Dos de mis películas favoritas de todos los tiempos, La leyenda del indomable y Bullit, tan distintas temática y estilísticamente entre sí, tienen y tendrán siempre un maravilloso nexo de unión, el de la música del maestro Lalo Schifrin, fallecido el pasado jueves a los 93 años de edad.
En La leyenda del indomable, la bellísima y melancólica banda sonora de Schifrin nos da ya pistas desde el principio de que la azarosa vida de su protagonista, Luke Jackson —un impagable Paul Newman—, posiblemente no tendrá el final feliz que él seguramente merecía o que como mínimo hubiera deseado.
Rodada en 1967 por el cineasta Stuart Rosenberg —un gran director a menudo no lo suficientemente reconocido—, la película forma parte del llamado cine carcelario y su tono es, en general, bastante sombrío, aunque cuenta también con dos o tres contrapuntos humorísticos que han pasado con todo merecimiento a la historia del cine, como cuando Luke apuesta que es capaz de comerse cincuenta huevos hervidos en apenas una hora.
Por lo que respecta a Bullit, Schifrin nos ofrece en este filme de intriga un registro totalmente diferente al de La leyenda del indomable, pero igualmente extraordinario. Aquí será el jazz el estilo musical que estará presente a lo largo de casi todo el metraje de esta obra maestra, dirigida en 1968 por Peter Yates.
La sobria historia protagonizada por el teniente de policía Frank Bullit —un inolvidable Steve McQueen— se ve además positivamente reforzada por los acordes de Schifrin en cada una de las secuencias clave, incluidas la del inicio, la de la persecución automovilística por San Francisco y la del final en el aeropuerto.
La primera vez que vi Bullit yo aún era un niño, por lo que cuando leí 'Music by Lalo Schifrin' pensé que debía de ser un compositor norteamericano con orígenes quizás centroeuropeos. Pero poco después descubrí que en realidad era argentino, lo que me provocó una alegría sobrevenida muy especial.
Fue también entonces cuando lo incluí con todos los honores en mi «exclusivo» listado de grandes autores de bandas sonoras, del que ya formaban parte Henry Mancini, Georges Delerue, John Barry, Ennio Morricone, Burt Bacharach, John Williams, Marvin Hamlisch, Jerry Goldsmith o Elmer Berstein.
A Schifrin le debemos, asimismo, la orquestación de filmes considerados hoy pequeños clásicos a reivindicar, como El rey del juego, Harry el sucio, Los cuatro mosqueteros, Terror en Amityville o Brubaker.
Trabajador incansable, la labor creativa de Schifrin no sólo se limitaría a la gran pantalla, pues muy a menudo se centró también en la televisión. Para este medio compondría en 1966 el tema principal de la serie Misión Imposible, una composición absolutamente genial que sería rescatada treinta años después por Tom Cruise cuando dio inicio a la conocida franquicia cinematográfica del mismo nombre.
Aún recuerdo la muy grata impresión que me produjo aquella primera película de Misión Imposible, rodada además por mi admiradísimo Brian de Palma. Mientras contemplaba absorto sus títulos de crédito y escuchaba la imperecedera melodía de Schifrin —versionada aquí magistralmente por Danny Elfman—, pensé que estaba viendo algo grande, pero grande de verdad.
Posiblemente, millones de personas en todo el mundo debieron de pensar más o menos lo mismo entonces y también al ver las sucesivas entregas de la saga, lo que contribuyó de manera decisiva a su continuidad a lo largo de casi tres décadas, hasta llegar ahora a su último capítulo, Misión Imposible: Sentencia Final.
Lalo Schifrin siempre fue muy consciente de la importancia del tema originario de Misión Imposible en su popularidad y reconocimiento a nivel mundial, pese a su imponente trayectoria musical previa y posterior.
Seguramente por ello, cuando la Academia de Hollywood le entregó en 2018 el Oscar honorífico, con 86 años de edad, pudo decir con su elegancia y su ironía características: «Recibir este Oscar honorario es la culminación de un sueño. Esta es una misión cumplida».
Así fue, maestro, con una merecida consumación que esta vez, por suerte, sí acabaría llegando a tiempo.