Esta semana han empezado los colegios. Con gran alivio para padres e hijos, pese a las quejas con la boca pequeña, más aliviados creo ellos que nosotros, ya no tendrán que soportar nuestros últimos malabares conciliadores. Volvemos al colegio y leo que los móviles están prohibidos. Los móviles. Ese regalo de primera comunión. Ese aparato del que no podías privar al niño so pena de trauma. El móvil, todo ventajas, que lo mismo te servía para estar localizado (en el cole), que como herramienta de consulta, porque todo está en el móvil y porqué no voy a poder usar el móvil en clase para consultar, como herramienta de trabajo, faltaría más. Pues ahora, prohibidos. Pronto tendremos una nueva ley, la ley orgánica para la protección de las personas menores en los entornos digitales. Y yo me pregunto, qué habremos descubierto en este lustro para dar semejante giro. No puede ser aquí mi tarea la de señalar todas las posibles causas, no sería capaz, pero sí que puedo apuntar a una: el modelo de negocio de las plataformas digitales.
La irrupción de la IA en el discurso público ha sido reciente, con la aparición de los LLM como CHAT GPT. LLM es un acrónimo en inglés de Grandes Modelos del Lenguaje. La máquina que me escribe, que me responde. Pero la IA tiene una historia mucho más atrás, que animo a lectores inquietos a investigar. A donde quiero llegar es que otra IA, los algoritmos tal vez haya leído en otros sitios, son la clave bóveda del modelo de negocio de Google y Facebook, entre otros. Es el negocio de la publicidad on line. La idea es simple: si soy capaz de introducir publicidad relevante a cada usuario, es decir, mostrar el anuncio a la persona adecuada, saldremos todos ganando. Esto implica conocer a tu audiencia. Es decir, tener elementos de valoración para diferenciar a las personas
Ahora le voy a pedir un ejercicio de imaginación y piense que es Facebook (no Zuckerberg, quizás eso sería pedirle demasiado). Toda esa ingente información que tiene de la gente ¿qué no podrás saber de todas las personas? La cosa es la siguiente: los anuncios solo sirven si la gente les presta atención. Así, el negocio obliga a las plataformas a aumentar la interacción de los usuarios con los contenidos. Es decir, tienes que pasar mucho tiempo conectado, mirando el móvil. Y tienes que interactuar mucho. Muchos me gustas. La interacción da información a la máquina (IA otra vez) para mostrarte contenidos que te enganchen. Si estás conectado tienen tu atención. Dos ideas: si en el bus, o en aeropuerto o hasta en el cine, ves a todo el mundo mirando el móvil, piensa que hay un diseño realizado por los mejores ingenieros del mundo para que sea así. Está hecho para capturar toda nuestra atención. La segunda es muy diferente: que la manera de conseguir más interacciones viene de los contenidos que generan emociones más extremas, como la indignación, el odio, la rabia. Eso genera muchas interacciones. Por eso se ha descubierto que las plataformas digitales son vectores principales de la tan mentada polarización. A la variable personal o individual (adicción, idiocia), se une otra que carcome a nuestras sociedades, la de la polarización del discurso público intoxicado por mensajes que se difunden no en términos de “verdadero” o “falso”, si no bajo la lógica de una máquina (IA), cuyas instrucciones son priorizar los contenidos que generan mayor atención y mayor interacción.
Y aquí hemos llegado. Y me dirá usted que menudo rodeo, que qué tiene que ver con los móviles en los colegios. Pues eso, que siendo el medio digital ahora mismo el campo de batalla ampliado y caótico que podría escribir Houllebecq, dejemos a los niños tranquilos con sus cosas, las cosas que siempre han sido cosas de los niños. Ya tendrán tiempo, como adultos, de afrontar el mundo que les estamos dejando.





