universitaria, me preocupa un futuro poco halagüeño para unos jóvenes que, rondando la veintena, tienen la mochila cargada de proyectos e ilusiones. Encontrar un trabajo acorde con su formación y sus deseos, en el que encuentren cierta estabilidad emocional, profesional y económica es, sin duda, uno de los principales retos a los que se enfrentan nuestros jóvenes.
“Quien no trabaja es porque no quiere”, oigo en muchas ocasiones. La afirmación es aceptable, pero con matices. Porque no todo el mundo quiere ser camarero o trabajar en el sector turístico, que es donde se concentra el mayor porcentaje de ofertas laborales en nuestra comunidad, sobre todo en los meses de verano. Así que no sobran los trabajos apetecibles, con salarios razonables, en los que nuestros jóvenes tengan la posibilidad de crecer personal y profesionalmente.
La segunda derivada viene cuando estos jóvenes van cumpliendo años, se plantan al borde de la treintena, y siguen estancados en la misma situación, con un salario mileurista, cada vez más pobres porque el coste de la vida no se frena y, por lo tanto, con escasas posibilidades de emanciparse y volar del nido paterno. Entonces, el muro al que se enfrentan es la compra o el alquiler de una vivienda.
Este digital se hacía eco ayer del último informe sobre el mercado inmobiliario del portal Idealista, correspondiente al mes de agosto, en el que Baleares lidera el precio de la vivienda usada, con un encarecimiento del 10,8 por ciento en el último año, hasta marcar un nuevo máximo histórico y superar los 3.500 euros por metro cuadrado en agosto (3.542 €/m2). Así que comprarse un piso de segunda mano en nuestra comunidad cuesta más caro que en ningún otro sitio. Pero lo mismo pasa con el precio de la vivienda o con el precio del alquiler, la opción que, a principios de siglo, significaba una alternativa para las economías más humildes, y ahora ni eso.
En el mencionado portal, Baleares aparece como la cuarta comunidad con los mayores precios de alquiler por metro cuadrado, 13,2€/m2 al mes, con un incremento en el último año del 14,5%. Las tres provincias más caras son Barcelona con 15,77 €/m2 al mes, seguida de Gipuzkoa con 15,52 €/m2 al mes y Madrid con 15,39 €/m2 al mes. Y un municipio de las islas, Calvià, tiene el dudoso honor de ser el más caro para alquiler una vivienda, con el precio de 19,43 €/m2 al mes.
No es una tesitura nueva. Los precios del mercado inmobiliario en todas sus opciones llevan subiendo desde hace años, sin que ninguna de las administraciones, ni la local, ni la autonómica, ni la nacional, sean capaces de aportar soluciones y diseñar una verdadera política de vivienda, en la que la oferta y la demanda se encuentren, y adquirir una vivienda, en propiedad o en régimen de alquiler, no se convierta en un imposible para muchos jóvenes y familias enteras, que se ven obligados a dilatar su estancia en el domicilio paterno o compartir viviendas o habitaciones dentro del mismo piso.
La vivienda en Baleares es hoy un bien de lujo, solo al alcance de los millonarios que acuden a comprar mansiones, mientras los residentes y quienes se han desplazado a nuestras islas por un motivo laboral se las ven y se las desean para encontrar un techo decente.
Cuesta entender por qué las administraciones siguen mirando a otro lado ante un problema que hipoteca e incluso cercena el futuro de muchos jóvenes y las ilusiones y proyectos de muchos de ellos y de muchas familias. Si vemos lo que se ha hecho en Baleares en esta materia en los últimos años, nos encontramos con una Ley de Vivienda en la que la medida estrella era la posibilidad de expropiar las viviendas vacías a los grandes tenedores. Pura propaganda comunista. La medida tuvo gran repercusión en los medios nacionales, pero, ¿saben realmente cuántas viviendas se han incorporado al parque público de viviendas gestionado por el Govern? 22 viviendas. Suena a chiste si no habláramos de un problema muy serio para muchas personas.