Mandatarios acariciando el espíritu bélico

El estado de bienestar lo están poniendo en riesgo sus aparentes defensores negándose a administrarlo siguiendo criterios de racionalidad económica. La democracia tampoco ayuda, pues con frecuencia triunfan los líderes más decididos a realizar las prácticas más abusivamente clientelares, tal como es el caso del actual presidente español y otros. Sin embargo, sin una correcta gestión de los gastos derivados del Estado benefactor se corre el riesgo de provocar un desmoronamiento abrupto.

Es entonces, cuando los jerarcas más demagogos acarician la idea de imbuir cierto espíritu bélico entre la población. Sabedores que la existencia de enemigos externos facilita la aceptación de sacrificios internos. De hecho, históricamente han sido muchos los gobernantes que ante una crisis han optado por esta fórmula.

Estos días hemos tenido algunos ejemplos palmarios. En Francia, Macron, atraviesa uno de sus peores momentos de popularidad precisamente por sus tentativas de revertir un tipo de política caracterizada por el incremento, sin límite, de los gastos públicos. Ante algunos fracasos, su respuesta está siendo un intento desesperado de plantear propuestas para asumir el liderazgo militar europeo más activo frente a Rusia. Ahora su retórica discursiva está llena de misiles, bombas y otros equipamientos de medio y largo alcance. De hecho, no descarta ninguna acción, incluyendo medios terrestres y el despliegue de tropas nacionales. Por supuesto, también apuesta por la disuasión nuclear.

En Alemania el gobierno pretende introducir un nuevo marco legal que permita la reintroducción del servicio militar cuando las plazas pertinentes no se cubran con voluntariado. Y lo hacen a la vez que los máximos mandatarios declaran que el sistema alemán de bienestar no es sostenible tal como lo conocemos hoy. ¡En política las casualidades no existen!

En nuestro país, la crisis del estado del bienestar lleva más retraso, entre otras cosas, porque el baby boom de posguerra se produjo algo más tarde que en otros países. No obstante, al gobierno actual cada vez le resulta más complicado desarrollar su política de expansión clientelar. Rodeado de numerosos casos de corrupción, su debilidad es cada vez más evidente, con el consiguiente menor respaldo de la UE. Es previsible que los ajustes acaben llegando de una forma u otra. Probablemente ese es el motivo por el cual Sánchez se lamenta de no tener ni bombas atómicas, ni portaaviones, ni reservas de petróleo para detener la ofensiva israelí, sin tener en consideración ninguna de las complejidades de aquel conflicto. De esta forma, identifica un enemigo lejano que le permite la utilización de un lenguaje bélico encaminado a movilizar a buena parte de sus seguidores en altercados intimidatorios como los tristemente que vivimos en la final de la Vuelta Ciclista a España.

No debemos olvidar que los estados nacionales nacieron para la guerra, de manera que no debe resultarnos extraño que los jerarcas de los mismos, acaricien el espíritu bélico para mantenerse en el poder, al fin y al cabo, la industria bélica es la más vinculada con el Estado.

¡Justamente por eso, deberíamos desear un Estado mucho más pequeño!

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