Mal ambiente electoral

Ya hace tiempo que se palpa el nerviosismo en los ambientes vaticanos. La convivencia en la Iglesia viene, desde casi los inicios del ministerio de Francisco, “marcada por la  confrontación y la tentación de polemizar con todo o de herir con lo que sea para parecer mejor que el  otro” (Card. Cobo). Actitud manifiestamente antievangélica, pero cierta. Nunca, probablemente, en la historia de la Iglesia, las resistencias a la orientación del Papa se han expresado de modo tan explícito y público, con tono tan contestatario, con tal carga de violencia, aunque sea sofisticada. ¡Y, se dicen cristianos! ¡Qué contra testimonio!

La realidad de la Iglesia que recibió Francisco no era la que se nos quería hacer ver. Cuando se edulcoran las cosas, lo que se busca es oscurecer la realidad. Cuando el silencio y el secreto se constituyen en instrumentos para el ejercicio del poder, siempre han resultado, a la postre, medios de manipulación de las conciencias y de la verdad. En este caso, se han utilizado para la ocultación de los muchos y muy graves males que afectaban a la Iglesia, sumida en una profunda crisis moral y de fe. Desde el inicio mismo del servicio de Francisco, muchos, en la Iglesia, han venido haciendo ostentación de ‘tener la verdad de su lado’. Diría que, sin embargo, ‘pocos desean estar del lado de la verdad’ y, menos aún, vivir en coherencia con ella.

Creo que Francisco fue perfecto conocedor de las entrañas más ocultas de la Iglesia. Su magisterio, sin rasgar el velo que las cubría, ha pretendido, en mi opinión, atacar esos males reales, centrando la vida de la Iglesia en la persona de Jesús de Nazaret y, por tanto, en el tantas veces marginado seguimiento de Jesús. Esto es, en el Evangelio

Ha pedido, con insistencia, más allá de cualquier reforma estructural, la conversión personal (Cardenal Newman), el cambio de vida, el ser discípulos de Jesús, haciendo lo que Él hizo y nos enseñó. En este contexto, fustigó las enfermedades ‘espirituales’ de los altos dignatarios de la Curia romana y  arremetió, con frecuencia, contra  el clericalismo, considerado como ‘una perversión de la Iglesia’, y la rigidez, que siempre oculta algo, otra vida. Y, por supuesto, siempre se mostró cercano y próximo, afectivo, con las más humildes, con los pobres y los débiles, con los marginados, con los miserables de este mundo, con los que habitan en las periferias existenciales (Humanización). Un cambio de estilo, que es ‘celebrado’ por sectores de la sociedad, distantes del cristianismo, y ‘odiado’ por los sectores más conservadores (Jorge Bustos).

La mejor alabanza que se puede hacer de su servicio a la Iglesia consiste, en mi opinión, en subrayar que Francisco, no ocultó su visión de la Iglesia ni la orientación del ministerio papal en el futuro. La expuso a todos sus electores. Y le eligieron los cardenales que habían nombrado sus predecesores. No se desvió de la ruta marcada y anunciada. Al igual que monseñor Bienvenido en Los Miserables de Víctor Hugo, “prefería la travesía que abrevia: el Evangelio”.

En el momento en el que hilvano estas admiradas y agradecidas reflexiones a su persona, Francisco ya ha sido llamado a la casa del padre (21.04.2025). El Próximo miércoles, 7 de mayo, se constituirá formalmente el cónclave para la elección de su sucesor. Todo discurrirá de hecho por caminos trazados de tejas abajo. Habrá de todo lo imaginable, como es lógico y humano. Pueden surgir, por supuesto, grupos de electores con candidatos diferentes en función de  cómo se entiende y se contempla la Iglesia o en función de impedir que salga elegido un determinado candidato. Por eso, no siempre sale elegido el más idóneo para afrontar los problemas de la Iglesia.

Las aguas del Tiber han sido agitadas públicamente con voz tronante e irresponsable  del líder del sector más conservador, el cardenal Gerhard Müller. Dada la intensa polarización y división existentes, todas las intrigas y componendas son imaginables. Incluso han podido iniciarse antes del deceso de Francisco. Oficialmente se pondrá en marcha el mensaje de siempre. Todo está en manos del Espíritu Santo. ¡Pura hipocresía¡Pura mitificación! Se hará la voluntad de los hombres. Espero que acierten y no den un paso, o más, atrás.

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