Según estos sindicatos, que hoy celebran elecciones en horario escolar paralizando las clases en muchos centros y que cada vez representan a menos maestros y profesores, uno de los principales problemas de la educación española sería la falta de fondos. Lo mal que se paga a los maestros o la cantidad de estudiantes por clases. Pues bien, con los datos en la mano, no se sostiene tomando como referencia a uno de los países con mejores resultados educativos: Finlandia.
De acuerdo a los datos de la OCDE, el sueldo medio anual en paridad de poder adquisitivo para un profesor español era en 2010 de 41.339 dólares, frente a los 37,886 dólares de los finlandeses. Y el gasto por alumno era de 9.162 dólares por estudiante de secundaria mientras que en el mismo año, España gastaba 9.608 dólares por alumno. Y en cuanto a la ratio alumnos/profesor, en enseñanza primaria es de 13,6 en Finlandia por 13,2 en España; en secundaria, nos ganan por un poco 9,3 a 10,3. Pero no parecen diferencias significativas para explicar la diferencia de resultados.
Nuestra tasa de abandono escolar temprano es el doble de la europea y prácticamente uno de cada tres jóvenes deja el colegio antes de tiempo. Sólo Malta y Portugal se nos acercan en tasas tan deficientes. Al mismo tiempo, la formación general de los españoles es de las más pobres de todo el continente, según los últimos datos de Eurostat, apenas la mitad de la población tiene un título de educación secundaria superior, cuando la media europea es del 75%.
No es ninguna casualidad que más de la mitad de nuestros jóvenes esté en paro. Ya no es sólo un problema del mercado laboral, de su dualidad secular y de las rigideces históricas. La dimensión del problema es más amplia.
La enseñanza es una cuestión de largo plazo, un problema cuya solución requiere toda la atención y la determinación de un Gobierno. Sería preferible llegar a grandes acuerdos educativos entre las principales fuerzas políticas como se consiguen en la mayoría de países de la UE. En todo caso, la legislación educativa tendría que ir en la dirección en la que los jóvenes aprendan el valor de la formación en sus vidas, sepan que el esfuerzo de los mejores tendrá su recompensa y que el valor del trabajo bien hecho será reconocido. Los jóvenes tienen que creer en su futuro y tienen que trabajar para conseguirlo.
¿Y qué proponen nuestros sindicatos de la enseñanza para solucionar este panorama? Ah sí: “Crida! L’ escola en català”. Pues eso…