Los retos del sector social

Ayer leía la dramática noticia del accidente sufrido por un individuo que, presumiblemente para sumarse de forma sonada al llamado “Ice bucket Challenge” o, en castellano, “desafío del cubo de agua helada”, concertó con el piloto de un avión contraincendios en Empuriabrava que le arrojase en la pista del aeródromo una descarga completa de agua, esto es, 1.500 litros. La mala fortuna y los erróneos cálculos de ambos –por si no lo saben, cada litro de agua pesa un kilogramo- produjeron al protagonista nada menos que politraumatismos de pronóstico grave y, lógicamente, se halla en la UVI del hospital.

Esta absurda e insólita campaña publicitaria –a los creativos, ya les vale- tiene por objeto el loable fin de concienciar a la población de la gravedad de la enfermedad denominada Esclerosis Lateral Amiotrófica o ELA. Lo que se dice llamar la atención, la llama, otra cosa es que estas iniciativas sirvan realmente para algo más que para que unas algunas caras mundialmente conocidas pasen por supuestamente solidarias -alguno de ellos es un defraudador confeso de impuestos, otros tienen fijada su residencia en un paraíso fiscal-, cuando la solidaridad tiene poco que ver con infligirse malos tratos a uno mismo, aunque sean en general leves.

Campañas mucho más inocuas y modestas, pero con idéntica finalidad, se desarrollan en torno a actividades como las de meterse en una piscina “Mulla’t per l’esclerosi múltiple”, u otras más marcadamente deportivas, como la denominada “Respiralia. Volta a Formentera nedant” de la asociación de afectados por la Fibrosis Quística de Illes Balears.

Todas estas iniciativas me parecen fenomenales siempre que el “reto” sea deportivo o recreativo y que, además de llamar la atención, transmitan algún valor social positivo. Definitivamente, lo de echarse un cubo de agua helada me parece solo una mamarrachada, al punto de que la difusión social está primando mucho más el hecho en sí de semejante competición, que su supuesta finalidad altruista y solidaria. He tenido que buscar de qué dolencia pretenden concienciarnos, pese a que hace días que en las redes sociales veo fotos y vídeos de gente echándose agua helada por encima. Para que vean.

Los retos de las entidades sociales, tanto aquellas que luchan contra graves -y a veces raras- enfermedades, como las que agrupan a personas con discapacidad física, psíquica o sensorial en sus vertientes asistenciales, educativas o de inserción laboral, entre otras, son muy distintos a los del famoso cubo de agua con cubitos.

Afortunadamente, éste es uno de los sectores en el que se demuestra día a día que la iniciativa social –privada, pero sin ánimo de lucro- logra gestionar servicios de interés público de una forma admirable y por un coste muy inferior al que costaría su gestión directa por parte de la administración.

Sin embargo, la financiación del sector es manifiestamente rácana e insuficiente y se suele abonar a estas entidades con retraso, cuando es obvio que debieran ser la prioridad absoluta de todo gobierno, no sólo por lo que representan, sino por el dineral que ahorran a los ciudadanos en términos de gasto público.

La dispersión de competencias entre administraciones proverbialmente mal coordinadas es otra aberración más que padece nuestro tercer sector social.

En cuanto al apoyo en materia de concienciación y de investigación, la administración suspende clamorosamente. En España en general, y en Illes Balears en particular, investigar es mucho más duro que lanzarse cada mañana un cubo de agua helada. Está muy bien, por ejemplo, que la reina Sofía visite el centro de investigación biomédica de la UIB, pero lamentablemente muchos de nuestros mejores jóvenes científicos están rindiendo sus frutos intelectuales lejos de aquí, en Europa o en Estados Unidos, porque España sigue estando a la cola mundial en inversión en investigación, por mucha recuperación que cacaree el gobierno. Así, no existe el más mínimo aliciente para quedarse en nuestro país y eso lo acaban pagando los beneficiarios últimos de la investigación, esto es, los enfermos y las personas con discapacidad.

Estos y otros muchos son los verdaderos retos del sector social de nuestra comunidad. Lo demás, intentos más o menos afortunados de llamar la atención.

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