Hay que reconocer que el ministro Cristóbal Montoro tiene un punto gracioso dentro de lo siniestro que es el personaje que le gusta representar. El azote de actores, futbolistas, folclóricas, directores de cine y ciudadanos de a pie justifica su reprobada amnistía fiscal cual pescador armado de cebo y anzuelo a la pesca de especímenes escondidos en el fondo marino.
Lo que para él son pececillos, son como tiburones-ballena, el pez más grande que surca los océanos, entendiendo la grandeza en función del tamaño de su patrimonio y sus rentas aunque no de su solidaridad.
Argumenta Montoro que la amnistía fiscal de 2012, vetada por el Tribunal Constitucional, era el cebo para atraer pececillos del fondo del mar, sin el cual no habrían salido y permanecerían ocultos. Si yo tuviera el ego de un potentado y me llamaran pececillo no me habría hecho nada de gracia. No ya porque habría picado el anzuelo sino por lo minúsculo que me vería dentro de la inmensidad del océano. Pero como no lo soy, no he podido evitar reír al escuchar el corte de voz de nuestro caricaturesco ministro en la radio. Aunque si a los ricos les llama pececillos, el resto debemos ser krill o plancton para el ministro. Y ya sabemos. El pez grande se come al chico. No es tan gracioso como parecía.
Como cuando ha afirmado el irónico e incomprendido personaje que no bajará impuestos hasta finales de legislatura porque “hay que dejar zanahorias”, ¿nos estará llamando burros?
En fin, siguiendo con los pececillos, es cierto que el cebo puesto por Montoso sirvió para aflorar ingresos y patrimonio oculto en las profundidades. Según el ministro, han aflorado 40.000 millones de euros de los que se han recaudado 1.200 millones de euros. Es decir, un 3% del total. La intención inicial del gobierno era que tributaran a un tipo del 10% pero, al final, se quedó un exiguo 3%. Ese tipo impositivo queda muy lejos del 45% que es el tipo máximo al que, a buen seguro, tributarían por renta esos “pececillos”. Ese es el tipo impositivo para quienes generen rentas a partir de 60.000 euros al año.
Montoro se ha mostrado como un mal estratega tributario. Una vez fijado el objetivo, no ha sabido elegir el camino más adecuado para llegar a él. Por lo menos, según ha reconocido el Tribunal Constitucional, ni la forma ni el fondo de su estrategia han sido correctos.
En cuanto a la forma, el empleo del Decreto-Ley no la figura jurídica adecuada ya que éstos no pueden afectar a los deberes recogidos en el Título I de la Constitución entre los que se incluye el deber de contribuir de los ciudadanos.
El fondo de la cuestión tampoco, porque según el Tribunal se produce “una condonación parcial de la obligación tributaria principal” (del 45%, como tipo impositivo a nivel teórico, hasta el 3% efectivo) y una condonación total de las consecuencias accesorias (recargos, intereses de demora, etc). No solo perdona empleando un tipo mucho más reducido (hasta 42 puntos porcentuales más bajo) sino que no se aplica ni un triste recargo ni multa cuando, a cualquiera de los mortales, por pagar fuera de plazo, nos toca pagar intereses de demora, recargos y demás sanciones. Unos nacen pececillos y otros, plancton.
Quizás, el método empleado por Montoro no era el adecuado y es que, si fuera buen pescador sabría que para cada tipo de pescado se requiere un cebo, una técnica, una embarcación, un equipo y una profundidad diferente. Un buen pescador se vale de técnicas para detectar los bancos de peces sobre los que actuar. Quizá Montoro debería haber ido donde indican las señales que se encuentra el banco de tiburones (que las hay) y aplicar la técnica más adecuada para los escualos para lograr ser más efectivo. Es decir, dotar de más recursos para conseguir una Inspección Tributaria más eficaz que aborde el problema directamente. No se trata de tirar cebo con anzuelos. Se trata de ir directamente a las profundidades marinas y hacer salir a los defraudadores. El radar de los pescadores es el Big Data de Hacienda. La última técnica empleada por Hacienda es ir directamente a nuestras cuentas corrientes para detectar si los depósitos que hacemos superan los ingresos que declaramos. Parece que el Gran Hermano solo opera con unos pececillos y no con otros. Como se demostró con la Infanta en el juicio del caso Noos, Hacienda somos todos, pero unos más que otros.
A buen seguro que con un cuerpo de Inspección Tributaria más potente y con voluntad de llegar hasta lo más profundo del océano, se habría recaudado mucho más. Y lo que es más importante, se habría hecho dentro de la legalidad y respetando la igualdad y no discriminación de todos los contribuyentes ya se consideren ciudadanos en tierra o pececillos en el mar.